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El rechazo de Milena

— Sí querías tenerme cerca no tenías que llegar a tal punto — dije con toda confianza, aunque reconozco que no fue el mejor momento, pero sin dudas no podía dejar pasar de largo tal oportunidad sin aprovecharla.

Aun sosteniéndola la ayude a incorporarse por completo mientras aquella yacía sujetada a mis brazos, e inmediatamente me percate con intención con una evidente malicia que la tela de la bata con la que anteriormente Milena intentaba cubrirse se encontraba ya abierta dejando su cuerpo libre para el disfrute de mi vista, volviéndose completamente deleitable los contornos de sus pecho junto a la delicadeza de su piel por lo que no pude evitar retenerla, simplemente me negaba a soltarle así pues terminé estrechándola fuertemente contra mi cuerpo.

Con mis ojos la contemplaba ahora ya del todo cercana a mi siendo consciente del rosé de nuestra piel como hacía rato lo venía deseando, estábamos tan cerca el uno del otro que podía sentir como el palpitar de su corazón aumentaba gradualmente producto probablemente de tal tensión y con ello el calor que emanaba de su cuerpo podía llegar a ser bastante percibirle por mí.

Sin más la sentí temblar, la sentí estremecerse y eso me volvía completamente loco por ella.

— Disculpa por mi torpeza, gracias por ayudarme, pero podrías ya soltarme — exclamo aquella dulce jovenzuela queriendo huir de mí.

— Porque haría eso, estoy muy cómodo la verdad.

— No estoy para juegos, me has de soltar por favor ya me ha ayudado lo suficiente.

— Y si no quiero ¿Qué harás?

— Me da curiosidad saber entonces que usted quiere.

— Buena pregunta Milena; ya es tarde y no hay nadie a tu lado por lo que presumo entonces que estás sola — aparte mi brazo derecho de su cintura y con una evidente delicadeza elevé mi mano hasta su rostro, con mis dedos fui rozando su piel hasta llegar a su mejilla derecha y con el dorso de mi mano le acaricié deleitándome de la mejor manera y continúe diciendo.

— Te hago una propuesta y es para tu completo conocimiento que no soy de rogar, lo que quiero lo tomo, lo hago mío sin pedir permiso alguno así que esta es una oportunidad única en un millón, así que porque no vienes a mi habitación me das un masaje y nos acurrucamos en la cama sería un excelente plan para pasar el resto de tal noche, no te parece.

Milena clavo sus ojos con fervor sobre mí, era evidente que mis palabras no habían sido tomadas de la mejor manera por ella por lo que con firmeza mostrando cual voz demandante me rechazo.

— Por última vez y no quiero tener que volver a repetirlo suéltame.

Sin mediar palabra aquella intento zafarse de mi agarre, con cual fuerza se zarandeaba entre mis brazos luchando con entera rabia haciéndose completamente sencillo para ella el hecho de incluso ser capaz de mover el agarre con lo cual la mantenía retenida y ojo que para nada soy débil, cuestión que me parecía sorprendente para lo pequeña que en realidad es.

Aquella batalló hasta que finalmente se encontró libre, era indudable que su espíritu no sería domado tan fácilmente y tras separarnos la observe, contemple su rostro en el cual se había formado un marullo de emociones totalmente avasalladoras donde la ira, el enojo, el odio y la cólera podían leerse con completa claridad buscando la forma de intimidarme cosa que no sería tan sencillo de lograr.

Finalmente dejo de mirarme e inicio su camino de huida, pero yo no la dejaría marcharse así por así, de ser así no me apellidaría Richmond así que la verdad si dejara ir mi presa con tanta facilidad sería una completa muestra de debilidad de mi parte.

Ella ya había dado algunos cuantos pasos con la intensión visible de desaparecer lo antes posible de aquel lugar pues lo que menos quería en aquel momento sin dudas era lidiar conmigo.

La vi con cual descuido darme la espalda al intentar huir de la escena, pero como cual cobarde una vez más ataque, pero esta vez por la espalda, de nuevo la sujeté esta vez por uno de sus brazos él izquierdo más para ser exacto y la obligué a voltearse hasta terminar de nuevo sus ojos chocando con los míos y ahora sin dudarlo nuevamente dirigí mi mano libre hasta su cintura para dejar que mis dedos se deleitaran al tocar su piel una vez más.

Aquella tras sentirse retenida por segunda vez no se en que pensó o si alguna estrategia quizás había planeado, pero terminó cediendo un poco dándome la ilusión de poseer un falso dominio sobre ella.

Como una tranquila y sumisa niña se mostró durante un corto lapso de tiempo en el cual aprovecho para reafirmar aquella pregunta que hacia un momento me había realizado — Usted desea algo más o si no, no veo razón para que me retenga aquí.

— Ya te dije lo que quiero, así que sería más agradable que me tutearas y no pido mucho solo quiero pasar un buen rato contigo.

— Porque no buscas a cualquier otra chica, estoy segura de que en toda la casa al menos una estaría encantada en complacerle.

— No quiero a ninguna otra te quiero a ti, es más deberías de sentirte halagada ante tal oferta.

— Para nada, para ser sincera puedo decir que al contrario me siento asqueada, que de eso no le quepa la menor duda.

— Vamos, no seas mala Milena, sé que ambos lo disfrutaremos con entero fervor.

Mi piel estaba satura, que digo saturada más bien extasiada ante tal curiosa experiencia y escuchar tal negativa proveniente de ella hacía que la deseara aún más.

No lo podía creer realmente estaba sucediendo, yo Alexander Richmond por primera vez me encontraba rogándole a una mujer era difícil de creer incluso para mí, pero realmente estaba sucediendo.

No quería alejarme, mucho menos hacerme a un lado y dejarle, quería sentirla así lo bastante cerca hasta embriagarme de su perfume por lo que acerque mi cabeza hasta ella con la intención clara de besarla para saciar mi sed.

Hasta aquel punto juraba que aquella simplemente se encontraba haciéndose la difícil, ya que era imposible que se resistiera a mí, pero el universo y las circunstancias no se encontraban para nada a mi favor.

Como cual impulso animal me deje llevar por el deseo y tras llevar la mano izquierda con que la venia sujetando con recelo hacia un momento por la cintura la lleve hasta la parte posterior de su cara para acercarla y que por ende nos uniéramos en un ameno roce de labios, me descuide lo admito, baje la guardia y aquella sin dudarlo aprovecho mi momento de debilidad.

No sé de dónde aquella había sacado tanta fuerza de comprenderlo no soy capaz, para nada entendía como tanto poder podía ser acumulado en aquellas manos quien con una sola bofetada me despertó de mi impulso de idiotez.