—Trinidad
David estaba reemplazando temporalmente a Vicente para que él pudiera pasar tiempo con su familia. Así que, él estaba con nosotros ese martes durante una actividad de manualidades por la tarde cuando escuchamos un grito de una empleada en algún lugar del piso de arriba.
Estábamos en el segundo piso, en una de las salas de estar adicionales para no estorbar. Había alrededor de media docena de niños y sus madres, yo, Junípero y David. Escuchamos el grito espeluznante proveniente de algún lugar encima de nosotros.
—¿Qué fue eso? —exclamó una de las madres mientras los niños empezaban a tener miedo.
—Estoy segura de que no es nada de qué preocuparse —le dije—. Lo revisaré.
—No, Luna, yo iré —se opuso David.
—Iremos juntos —lo corregí.
—Pero Luna…
—David, estamos en la casa, estoy segura de que no es nada grave —le dije con firmeza—. Tú y yo iremos juntos.
—Sí, Luna —concedió.
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