En la fría noche, Nora yacía junto a Dorian en el dormitorio de su mansión, después de haber terminado de complacerse mutuamente con sus cuerpos. No podía creer que el sexo pudiera ser tan abrumador, y estaba contenta de no haber elegido a ningún pretendiente antes de conocer al Duque Scathlok. Desde el momento en que habían conocido, ella tuvo los ojos puestos en él. Descartados estaban los miserables hombres de su pueblo, en quienes jamás había puesto sus ojos. El hombre tenía todo lo que ella quería. Dinero, estatus, poder para derribar a los vampiros de su superioridad, y más importante aún, era un hombre muy atractivo. Él la había llevado a la cama varias veces, y ella lo disfrutaba con todo el corazón. Después de todo, con su forma de pensar, la vida era perfecta tal y como era ahora. Tenía todo lo que quería, incluyendo el hecho de que su hermana Heidi había sido enviada, como en una misión suicida, a la tierra dominada por vampiros.
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