Esperaba que no le importara lo fuerte que estaba siendo. Aunque intentaba desesperadamente controlarme, parecía imposible frente a todas las abrumadoras sensaciones de placer que él me estaba haciendo vivir. Era cierto que mi cuerpo y mi mente no podían soportarlo más. Con cada embestida, sentía que estaba lista para llegar al orgasmo. Mi coño se contraía incontrolablemente y podía sentir mi clímax acercándose rápidamente.
Él va a hacerme ven desde sus dedos...
—Adelante y ven, Dahlia. Puedes gritar tan fuerte como quieras —me susurró animadamente.
Siempre supe que Antonio era un hombre de gran corazón e incluso mientras me daba placer, se aseguraba de que yo lo experimentara. Era un amante tan generoso que ponía mis necesidades antes que las suyas. Como si la felicidad que él me daba no le pareciera suficiente, su otra mano alcanzó el frente de mi cintura antes de bajar entre mis piernas.
—¡Ahh! ¡Antonio! Estoy... ¡Ahhh! —grité su nombre.
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