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Los pensamientos de Milena

Aquel no dudo en fijar sus ojos en mi a causa de las expresiones que yo había formado en mi rostro situación a la que reacciono dibujando una sonrisa con evidente desconcierto.

— ¿Qué haces? — con curiosidad le cuestione.

— Pues me quitare la camisa para poder abrigarte.

— No es necesario, no la necesito.

— Segura, estás temblando bastante.

— Segura, solo quédate hay quieto no es necesario que hagas nada más.

Eh de ustedes imaginarse que, aunque pronuncie aquellas palabras aquello no detendría a Alexander pues lo que yo temía de alguna forma sucedio.

Tranquilamente me encontraba admirando el bailoteo de las llamas mientras de vez en cuando arrimaba un poco los pies hasta a una roca cercana a la hoguera con la esperanza de poder calentarme que la verdad no me di cuenta cuando Alexander acorto la distancia entre nosotros pues tras un simple descuido me rodeo con sus brazos y me llevo de espalda contra el suelo.

— Suéltame.

— Sabes de sobra que no lo haré.

— Déjame ir ahora.

— No, vas a tener que dejar de ser tan arisca, no es posible que estando en tu situación no puedas aceptar una ayuda, aunque yo no puedo opinar mucho somos similares en eso.

Empecé a patalear quería zafarme de él, porque sabía que tal situación suponía que meramente le daría ventaja a su persona puesto que yo era consciente de que mis emociones se encontraban revueltas y todo por su culpa.

— Déjame ir.

— Ya te dije que no.

Estando envuelta en sus fauces era poco lo que podía hacer contra él de eso era conocedora; suponía que esto no era bueno ya que temía que algo malo sucediera producto de tal situación y pensamientos un tanto perversos se hacían visibles en mi mente.

Renegaba por el miedo más que nada que tenia de que pudiera llegar a pasar algo más allá, me daba terror el hecho de que pudiera tomar mi cuerpo pues yo aún era virgen, mi cuerpo no había sido manchado, la pureza aun relucía en él, además de que hacerlo en un lugar tan incierto como lo era este era incomodo de solo pensarlo.

Por más que pensaba no podía llegar a dar con alguna solución que me ayudase en gran medida a poder zafarme, de él quería alejarme, pero mis propios pensamientos como armas de doble filo me atacaban en contra de mí misma y empezaron a traicionarme.

Lo primero que percibí y que sin dudas me atrapo fue la calidez que su cuerpo emanaba, era sorprendente el calor que de su persona brotaba el cual con rapidez inundo mi ser tras su paso en tanto lo segundo fue su voz, valla su voz la cual al tenerme cercar sorpresivamente aquel cambio su tono por lo que paso de hablar en una forma aguda y ronca a ser sustituido por un sonido delicado y dulce por lo que empezó a hablar casi a susurros adueñándose tan fácilmente de mi atención.

Sus ojos y los míos parecían estar fusionados, parecíamos estar atrapados más que nada bajo una fuerza extraña que nos impedía separarnos.

— Espero que estés lista — recalcó sin emitir ni una sola expresión en su rostro por lo que no podía interpretar nada en él.

— Lista para que.

— No te hagas, sabes perfectamente para que.

Alexander queriendo echarle más leña al fuego pues era indudablemente imposible el no notar lo mucho que llegaba directamente a intimidarme mientras aún se encontraba sobre mí, llevo su mano izquierda hasta mi cara, sin apartar sus ojos froto sus dedos contra mí mejilla, sin dudas pretendía besarme era lo que yo presumía así que sin poder evitarlo cerré los ojos fuertemente.

No entiendo la verdad que es lo que suele rondar por su cabeza o si simplemente las cosas que hace son meramente por maldad o porque no sabe cómo expresarse, pero una vez más mis pensamientos me traicionaron pues allí me encontraba con los ojos fuertemente cerrados esperando a que lo que fuera a suceder lo hiciera de una buena vez y por todas y de la nada sentí como su cara se acercaba a la mía, era difícil el no notar su respiración sobre mi piel pero en vez de besar mis labios a fin de cuentas cambió de dirección abandonando como si nada un simple beso sobre mi frente quedándose casi paralizado al sentir el rose de mi piel en sus labios.

La impresión hizo que a pesar de todo me mantuviera con los ojos cerrados, aunque mi tensión llegó a reducirse significativamente y tras correrse un poco eliminando el contrapeso que se había hecho sobre mi anteriormente paso a acomodarse a un costado de mi cuerpo mientras levemente sostenía su agarre.

— Eres tan miedosa te dije que no te haré nada.

Lentamente abrí mis ojos respirando aliviada y allí le vi recostado con sus ojos fijos en mí, sin dudarlo dos veces pensé en levantarme para nuevamente alejarme un poco de él, pero así mismo como me senté aquel de nuevo llevo de espaldas contra el suelo.

— En ningún momento te dije que te podías levantar.

— Y que pretendes que haga.

— Solo quédate justo donde estas y no me importa que no me quieras a tu lado, ya hemos pasado por demasiado así que me niego a estar lejos de ti, no me perdonaría en absoluto si llegase a sucederte algo.

— No creas que esto hará que olvide tu mal actuar.

— Y no pretendo que lo haga, solo quiero estar seguro de que estés bien — le escuche, le preste atención y sentí que realmente era sincero, guarde silencio y como pude me encogí de hombros en dirección a él mientras una pequeña brecha nos dividía.

La calidez que sentía a pesar del frío de tal lugar al estar entre sus brazos era capaz incluso de disminuir un poco el dolor en mi ser, un dolor que se había mantenido todos estos años tras su partida y que ahora de la nada había empezado a ser sustituidos por sensaciones en la que de una u otra manera solo se incluían su actual persona.

Le miré fijamente valla que lo hice y pude ver como sus ojos se clavaban al mirar al techo mientras mantenía cual actitud serena y tras otorgarle un voto de confianza poco a poco empecé a cerrar los ojos tras sentirme completamente exhausta.

Eh de admitir que mis sueños no fueron los más recatados de cual señorita pulcra y sacra pues soñé con el de la forma más lujuriosa tal vez porque mi ser sumergido en mi inconsciencia sabía que lo tenía justo al lado y de alguna forma u otra aunque estaba tomada por la rabia mi ser consciente de que lo deseaba.