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Experimento (Rojo peligro) #1

Cuando despiertas en un laboratorio subterráneo abandonado, atrapada en un salón de experimentos rodeado por monstruos que quieren devorarte y en compañía de una incubadora de agua donde hay un hombre en mal estado, te das cuenta que todo está terriblemente mal.

Lizebeth_Honny · Integral
Sin suficientes valoraciones
56 Chs

Contaminado

Pude descifrar el gesto que hacía mientras masticaba la galleta. No solo parecía ser su primera vez probando las galletas choco chips, sino que no le gustaban. Tragó forzado, produciendo un sonido pesado en su garganta y arrugando un poco su nariz respingona. Tomó la gaseosa de mi mano, rozando sus dedos con los míos, y bebió de ella. Pero el líquido tan solo tocó el interior de su boca y terminó escupiéndolo todo, manchado parte de su bata.

Sus ojos inspeccionaron la bebida con disgusto y un poco de curiosidad. Esta era otra parte de él que me dejó desconcertada, era como si esa presencia peligrosa que llevaba, hubiese desaparecido instantáneamente, y mientras no me mirara con esos ojos, seguiría ausente.

Era débil, pero también era fuerte... muy fuerte.

—Te traeré agua—mencioné, apartándome para levantarme. Volví a las bebidas, esta vez tratando de alcanzar desde el agujero en la parte trasera de la máquina, agua potable. Y mientras sacaba diferentes tipos de bebidas, no dejaba de pensar en los mensajes del computador con el botón verde.

Tenía lógica, su sangre regeneraba los tejidos después de todo. Sí él era alguna clase de experimento enfermero que sanaba con una gota de su sangre— lo cual me resultaba de alguna extraña forma, asombroso—, entonces, ¿qué eran los demás experimentos del área negra, amarilla, naranja, blanca y verde? ¿Serian alguna clase de enfermeros también o tenían sus deferencias? ¿Por qué hacer experimentos enfermeros? Entendí que había más experimentos en alguna parte de este lugar, mutados seguramente, como mencionó ese tal R en los mensajes. Y sí era así, y fuera lo que fuera que hayan soltado en las incubadoras los infectó, eso explicaba el cuerpo del experimento 05 y el Décimo, además, el brazo del Noveno.

Y que todos ellos eran peligrosos.

Sobre todo los rojos. ¿Sobre todo Rojo 09? Al fin saqué una botella de agua, me levanté del suelo y encaminé a la máquina de botones donde estaba él. Le di rápidamente una mirada a la incubadora 10, cuyo techo metálico tenía un agujero en el centro, lo suficientemente grande como para que una persona pasara por él. Así era como el Décimo había escapado. Escarbó, penetro el metal. Algo que me costaba creer. Sus garras debieron de ser más filosas que una hoja del hacha más peligrosa.

Me senté a varios centímetros apartada del Noveno y le ofrecí el agua una vez quitado el tapón. Cuando él dio una mirada a la botella, noté como arqueaba una ceja mientras la tomaba, cubriendo mis dedos con los suyos. Tan solo sentí su calor, me escapé enseguida de su toque, sintiendo ese pasmo entenebrecido escurrirse en mis huesos.

—No tiene sabor, así que creo que te no disgustara—comenté. Él acercó la botella y tomó del agujero, cerrando los ojos. Así, viéndolo de esa forma, parecía un hombre normal, una persona como yo. Me pregunté qué tipo de plaga habían soltado en las incubadoras, y sí eso llegaría a mutarlo a él.

De hecho esa mutación ya había sucedido con su brazo del que habían salido los tentáculos, pero al final sus dedos volvieron a regenerarse y todos esos tentáculos desaparecieron. Pero... ¿qué sucedería si no solo era su brazo el que terminaba deformándose? ¿Y si después era todo su cuerpo? Si mutaba como lo hizo el Décimo y el Negro 05, entonces intentaría lastimarme.

Estaba deseando que los del área naranja llegaran mucho antes de que eso sucediera.

Dejé de pensar en ello, concentrándome en él. No hizo ni un gesto cuando tragó el líquido pero, me sorprendió ver que de solo dos tragos se terminara la botella. Se limpió los labios y dejó recargar su cabeza en el respaldo de la máquina para exhalar entrecortadamente.

— ¿Te sientes mejor? — pregunté. Di por sentado que así era ya que había dejado de sudar. Me estiré cando no respondió, y dejé que mi dorso tocara parte de su frente una vez quitado el pañuelo mojado. Ya no tenía tanta fiebre, y solo habían pasado minutos desde que se puso mal, se estaba recuperando rápidamente, ¿la fiebre sería la causa de la plaga que soltaron?—. Descansa un rato.

Giró su rostro con esa misma velocidad que me perturbaba, entornándolo sobre mí con sus parpados cerrados. Me aparté un poco más, él me siguió en cada pequeño movimiento que hice para levantarme cuando sus dedos rodeando mi muñeca otra vez, me detuvo. No me jaló, sin embargo, pero se aferró a mí.

—Quédate.

— ¿Cómo puedes verme sin abrir los ojos? —pregunté, tratando de no aterrarme, tratando de lentamente, deshacerme de su agarre sin forzar. Regresé al suelo, acomodando mi cuerpo sobre mis rodillas.

—Puedo ver tu temperatura corporal, así como sentirla también—respondió, dejado que su pulgar resbalara por la piel de mi mano. Cada toque enviaba una descarga eléctrica a mi cuerpo, llegando a un punto en que sus dedos juguetearon con cada uno de los míos que estaban endurecidos y temblorosos.

No sabía cómo apartar mi mano, quería hacerlo pero temía que provocara algo malo en él.

— ¿Co-con los ojos abiertos o cerrados? —mi voz tartamudeó. Miré la forma en que separó sus labios carnosos, y luego, miré como sus dedos obligaban a los míos a estirarse hasta tener la palma abierta y que, la suya, se pegara a la mía.

Por todos los cielos, rogué porque él dejara mi mano en paz.

—Con los ojos cerrados—aclaró mi duda, también, dejó que sus parpados se levantaran para tenerme cautiva por sus orbes rojos, esa mirada a la que nunca me acostumbraría. Reparó nuevamente en mi rostro—. Con los ojos abiertos, puedo verte con más claridad—Quedé tiesa cuando paso su mirada por una parte específica de mi cuerpo—. Tu físico se ve diferente al mío sin una ba...

—Porque soy mujer y tu un hombre—interrumpí. Esta vez, cuando sentí sus dedos volviendo al jugueteo, aparté mi mano acercándola a mi estómago. Eso hizo que su mirada bajara hasta ella—. Voy a revisar los pasillos— dije, rápidamente cortando la conversación, dejando que toda esa tención se acumulara en mis músculos—. Descansa— agregué. Me puse en pie, apartándome de las incubadoras.

Fui a la primera puerta cerca de la número 13 que aún permanecía oculta detrás de un pedazo de metal. Me pregunte si el experimento deforme todavía estaba del otro lado de la puerta ya que se abriría en menos de 20 horas. Si se abría y no estaba él, significaba que saldríamos de aquí, a salvos pero, si no era así... ¿Rojo 009 lo mataría? ¿Podría hacerlo con él como lo hizo con el Décimo?

Seguramente, ni siquiera tardó en matar al Décimos. Lo hizo tan rápido y sutil, como si hubiese calculado sus movimientos mucho antes.

De cualquier forma, esperaba que no estuviera del otro lado, aguardando. Y si así era, que los del área naranja llegaran por nosotros mucho antes de que la puerta se abriera.

Mientras me acercaba a la primera puerta, no dude revisar que mis dedos estuvieran en perfectas condiciones, y lo estaban, pero su tacto seguía palmeando mi piel, no me gustaba como se sentía, su calor era escandaloso, penetrante.

La forma en que jugaba con mis dedos, el cómo tomaba uno entre los suyos y lo examinaba con sus yemas, era como si fuera la primera vez que tocaba una mano. Posiblemente solo los sacaron una vez y desde entonces nunca más los sacaron de las incubadoras, era posible que ni siquiera conociera su sexo. O quizás solo conocía su sexo y nada más.

Traté de apartar mis pensamientos de él y enfocarme en cada pasillo de las puertas, aun no se podía ver nada con claridad y eso solo me inquietaba más. ¿Y si había un monstruo del otro lado de la neblina? No, ahora comprendía que no era neblina, sino humo.

— ¿Por cuál puerta llegaran ellos? —susurré—. ¿Se tardarán mucho?

— ¿Cuál es la gran diferencia entre uno y el otro?

Mis manos pararon a centímetros de tocar la puerta, sintiendo la rigidez pasarme como gusano por todos mis músculos. Nunca me di cuenta que me había estado siguiendo, y sin la bata puesta: eso lo supe cuando le di una mirada de rabillo a su abdomen.

—No muchas— respondí, mi voz sonó un poco sorprendida. Me puse en puntitas, aunque no había necesidad porque era alta y la ventana me dejaba ver una buena vista del corredizo repleto de neblina.

—Puedo saber en qué partes, he visto muy pocas pero no sé sus nombres.

Y me puse pensar. Era posible que él pudiera romper la puerta con sus tentáculos tal como estuvo a punto de hacerlo con la pared. Sus tentáculos eran fuertes, seguramente podía agujerearla, pero no le pregunte, y no se lo pediría. Sería una muy mala idea sabiendo que esa persona me pidió que nos quedáramos dentro, que era más seguro aquí que a fuera.

Esperar y esperar, eso era todo lo que nos quedaba. Por otro lado, ¿qué le sucedería a Rojo 09 cuando ellos llegaran y lo vieran... cuando vieran sus ojos y supieran que es otro experimento contaminado?

— ¿Conoces los nombres de tus extremidades? — curioseé, sin dejar de preguntarme mentalmente lo que le sucedería cuando vinieran por nosotros.

—Brazos—Giré para ver como extendía un poco las nombradas extremidades y, moviendo una de ellas, hizo que sus dedos tocaran sus labios—. Boca, pecho... Tu pecho es más grande que el mío ahora que puedo verlo con más claridad.

La boca y el pecho definitivamente no eran una extremidad.

—Piernas— Palmeé cada lado de sus muslos sin tocar de más. Él pestañeó por primera vez—. Compuestas por muslo, rodilla, pantorrilla pies y dedos del pie.

Mientras hablaba, señalaba las partes de mi pierna. No lo haría con la suya, él estaba desnudo. Sería muy incómodo. De hecho, era demasiado incomodo hablar con él teniéndolo así.

—Primero vamos a vestirte— solté. Decidí volver al área de computadoras. Tomar la bata que él había dejado caer a metros de la máquina y estirársela—. Póntela.

Sus manos la tomaron del cuello, sus ojos la escanearon sin curiosidad, y cuando revisó las mangas largas, no tardó nada en empezar a deslizar sus brazos por cada una de ellas hasta acomodarlas sobre sus hombros, sin siquiera abotonarla. Y al ver que él observaba con extrañes los botones sin saber que más hacer, fue cuando me acerqué para ayudarlo.

¿Qué tanto sabía y desconocía? Sabía hablar, caminar, esa era una cosa que no se aprendía fácilmente sobre todo sabiendo que pasaste años en una incubadora. ¿Eso quería decir que si los sacaban más de una vez de las incubadoras? Abroché botón por botón hasta la parte baja de sus muslos. Sentí por un instante que vestía una muñeca de porcelana, era una extraña sensación familiar.

—No está mal estar desnudo pero, es mejor ocultar gran parte de tu piel de otras personas— comenté—. Así, será mucho más sencillo no sentir incomodidad. Es lo más apropiado.

Apostaba a que ni siquiera sabía lo que significaba la palabra incomodidad, apropiado o lo que era el espacio personal.

Ese último ni se lo imaginaba.

—Nunca he usado algo con bolitas—comentó, mirando los botones a lo largo de la bata.

— ¿Alguna vez te sacaron de la incubadora? —cuestioné, sus orbes carmín enigmáticos y escalofriantes por lo negro de sus escleróticas, echaron una mirada a las incubadoras.

—Cincuenta y siete veces— El número me tomó por sorpresa—. Y me enviaban a una sala para dormir y aprender.

— ¿Aprender qué?

—Hablar, caminar, leer, agudizar nuestros sentidos, curar heridas entre otras cosas— respondió terminando en un tono dudoso, como si quisiera añadir algo más. Pero no lo hizo, se quedó callado, observando en silencio el suelo.

— ¿Qué hay en esa sala? —La verdad, tenía mucha curiosidad, sentía impaciencia por saber más de este laboratorio.

—Hay cuartos y más como yo ocupándolos—aclaró—. Ese salón es diferente a ésta área— explicó, dando un paso a mí.

Hubo algo que no entendí.

—Si has ido a esa sala, tuviste que haber cruzado alguna puerta, ¿no?

—No, en realidad no crucé ninguna— pareció confundido consigo mismo. No más confundido de lo que yo me encontré con esa respuesta—.Cuando me sacaban de mi incubadora, me transportan a una extraña sin cristales, y cuando la abrían ya me encontraba en esa sala—aclaró, hundiendo su entrecejo. Asentí en silencio, viendo de reojo su incubadora, comprendiendo que el lugar tenía una clase de seguridad para evitar que los experimentos escaparan—. ¿Vas a enseñarme esta vez?

Alcé la mirada y un pequeño escalofrío sacudió todos mis huesos: desde el más grande hasta el más pequeño de ellos. Sus ojos fijos sobre los míos, adquirieron un color más penetrante, más perturbador.

— ¿El qué?

Sus cejas se hundieron con misterio, dejó que sus orbes pasaran por mi cuerpo, de arriba abajo, solo para dar otro paso y romper un poco más nuestra distancia. No me moví, sin embargo, pero no me gustaba que se acercara tanto.

—Las diferencias entre tu cuerpo y el mío —insistió.

Evalúe sus palabras. Si así lo decía, entones habían muchas diferencias entre nosotros, empezando por sus colmillos, terminando por su sangre sanadora, eso sin mencionar otras cosas masculinas.

— ¿Tienes mucha curiosidad?

—No puedo dejar de verte y notar las muchas diferencias— insistió, cuando habló mis ojos contemplaron lo que pudieron esos colmillos que resaltaban del otro lado de sus labios—. Nuestra sangre es diferente, y la fuerza también. Pero tú tienes curvas y tu pecho...

Respiré hondo y tragué con fuerza ese nudo de nervios.

—El pecho— empecé llevando mi mano por encima de mi pecho que era más voluminoso que el suyo, que era plano—. Se desarrolla solamente en la mujer. A los hombres les sale más vello que a nosotras, sobre todo en el área del rostro y pecho— dije y apunté a su cuerpo—. Los hombres tienen testículos entre las piernas, nosotras no. Nosotras desarrollamos más curvas en el cuerpo que ustedes, o una voz más aguda que la suya. Fin.

Me aparté rápidamente de él. Me daba igual si había entendido o no, pero no volvería a explicarle nada de cuerpos humanos y sus similitudes entre un sexo y otro. Revisé el resto de los pasillos, no encontré nada desafortunadamente. Por lo tanto, fui en una nueva dirección: las computadoras. Sobre todo en dirección a la computadora de la puerta número 13 en la que señalaba que la puerta se abriría en 16 horas.

Lancé un largo suspiró y me aproximé a la pantalla del botón naranja donde arrastré una silla y tomé asiento para escribir un mensaje:

—. ¿Aún están ahí?

—. ¿Hay alguien?

—. Seguimos aquí, a salvo...

—. Por favor, vengan por nosotros.

En los primeros minutos no tuve respuesta, comenzaba a pensar que algo les había ocurrido, o tal vez todos habían salido del área para venir por nosotros. ¿Cuántos de esos experimentos deformes estaban sueltos a fuera?

Dios. Mi cabeza empezó a dar vueltas, tal vez era de lo mucho que me había estado estresando con todo esto del área y experimentos monstruosos.

Cansada de ver el computador y esperar algo más de él, recosté mi cabeza sobre el escritorio, estaba segura de que no me movería hasta que la pantalla tuviera otro mensaje. Cualquier tipo de mensaje.

Cerré mis ojos por un necesitado acto y suspiré. No supe en que momento me dejé desvanecer en el sueño.

(...)

Un constante pitido que pronto empecé a escuchar con mucha más claridad, me hizo abrir los ojos. Al principio no creí lo primero que vi, así que tallé mis ojos y extendí mis parpados. Pero tan solo lo hice y mis ojos aclararon el panorama a una distancia muy corta de mí, todo mi cuerpo se congelo.

Dos orbes carmín profundos y espeluznantes, a centímetros de mí, estaban mirándome tan fijamente que ni siquiera pude respirar. Ni siquiera pude moverme. El Noveno mantenía su cabeza recostada sobre el escritorio, a centímetros de que su frente tocara la mía y a pulgadas de que su nariz se acariciara a la mía.

Un jadeo, nada silencioso, escapó de mis labios cuando fue su dedo cálido el que acarició mi labio inferior un par de veces, y lo estiró hacía abajo para observar mis dientes, o lo que se pudiera ver de ellos.

—Quiero verlas— escuchar su voz tan cerca de mí y que su aliento humedeciera mi rostro, me estremeció.

Mi cuerpo reaccionó y me aparté del escritorio más rápido que una mosca escapando de su muerte: el matamoscas. Lo mire, aún perturbada y con la respiración acelerada, preguntándome por cuánto tiempo había estado contemplándome de esa forma tan...

Solo pensarlo, era más escalofriante.

Él también se apartó del escritorio, incorporando toda su ancha figura debajo de esa tela blanca que solo cubría hasta la mitad de sus muslos marcados.

— ¿Ver qué? — Traté de normalizar mi respiración, elevando mucho el rostro para poder ver su endemoniada mirada carmesí.

—Las diferencias— dijo sin siquiera trabarse—. Ya vi lo mío, y lo tuyo, pero ahora quiero ver más de tu cuerpo debajo de tu ro...

—Wou, no—lo paré alzando las manos y al mismo tiempo levantándome de la silla—. No, no, no, no. Eso no va a suceder.

— ¿Por qué? — Fue la primera vez que vi su desconcierto y estiré una mueca. No sabía cómo explicarle, pero definitivamente estaba mal, estaba loco. ¡Claro que no lo haría! Estábamos atrapadas, ¿qué traía él en la cabeza?

Iba a responder claramente cuando me perturbo algo...

Su mirada se oscureció más de lo inusual, haciéndome pestañear de sorpresa a causa de su inesperada imagen, pasando de ser alguien curioso a ser peligroso. Sus facciones se tensaron, y en un instante, ya había torcido la cabeza sobre su hombro.

—Alguien se acerca.

Sus palabras me sorprendieron y no dude en ver la misma dirección que él. Comenzó a caminar, a acercarse a una de las principales puertas, decidí seguirle por detrás con la respiración pesada.

No sabía si sentirme sorprendida o preocupada. Sorprendida porque quizás eran los sobrevivientes del área naranja, asustada porque quizás no.

— ¿Q-quién o qué se acerca? — pregunté, temerosa por la forma en que miraba una de esas puertas.

Su silenció dejó en suspenso todo. Llegó a la séptima puerta, sus ojos revisando a través del humo, con un fruncir de su mirada sospechosa. Lancé la mirada, los segundos pasaron con impresión.

No hubo sonido alguno hasta que... Una figura más oscurecida se dejó apreciar en la profundidad. Apenas era visible. Cada vez se hacía más grande hasta tener la extraña forma de una persona corriendo.

Los colores se fueron aclarando hasta el punto de ver a un hombre con barba y una escopeta aferrada a sus manos, corriendo a nuestra puerta. Esa emoción en mi cuerpo que quiso crecer, se apagó cuando encontré toda esa sangré en la parte de su hombro izquierdo... Le faltaba un gran pedazo de carne en esa zona. desde aquí podía ver el hueso torcido hacia arriba de su hombro y parte del brazo, como si algo se lo hubiese querido arrancar.

Su rostro giró revisando asustado detrás del corredor, como si estuviera cerciorándose de que nada lo persiguiera. Volvió la mirada a nosotros, y abrió la boca, empezó a moverla como si hablara pero su voz fue algo que nunca logré escuche.

No sabía leer labios, sin embargo por la forma en que movía su brazo sano una y otra vez hacía los lados, era fácil saber que pedía que abriéramos la puerta...

Cosa que no sabíamos cómo.

Y entonces respingué. La alarma sonó con escándalo en todo el laboratorio antes de amortiguar su sonido con el fondo de una voz computarizada ya reconocida.

—Alerta múltiple intruso, alerta múltiple intruso. ExNe 27, 24 y 21 aproximándose a la numero 7. Computador 7 para dar acceso o bloqueo parcial.

Las piernas se me debilitaron con solo escuchar todos esos números. Si lo estaban persiguiendo y lo peor es que eran tres experimentos. Tres experimentos deformes. El hombre de ojos azules llegó tan cerca que golpeó el vidrio varias veces manchándolo de sangre, sus labios mirándome a mí seguían moviéndose, sin embargo cuando pasaron a ver mí derecha, su rostro palideció. No se esperaba a Rojo 09. Volvió a verme con los ojos sobresaltados, negó con la cabeza y se giró para acomodarse el arma en el brazo sano, apuntando a todo ese humo.

Volví a mirar rápidamente el resto del pasillo, teniendo un gran debate intenso que me desesperaba. Salvarlo o no, pero no se alcanzaba a ver nada más que el humo, ¿teníamos tiempo suficiente antes de que esas cosas llegaran para abrir la puerta y salvarlo?

No importaba. Sí él era del área naranja o no, teníamos que salvarlo. Era un sobreviviente, alguien más que conocía este lugar mejor que el noveno. Alguien que podía ayudarme a salir de este laboratorio, viva.

—Voy a abrir la puerta—avisé, girando para echarme a correr pero su mano me detuvo en golpe.

—Bloquéala— ordenó, su agarre fue fuerte esta vez en mi brazo.

—Pero él...

—Bloquéala— apresuró a decir con un tono más crepitante—. Si la abres, esa cosa entrara también. No podré protegerte.

El sonido agudo de las balas siendo disparadas me volvió la mirada al hombre, una sombra tan larga que llegaba al techo se acercaba entre las sombra del corredizo... se arrastraba agrandándose más. Una cabeza se alargó con claridad, era de piel pálida, tenía nariz, tenía una boca manchada de sangre, y unos ojos completamente negros en los que no podía encontrar pupilas.

¿Qué era eso? Su cuello era terriblemente largo como el de una serpiente, y se balanceaba a los lados mientras que, cada vez más, se arrastraba cerca del hombre. Visualicé el resto de su cuerpo y jadeé otra vez, estremecida. Solo podía ver una gran parte de lo que parecía ser su estómago desnudo tan ancho y gordo que apenas cabía en el pasillo y parecía a punto de explotar, algunos lados de sus costados se estiraban como si algo dentro de su cuerpo quisiera romper su piel para salir. Y la última cosa. No tenía piernas, o al menos desde mi lugar no podía mirarle las extremidades... Retrocedí, cubriéndome la boca, era obvio lo que sucedería a continuación.

Él no tenía escapatoria, no había a donde correr, estaba acorralado.

—Lo matará — murmuré atormentada por esa cosa que cada vez más se acercaba.

—Esa cosa no tiene una temperatura normal...

—Alerta múltiple intruso, alerta múltiple intruso. ExNe 27, 24 y 21 aproximándose a la numero 7. Computador 7 para dar acceso o bloqueo parcial.

Vi como el hombre se persignaba y llevaba la boca del arma por debajo de su mandíbula, pero ni siquiera pudo jalar el gatillo cuando aquella cabeza, al agrandar su boca y mostrar todos esos colmillos idénticos al noveno, se estiró velozmente y encajó sus colmillos alrededor del rostro del hombre. El cuerpo de hombre se golpeó contra la puerta, y sus manos se lanzaron al rostro de esa bestia, luchando a últimas.

Grité, claro que lo hice y quedé ensordecida por el sonido, en shock, petrificada en mi lugar cuando le arrancó en un tirón gran parte de la cara, dejando solo el resto de los huesos del rostro y el cuero cabelludo. La sangré salió disparada hacía la ventanilla, quedando solo algunas partes visibles para dejar ver como se tragaba el rostro del hombre y como en tan solo segundos, golpeaba la ventanilla de nuestra puerta con su cabeza.

No supe en que instante dejé de respirar, pero estaba segura que iba a desmayarme, mi cuerpo era preso por esa turbia escena, por esa mirada mucho más endemoniada que la del noveno, mucho más espeluznante.

Se lo tragó... Comían carne humana. No pensaba en nada más que en eso, que en esa atrocidad. ¿Qué clase de plaga soltaron para que sucediera eso?

El Noveno me empujó, haciéndome tambalear, reaccionar, volver a la aterradora realidad de que la pared comenzó a agrietarse por la fuerza insistente de los golpes. Él caminó en dirección a las computadoras con tranquilidad, le perseguí, acelerando más los pasos cuando recordé que la puerta podía bloquearse. Pasé de largo a Rojo 09, e hice rápidamente el conteo para hallar la computadora 7.

Lo encontré enseguida, y no tardé en leer el mensaje que se iluminaba en su pantalla y darle aceptar al bloqueo parcial. Miré de reojo y vi que la puerta aún seguía a la vista, siendo azotada por ese monstruo. Vi de nuevo el computador y otro mensaje que no recordaba, se vislumbró, deteniendo el proceso desbloqueo.

¿Acepta temporalizar apertura o rechazar opción?

Rápidamente tomé el mouse y le di a rechazar. Mis dedos temblaron con cada movimiento en el mouse y un fuerte sacudido me hizo inclinar y sostener mi peso en el escritorio.

—Bloqueo parcial, activado—su voz computarizada seguida de ese sonido metálico, me tranquilizo, pero no lo suficiente. No, porque esa puerta se abriría en 24 horas y además, la numero 13 también lo haría pronto. Y nadie sabía si otros monstruos aparecerían en las siguientes puertas.

Era horrible.

—Ya paso Pym, ya paso—me repetí, pero el optimismo y la negativa entre mis pensamientos me hizo golpear el escritorio y gruñir. ¿Y si el hombre era del área naranja y eso significaba que el resto también murió? Entonces no habría salida, nadie vendría por nosotros, no saldríamos nunca de este lugar. ¡De este maldito lugar!

Giré de golpe sobre mis talones sin siquiera esperar hallarme frente a frente con él. Estuve a punto de respingar, pero tan solo vi su rostro, negué aterrándome más. Reconocí esa mirada sombría fija sobre mí, tan misteriosa, escalofriante y tensa, como si estuviera advirtiéndome de algo.

Sí.

Algo peor estaba a punto de llegar.

Y eso no tardó en avisarnos.

—Alerta intruso, alerta intruso. ExNe 29 en la puerta número 16, ExVe 34 y 33 en la número 21. Computador 16 y 21 para solicitar acceso o bloqueo parcial.