Gavriel se levantó donde cayó, como si se convirtiera en el muro que protegería y resguardaría a Evie y a sus hombres de cualquier ataque del fae oscuro en sí.
—¡Todos ustedes... entren a las mazmorras! ¡Dejen a esta criatura conmigo! —Gavriel dijo sin volverse a mirarlos. Su mirada estaba fijada firmemente en el fae oscuro que se acercaba lentamente.
—¡No! ¡Vienes con nosotros! —Fue Evie quien gritó con voz quebrada—. ¡No vamos a dejarte! ¡¡Gavriel!! —Evie, que estaba contenida por Leon, extendió sus brazos, tratando de avanzar y agarrar a Gavriel.
Gavriel estuvo en silencio por un momento, pero cuando se volvió a mirarla, todos contuvieron el aliento. Los ojos de Gavriel parecían aún más extrañamente diferentes. Eran incandescentes pero había algo diferente e inexplicable en ellos. Evie lo había visto así cuando lo vio en la mazmorra. Sin embargo, a medida que observaba, de alguna manera parecía similar, pero algo estaba terriblemente mal.
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