—Iris, estoy aquí.
—Murmuró en silencio en su corazón:
—Cómo desearía poder cambiar la mitad de mi vida para estar contigo algunos años más.
Sus ojos se humedecieron, su cintura doblada en noventa grados apenas podía enderezarse, y finalmente, una lágrima se deslizó de su ojo y cayó al suelo.
La habitación se quedó en silencio, y todos podían sentir el intenso dolor que emanaba de él.
Los ojos de Freya se volvieron rojos, inclinó la cabeza y en silencio se secó la enésima lágrima del día.
Oliver Charles apretó la mandíbula y permaneció en silencio.
Pero su mirada cayó sobre Reginald Bates.
Ayer fue el séptimo día después de la muerte de Iris, pero ¿por qué este hombre, que intentó robar a la viuda, vino aquí, mientras que su primo no había aparecido desde ayer?
Después de una cantidad desconocida de tiempo, Reginald Bates pareció finalmente recuperar la compostura.
Se enderezó, su mirada cayó sobre Eve Thompson, y cuando la vio, sus ojos eran profundos y fríos.
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