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Las palabras de Milena

Cuando finalmente nos habíamos quedado completamente solos me atreví a tomar la palabra ante ella algo alterado.

— ¿Qué haces Milena? Como puedes echarte la culpa así, si yo fui el responsable, a mi es que deberían de reñirme, no a ti.

— Por favor cálmate Alexander, solo quería ayudarte.

— Pero no lo entiendes, no merecerías eso y es lo que me duele, porque me defendiste, esto no debió de ser así.

— Si te entiendo pero, te lo debía y por cierto gracias por cuidarme.

Milena no muy bien recalco aquello con el rostro totalmente serio aunque un tanto pálido sin mostrar la más mínima expresión se dio la vuelta pretendiendo así marcharse, aquella quería alejarse probablemente ahora sintiéndose complacida habiendo cumplido con su cometido.

Ella ya se había distanciado por algunos pocos pasos cuando de la nada se detuvo, al verla así y como sus manos temblaban un poco desde la distancia algo en mi decía que aquello no era nada normal, así que rápidamente me acerque a ella y pude ver como su rostro había palidecido aun más, mientras en un gritó ahogado tras verme Milena dicto sus últimas palabras antes de perder totalmente el conocimiento.

— ¡Alexander! — sonido que salió de ella como un suspiró ahogado y casi carente de vida y tras cerrar los ojos callo inerte entre mis brazos, brazos que no la saltaron.

El miedo controlo mis pensamientos, estaba asustado no entendía que ocurría pero yo no podía simplemente limitarme a quedarme allí sentado sosteniéndola.

Al verla así desesperado empecé a gritar — ayuda, ayuda — pero nadie salió — y rápidamente a causa de aquello casi sin pensarlo la tome en brazos y salí despedido hacia el interior.

Ya para cuando me disponía a cruzar por la puerta de entrada María apareció — ¿Que son esos gritos? — cuestiono mientras llevaba la cabeza semi agachada.

— ¡María, por favor ayudame! — volví a gritar buscando llamar su atención.

— Ya voy, ya voy — aquella mujer finalmente elevo su cabeza y la expresión de alegría que había alojada en su rostro, al ver la imagen delante de sí desapareció como un chasquido de dedos — que rayos ha pasado.

— Se ha desmayado, desde ayer se ha estado sintiendo mal.

— Ven, date prisa, llevémosla hasta su recamara, yo te guiare.

Aquella antes de servirme de estorbo me sirvió de muchísima ayuda, su habilidad para abrirse paso y que por ende yo pudiera vencer los obstáculos que hay casualmente esparcidos entre los pasillos fue realmente digna de admirar aunque el alboroto que ambos montamos solo hizo que se llamase casualmente la atención de todos quienes se mantenían en los alrededores.

Así que habiendo atravesado casi toda la casa finalmente llegamos al pasillo final, uno que da camino directo hasta la piscina y en el cual escondida en un rincón próxima a las escaleras que dan al segundo piso, particularmente acomodada la recamara de aquella chica se contemplaba.

Manuel y Christian al escuchar como María me propinaba tales indicaciones aparecieron llevando consigo alguno que otro empleado que alarmados de igual forma se presentaron.

— Pero que ha sucedido.

María siendo consciente de la situación y a sabiendas de que los minutos eran contados y preciados gritó, mientras ingresábamos al interior de la recamara.

— No es momento para explicaciones — y dirigiéndose a Manuel aquella con rapidez indicó — busca al doctor Marcos es urgente, Milena esta hirviendo en fiebre — cosa respecto a la cual aquel hombre no espero bien escuchar cuando ya había salido de allí echando humo.

En tanto mientras en la habitación nos encontrábamos Christian y yo junto a algunas que otras empleadas, María dijo con suma seriedad.

— Necesito que salgan de la habitación unos minutos.

— No María yo de aquí no me muevo de aquí.

— Que salgas de aquí Alexander.

— Ya te dije que no.

— Mira no tengo tiempo para lidiar contigo, Christian sácalo de aquí si no quieres que me desquite contigo.

Christian trago en seco como si aquella mujer realmente le asustara y no fuera capaz de hacerse en contra de aquella; con firmeza aquel me tomo de la mano y con suma rudeza me hizo salir de allí hacía el pasillo, cerrándose casi de inmediato aquella puerta a nuestra salida.

— Chris pero ¿Qué haces? Porque me has hecho salir, mi lugar es allí dentro.

— Pues evidentemente lo que me ordeno María.

— Pero si tu jefe soy yo, que rayos es lo que piensas.

Chris se volvió algo serio, el enojo se hizo en él y de forma abierta y consciente me llamo a la atención — bien lo dijiste eres mi jefe, pero esto que hiciste fue la gota que derramo él vaso; Alexander sé que no eres una mansa oveja, así que habla de una buena vez ¿Que le hiciste a Milena?

— Lo juro por los cielos que nada.

— Alexander, no estoy para tus juegos, que le ocurrió a Milena hace un minuto estaba bien ¿Qué le hiciste?

— Ya te dije que nada, más allá que cuidarla.

Chris estaba como loco, delante de mi aquel renegaba enojado pues realmente pensaba que yo era el responsable de lo que le ocurría, pues aquel pensaba que realmente yo era capaz de lastimarle, pero a demás de asustarla e intentar cuidarla pesé a que aquello iba en contra de mis propios principios yo era consciente de que no había hecho nada más.

Ante aquel con suma vergüenza agache la cabeza y retrocedí algunos cuantos pasos hacia atrás hasta finalmente pegar mi espalda contra la pared.

Yo estaba furioso por lo sucedido, con la vida e incluso contra mí mismo, por no ser capaz de arrancarme el dolor que llevo por dentro y actuar como un verdadero adulto antes de siquiera darme cuenta por nueva vez eh terminado haciéndole daño a alguien que no lo merece.

— Yo no le hecho nada — dije mientras intentaba mantener la calma — sí, lo admito se que terminar así fue mi culpa, pero... — ante mi rostro levante mis manos y las admire perplejo — estos dedos no la han tocado más allá de querer cuidarla.

Christian me observo desde donde se había posicionado, desde allí fijo sus ojos con sumo cuidado en mi, probablemente queriendo deducir cuales eran mis pensamientos.

— Me sorprende que aún quede en ti ese pequeño reflejo de empatía.

— Chris, la verdad siempre ha estado en mi, solo que yo me empeño en callarlo y hacerlo a un lado, él me hace débil y eso sabes que no me gusta.

Chris se acercó, coloco su mano izquierda sobre mi hombro derecho y desde allí mirándome a los ojos volvió a cuestionar.

— Entonces, no la has tocado.

Yo con la expresión misma de la tristeza que podía llegar a ser enmarcada en mi rostro me anteví a decir — como que llevo la esencia de estas tierras marcadas en mi piel a pesar de mi pesadez y rebeldía y por los ojos mismos de las montañas que son mis enteros testigos, juro que estás manos no han cometido mal en contra de ella.

— Pues entonces aunque me sorprenda lo que yo mismo diré, eh de decir que por ahora te creo hasta que se demuestre lo contrario.

Al escucharlo me vi obligado a levantar la mirada y desde allí lo vi a los ojos y en el pude llegar a ver la autenticidad que en sus palabras podía llegar a percibir.

Realmente podría yo decir que Christian estaba de mi parte, probablemente sí, probablemente no, todo de pende de que grado de confianza realmente el tendría para conmigo, porque hasta los mejores amigos en algún momento se pueden llegar a fallar.

A fuera de la habitación con los nervios de punta esperamos unos cuantos minutos que aparentaban ser eternos, hasta que el señor Manuel llego con el presunto doctor quien rápidamente ingreso a la habitación mientras Christian y yo, en compañía de señor en medio de tal pasillo nos quedamos.

En el ambiente un aire pesado de tensión empezó a sentirse, un aire que de alguna u otra manera reclamaba con fuerza lo mal de mi actuar y con ello las reclamaciones de Manuel no se hicieron esperar tras este finalmente atreverse a dirigirme la palabra.

Sus ojos como flechas amenazantes se posaron sobre mí, el sin dudas me creía culpable y de hecho no había nada que lo hiciera cambiar de idea para aquel instante.

— Si le paso algo a Milena lo lamentaras con tu vida.

Aquella amenaza fue realizada, dictaminándome a mí como el mayor de los culpables, yo había sido lanzado a juicio, uno en el cual no tenía posibilidad alguna de defenderme.

Luego de un rato aquel hombre a quienes ellos llamaban doctor tras estar sumergido bastante tiempo en el interior de aquella recamara salió avisando finalmente el estado de Milena.

— Milena estará bien, se ha resfriado tiene algo de fiebre, pero con medicamentos adecuados, bastantes líquidos y suficiente comida estará bien.

Yo a pesar de lo que Manuel pudiera llegar a pensar o incluso a molestar dije al doctor — y sus mareos tiene una idea de a que se deban, seguro que estará bien.

— Tu tienes que ser Alexander cierto — promulgo dirigiéndose a mi mientras yo asentía con la cabeza afirmando así sus palabras y así continuo con su dialogo — tras examinarla pude notar que su azúcar en sangre está baja, aparentemente durante su pequeña aventura según lo que Manuel me comentó de camino hasta aquí, ustedes no ingirieron alimento alguno por lo que estimo que con comer e hidratarse pronto estará más que bien.

Aliviado uní mis manos hacía adelante y como en un suspiro eleve una plegaria de agradecimiento a los cielos pues realmente aquello fue una de las mejores noticias que pude haber recibido en aquel momento, ella iba a estar bien, y era lo único que importaba.

El doctor volvió a reclamar — Manuel puedes entrar, Milena quiere verte — yo a pesar de no ser llamado me acerque de igual manera pues, yo quería verla saber por mis propios medios cual era su estado, pero Manuel sin mirar atrás atravesó aquella puerta cerrándola con algo de prisa tras de sí marcando con algo de firmeza de que yo no era bienvenido allí.