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Episodio 5: discusión

En un rincón sombrío, donde las sombras se entrelazan como hilos de oscuridad, los hijos de la noche se reúnen. Kimi, con su mirada penetrante y cabello de ébano, se sienta en un trono de sombras. Kafka, el maestro de las palabras retorcidas, se inclina hacia adelante, sus ojos brillando con una luz inquietante. Saucher, el tejedor de pesadillas, cruza los brazos, impaciente. Adriene, la seductora de almas, sonríe con malicia.

En el centro de la sala, Jehová, el ser de luz, irradia una luminosidad que hace que los hijos de la oscuridad se retuerzan. Su voz resuena como un trueno: "¿Por qué luchan contra mí? ¿Por qué se rebelan?"

Kimi, con su voz suave pero firme, responde: "Porque la oscuridad también tiene su propósito. Sin ella, no habría contraste, ni elección. Somos los matices en tu creación".

Kafka se levanta, sus ojos chispeando: "Jehová, tus palabras son como laberintos. ¿Por qué creaste el dolor y la desesperación? ¿Acaso no somos tus reflejos oscuros?"

Saucher, con su risa sibilante, agrega: "La oscuridad es la tela en la que bordas tus secretos. Sin nosotros, tu historia sería insípida".

Adriana se acerca a Jehová, su figura etérea: "¿No ves que somos tus creaciones también? La dualidad es nuestra esencia. La redención solo tiene significado en contraposición al pecado".

Jehová extiende sus brazos, la luz envolviéndolos: "La oscuridad no es mi enemiga, sino mi herramienta. En la lucha, encuentro mi propósito. En la redención, mi gloria".

Los hijos de la oscuridad se miran entre sí, sus rostros reflejando dudas y anhelos. Y en esa discusión cósmica, la eternidad se despliega como un lienzo en blanco, esperando ser pintada por la pluma de los dioses.

Los hijos de la oscuridad se miraron entre sí, sus ojos brillando con curiosidad. Kafka, siempre el inquisitivo, fue el primero en hablar.

"Jehová", dijo, "¿por qué decidiste crear el Big Bang? ¿Por qué esa explosión cósmica que dio origen al universo?"

Jehová, rodeado de su resplandor divino, consideró la pregunta. "El Big Bang fue mi aliento creativo, el momento en que tejí las estrellas y las galaxias en el tapiz del espacio-tiempo. Pero, ¿por qué? Porque la creación es mi naturaleza. La expansión, la evolución, la dualidad: todas son facetas de mi plan."

Kimi, con su voz suave pero firme, intervino. "¿Fue un acto de amor o de necesidad? ¿Buscabas compañía en la vastedad del vacío?"

Jehová sonrió. "Ambas. El amor y la soledad son hilos entrelazados en mi ser. Creé el Big Bang para que la vida emergiera, para que las almas exploraran la maravilla y el sufrimiento. La elección, la libertad: eso es lo que buscaba".

Saucher, el tejedor de pesadillas, se inclinó hacia adelante. "¿Y qué hay de los mundos oscuros, los agujeros negros y las sombras? ¿Fueron también parte de tu diseño?"

"Por supuesto", respondió Jehová. "La oscuridad no es ausencia de luz, sino su contraparte. Los agujeros negros son los ojos de mi creación, los guardianes de secretos cósmicos. Sin ellos, la historia sería incompleta".

Adriana, la seductora de almas, sonrió. "Entonces, ¿el Big Bang fue un acto de equilibrio? Luz y oscuridad, creación y destrucción."

"Exactamente", dijo Jehová. "El Big Bang fue mi sinfonía inicial, la partitura de la existencia. Y en cada nota, en cada galaxia girando, resuena mi propósito: explorar, amar y redimir".

Los hijos de la oscuridad se miraron entre sí, sus miradas cargadas de expectación. Jehová, rodeado de su resplandor divino, alzó una ceja y habló:

"Karla'k, el dios del terror y el caos", dijo, "fue mi adversario en los albores del tiempo. Nuestro combate resonó a través de las dimensiones, sacudiendo las estrellas y los mundos. Él representaba la anarquía, la negación de todo orden. Yo, en cambio, buscaba la armonía, la creación."

Kimi, con su voz suave pero firme, preguntó: "¿Por qué luchaste contra él? ¿Qué estaba en juego?"

Jehová sonrió, recordando. "El equilibrio. Karla'k amenazaba con sumir todo en la oscuridad eterna. Pero yo sabía que la dualidad era esencial. Sin el caos, no habría crecimiento ni superación. Así que nos enfrentamos en un duelo cósmico."

Kafka, siempre el inquisitivo, intervino: "¿Y cómo terminó? ¿Quién prevaleció?"

"La lucha fue épica", continuó Jehová. "Nuestros poderes colisionaron como galaxias en colisión. Pero al final, logré sellar a Karla'k en el abismo primordial o eso pienso yo. Su energía se dispersó, formando las estrellas oscuras y los agujeros negros."

Saucher, el tejedor de pesadillas, asintió. "Así que el Big Bang fue el eco de esa batalla. La creación emergió de la victoria sobre el caos."

"Exactamente", dijo Jehová. "La luz y la oscuridad, el orden y el desorden, entrelazados en un baile eterno. Y así, el universo nació de nuestro conflicto divino".

Todavía seguían discutiendo por el mismo asunto, es de ahí que aparece un portal en lo que sería siendo como el tribunal de discusión.

En un rincón de la misma nada del infinito, donde los dioses debatían sobre los hilos del destino, Greci, la diosa de las razas, se materializó. Su piel reflejaba la diversidad de los mortales, y sus ojos brillaban con la sabiduría de los siglos.

Jehová, rodeado de luz, la miró con curiosidad. "¿Por qué estás aquí, Greci? ¿Qué te trae a este concilio divino?"

Greci sonrió, su voz resonando como el eco de antiguas canciones. "Vengo a entender. ¿Por qué luchan? ¿Por qué tejieron los hilos de la creación de esta manera?"

Jehová señaló a los demás dioses. "Discutimos sobre el equilibrio. La dualidad de luz y oscuridad, orden y caos. ¿Por qué creaste a las razas mortales con tal diversidad?"

Greci se acercó al altar, donde ardía una llama eterna. "Porque en su diversidad encuentro la esencia misma de la creación. Cada raza, cada cultura, es un reflejo de los dioses. Sus conflictos son nuestros conflictos. Sus triunfos, nuestras victorias."

Los dioses observaron a Greci, sus rostros reflejando asombro y comprensión. Y en esa discusión cósmica, los hilos del destino se entrelazaron aún más, tejiendo un tapiz de misterio y esperanza.

Es lo que hubieran deseado muchos, pero, ahora que ellos saben que Karla'k, murió y les regresarían el favor, pero, peor que nunca.

Kimi, con su cabello de ébano y ojos penetrantes, alzó la voz: "Greci, Jehová, hemos decidido. Las razas mortales pagarán por su insolencia. Guerras, plagas, caos: todo será desatado".

Kafka, maestro de las palabras retorcidas, añadió: "Sus historias se extinguirán. Sus héroes caerán. El tejido del tiempo se rasgará".

Saucher, tejedor de pesadillas, sonrió sibilante: "Los miedos se volverán reales. Las almas se retorcerán en agonía".

Adriana, seductora de almas, miró a Greci y Jehová: "¿Y ustedes, dioses? ¿Se interpondrán?"

Jehová extendió sus brazos, la luz envolviéndolos: "La creación es un equilibrio frágil. Pero no permitiré la aniquilación. Las razas mortales son mis hijos también".

Greci, con tristeza en sus ojos, asintió: "Entonces, la guerra está declarada. Que los hilos del destino se entrelacen en tragedia".

Antes de irse Dios, y Greci mencionan.

Jehová extendió sus brazos, la luz envolviéndolos: "Las razas mortales son mi creación. Protegeré sus destinos, sus sueños y sus luchas. No permitiré que los hijos de la oscuridad los aniquilen".

Greci, con determinación en sus ojos, asintió: "Y yo, como la tejedora de sus hilos, velaré por su diversidad, su esperanza y su resiliencia. La guerra no los consumirá".

Así, los dioses se alzaron en defensa de los seres vivos, dispuestos a enfrentar la tormenta cósmica que se avecinaba.

Fin.