Al ir al salón, Warren le abrió la puerta, como el caballero que le enseñaron a ser, y esperó a que ella entrara. Cerrando las puertas detrás de él, la llevó a sentarse en el gran sofá.
—Mi madre quería darte esto —dijo, inclinándose hacia el otro lado para levantar una caja y dársela.
—¿Qué es esto? —preguntó ella.
—No lo sé. Pidió que te lo pusieras para esta noche. Si el vestido está bien, podrías combinarlo con las perlas.—Por la mención de las perlas, Heidi le dirigió una sonrisa tensa, no sabiendo qué hacer ya que ya no las tenía.
La noche en que el Señor le había quitado el collar del cuello, se había olvidado de recoger las perlas del suelo. En su defensa, nadie recordaría las perlas después de haber sido besada tan apasionadamente.
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