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Capítulo 3

5/01/2021

4:15

Frío, agua, un trueno y un beso. La lluvia caía por nuestros rostros mientras el dolor y la culpabilidad crecían por cada roce de tres segundos. Me aparté cuando fui consciente de la situación queriendo gritar de la rabia, pegarle por su insensibilidad y olvidar por su egoísmo y mi confusión. Acabé despertándome finalmente, con miles de sensaciones oprimiendo mi pecho. Me tiré nuevamente a la cama de un suspiro. Llevé una mano a mis labios apretando fuertemente los ojos, intentando alejar aquella pesadilla y mal recuerdo que se había llevado mi primer beso y al que en un pasado creí mi mejor amigo.

Sin sueño alguno tomé el teléfono, quería mantener la mente en blanco y aún así me seguía torturando. Divisé varios mensajes en el grupo de clase, otros pésame familiares que no quería ni dejar en visto y dos mensajes suyos grabados en mi retina tras aquel beso.

Lo siento.

Llámame.

Apreté nuevamente los ojos, no quería acordarme de ese día. Subí mis contactos hasta llegar uno en concreto. Con una mueca me metí visualizándolo en línea. Hundí mi ceño, curiosa, y sin pensar le envié un mensaje, uno que fue respondido casi de inmediato.

Amy: Hola

Capri: Hey

Amy: Otra vez trasnochando?

Amy: Pensé que lo habías dejado

Capri: Supongo

Capri: No tengo sueño.

Capri: y tú?

Amy: Tampoco

Suspiré, ante el silencio. No era el momento, no teníamos mucho que contarnos y la mayoría, por mi parte, no sería dicha. Tal vez por eso hace un año había decidido dejar de hablarle, no quería manchar a nadie más con mi mierda, suficiente hacía día a día a mi familia negándome a salir de mi cuarto. Claro que ellos no sabían que yo salía cada noche a intentar hacer algo por mi vida. Revisé los mensajes una vez más y me negué hundiendo toda esperanza de que aquella noche, hace una semana, existiera y no resultase un simple sueño. Solté el teléfono. Miré al techo con desgana, tenía demasiados pensamientos, tantas razones, tantos hilos pero ninguno en concreto rondaba por mi mente, todos estaban hechos un gurruño flotando a mi alrededor. No supe cuando pero en algún momento el sueño venció la batalla por unos minutos efímeros los cuales acabaron con el sonido de mi móvil. Adormilada lo cogí, descolgando en el proceso, sin saber de quién se trataba.

- ¿Sí?

- Lo siento, ¿muy tarde?- aquella suave voz me sorprendió.- No había encontrado otro momento para llamarte.

- ¿Sally?

- Sí.

- ¿Pasó algo?- me acomodé preocupada.

- No, no, tranquila, solo quería saber cómo estabas.- aclaró.

- ¿Un cuatro de enero a las tres de la mañana?- la escuché reír nerviosa.

- Sí... No había contado con ello, aquí son las siete.- me pegué una torta mental, ella pasaba estas navidades en China con su abuela.

- Mierda, se me había olvidado. ¿Qué tal el viaje?- me obligué a preguntar.

- Bien, bien.- se le oía feliz.- Shanghái es bastante distinto a lo que yo me imaginaba... Es aún más alucinante. Mi abuela ha estado enseñándome algunos sitios y hemos ido a algunos festivales, también he aprendido bastante de la cultura y cómo celebra año nuevo. ¿Sabías que existe la leyenda de que todo esto empezó para ahuyentar a un dragón llamado Nian? Este venía cada uno de enero y se alimentaba del ganado y niños. Lo único que le ahuyentaba era el ruido, así que... ¿Qué mejor que una fiesta para hacerlo? Sé que es más por conveniencia para los negocios y comercios que sacan beneficios desde la época de la antigua china pero...me parecía muy interesante.- sonreí.

- ¿Un dragón?- pregunté divertida.- ¿No era más fácil mandar a Mulán matarlo?- bromeé.

- Su mejor amigo es un dragón, sería un sacrilegio.

- Claro, entonces estaría en un dilema.- ambas reímos abiertamente hasta que estas se consumieron por el silencio.

- Ayer llamó Remie.- comentó.

- ¿Sí?- fruncí el ceño. Sally y Remie siempre habían tenido una extraña relación desde el día en que se conocieron, y ambas eran conscientes de ello. Eran muy similares en muchos aspectos, demasiados, pero a la vez eran muy diferentes. Eran como la misma cara de diferentes monedas del mismo tipo, o como dos imanes con la misma polaridad tratando de colisionar, de fusionarse. Y es que su relación era tan cercana como lejana, pues aquel choque que debería haber sido nunca existió, son tanto desconocidas como amigas y no importaba cuanto tiempo pasase desde la distancia sin saber nada desde la lejanía, ahí estaban la una para la otra, aunque hiciera falta un nexo para unir completamente sus caminos. Suponía que ellas eran el claro ejemplo de las emulsiones.

- Sí, me preguntó por cómo fue el largo viaje en avión y cómo me iba con mi abuela.- asentí con una sonrisa, sabiendo que en su rostro había aparecido una.- Ella me contó un poco cómo le iba, por encima, y...

- Y...-alargué.

- Y entonces me dijo que la llamaste.- silencio.

Y ahí está el nexo.

Más bien el origen de toda esta llamada.

- Sé que no lo harías a menos que haya habido un cambio.

- Un cambio...- repetí, y todas las imágenes de las últimas semanas volvieron a mi mente para preguntarme una vez más qué hacía.

- Te conozco Amy, te aíslas del mundo cuando las cosas te sobrepasan y te torturas mentalmente.- continuó.- Lo sé porque a mí también me pasa.- reí ante la ligera ironía de la vida.

- Sobre pensar es una mierda.

- Sí.- me dio la razón.- ¿Qué tal estás?- para estos momentos yo ya me encontraba sentada jugando con los bajos de mi pantalón de pijama, nerviosa, con un nudo en la garganta.

- Mejor.- suspiré.

- Mejor- repitió y no sé porqué reí. Ahí me di cuenta de que me había vuelto a dejar sonreír a mí misma.

- Sí.- hice una mueca.- Eso... Eso creo.- reímos sin razón.- ¿Y tú?

- Bien.- casi la vi asentir.

- Me alegro.- sonreí ampliamente.

- Bueno te dejo, mi abuela me llama.

- Vale,- asentí.- nos vemos el veinte.

- Nos vemos el veinte.- colgó dejándome finalmente dormir en paz, una vez más. Esto se estaba repitiendo mucho.