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Capítulo 79: Mudanza

Momentos antes de que Sombra rescatara a Luna, Ivy lanzó un último orbe de oscuridad hacia el Breeder y observó la situación. Por suerte, el grupo de Alfred parecía que tenía la situación controlada. Cuando Sombra apareció, Ivy intentó alcanzarle con un hechizo, pero desapareció enseguida y se llevó al Breeder.

—¡Rápido tras él! —gritó Alfred.

—¡No, deténgase todos, no sabemos siquiera a dónde ha ido!

—Pero Ivy…

—Escúchame Alfred, Adam no está en condiciones para presentar pelea y Miguel…

—¿Qué le pasó a Miguel? —preguntó Alfred.

Ivy apartó la vista.

—No creo que lo logre. Pero este no es momento para preocuparse por ello. Vayan a ayudar en planta baja, no creo que tengamos que preocuparnos por el Breeder por ahora.

Todos en el grupo de Alfred se miraron y al final abandonaron el apartamento. Todos menos Alfred, que se acercó a Ivy.

—Si pasa algo con Miguel avísame.

Ivy asintió y Alfred salió del apartamento. No conocía a Miguel desde hace mucho tiempo, pero el soldado le había enseñado a combatir y sobrevivir contra los zombies, por lo que estaba muy agradecido con él.

Dentro del apartamento, Ivy volvió al cuarto. Miguel apenas podía mantenerse despierto mientras se desangraba. Miriam había hecho todo lo que podía, pero aún así la herida en su pecho se negaba a cerrarse. Adam, por su parte, recién comenzaba a volver en sí y observaba a Miguel con el ceño fruncido.

—¿No hay nada que podamos hacer? —preguntó.

Miriam negó con la cabeza.

—Miguel ha recibido demasiadas curaciones recientemente, es como si hubiera desarrollado resistencia a mis hechizos y a las pociones.

—Pero estoy seguro de que me has curado muchas más veces que a él.

Miriam negó con la cabeza

—Estás equivocado, la herida que recibió Miguel al principio fue demasiado grave, prácticamente estaba al borde de la muerte. Después de que Arlem lo curara, tuve que curarle repetidas veces hasta lograr que se equilibrara, intenté todo lo que pude, pero al final resultó inútil.

Miriam aguantó las lágrimas. Parte de ella se arrepentía de haber seleccionado [Sanador], no creía poder soportar durante mucho más tiempo todas las muertes.

Adam se pasó su mano por el pecho. La herida que el Breeder le hizo no había sido tan grave como la de Miguel, pero había estado cerca, aún así, Miriam había podido curarlo. ¿Cuán cerca había estado él de alcanzar el límite como Miguel?

También notó que el hechizo de Miriam comenzaba a expirar. Sentía que habían sido los cinco minutos más largos de su vida y sospechaba que quedaría completamente inconsciente pronto.

—Acércate muchacho, no me queda mucho tiempo.

Adam se acercó a Miguel, cuya voz se volvía más y más débil a medida que pasaba el tiempo.

—Escúchame bien, no seré el último en morir muchacho, tendrás que aprender a lidiar con ello. Tú también Miriam.

Miriam asintió, pero ya apenas podía contener sus lágrimas.

—Ivy, no llores, solo soy un viejo al que acabas de conocer. Estoy seguro de que llegarás lejos en este mundo, aunque tú misma no lo creas.

Ivy no aguantó más y comenzó a llorar. Sin ese viejo desconocido, ella estaría muerta desde el primer día. En parte le era difícil admitirlo, pero Miguel se volvió, en pocos días, como un padre para ella.

—No se preocupen por mí, siento que ya he vivido todo lo que tenía que vivir. Este nuevo mundo es de ustedes. Ahora quiero darte a ti, Adam, una última ayuda. Busca en mi casa una caja que puse bajo la cama. Allí tengo algunos viejos recuerdos —Miguel se detuvo un momento y recuperó el aliento—. No sé si el ejército sobrevivió, pero si te encuentras al Comandante Tai Marok, dale la caja y cuéntale lo que pasó.

—¿Y si no está vivo? —preguntó Adam.

Miguel comenzó a reírse débilmente.

—Ese desgraciado nos enterrará a todos, estoy seguro. Pero puedes confiar en él. Además, recuerda esto Adam, es importante. Estoy seguro de que tarde o temprano te encontrarás con el ejército. Ten cuidado y no confíes en nadie más que no sea Tai. Una última cosa, dile adiós a Krieg de mi parte y que espero no verlo pronto.

La voz de Miguel se escuchaba más débil a medida que terminaba de decir lo que deseaba. Al final dejó de hablar y cerró los ojos. El dolor que hasta hace poco sentía en todo su cuerpo desapareció y fue reemplazado por una sensación de entumecimiento que invadió todo su cuerpo. Una parte de él le decía que debía luchar por seguir con vida, pero por desgracia era una parte pequeña.

Miguel había aceptado su muerte. Irónico, considerando el miedo que tenía a morir cuando era más joven. Nadie imaginaba que el patético soldado que había partido a la guerra en contra de su voluntad, lograría volver con vida. Ni siquiera él se lo esperaba. Sin embargo, el momento por fin había llegado, casi 53 años después. La diferencia era que Miguel estaba preparado. Antes hubiera esperado irse directo al infierno, como el asesino que creía ser. Pero con la llegada del Sistema, no le extrañaba si algo muy diferente le esperaba. Sus únicas esperanzas eran que fuera algo interesante.

Miguel murió unos minutos después, ante la mirada triste de Miriam e Ivy. Adam había colapsado del cansancio, por lo que estaba profundamente dormido.

—¿No deberías ir a ayudar afuera? —preguntó Miriam. El ambiente en la habitación era sombrío.

—Sí, debería, es solo que… sentí que debía de estar aquí con él… en el final.

Miriam la miró con atención.

—Sí, supongo que sí. En parte es un alivio que se haya ido de esta manera. No pude despedirme de Jane.

Ivy no supo qué decir, por lo que apartó la vista y decidió que era el momento de volver al combate. Había gastado casi toda su energía, pero ya se sentía más recuperada, lo suficiente como para ser más útil en combate.

Mientras tanto, en el bloque 3, Arnold se encontraba en el suelo de un apartamento al que había entrado. Herido y sin fuerzas, solo pudo tumbarse y esperar su muerte. Allí, olvidado por todos los demás, deseó más poder. Poder para hacer lo que quisiera, poder para vengarse de Menil. Era debido a él que se encontraba en esta situación, era debido a él que no había podido avanzar de nivel y evolucionar antes. Era debido a él que su fuerza no era suficiente para sobrevivir en este mundo.

También destruiría el refugio y a todos los patéticos sobrevivientes en su interior. Los entendía muy bien, pues había sido uno de ellos. Por eso, consideraba una suerte haber sido infectado. Ese regalo le había permitido desprenderse del miedo que lo congelaba y ver un camino para poder vivir.

Los demás supervivientes le rechazaron y le consideraron un monstruo. Arnold, sin embargo, no le prestó atención a estos chillidos inútiles, pues todos ellos seguían dominados por el miedo. En ese momento, él creyó que lograría hacerse un lugar en este nuevo mundo.

Desvió la mirada hacia su herida, el suelo estaba repleto de sangre y no había señal de una poción de salud en todo el edificio. Poco a poco perdía sus fuerzas y su única esperanza era que el Breeder lograra matar a todos en el refugio antes de morir. De esta manera, al menos, sabría que había elegido el camino con el mayor tiempo de vida, aunque fuera por unos minutos.

—Así que aún estás vivo, eso es bueno.

La voz del Breeder le asustó. Arnold miró de un lado a otro, intentando encontrar el origen de la voz, pero no tardó en darse cuenta de que lo más seguro era que el zombie estuviera en el exterior.

—Lo estoy, pero no por mucho tiempo.

Arnold se sintió alegre, la presencia del Breeder le indicaba que probablemente había matado a todos. El alivio fue tan intenso que casi se desmayó.

—Voy por tí, espera.

El Breeder no tardó mucho tiempo en abrirse paso hacia él, pues simplemente destruyó las paredes en su camino. Para cuando alcanzó a Arnold, este estaba ya en sus últimas fuerzas.

La visión de la desfigurada figura del Breeder hizo que Arnold se asustara. El Breeder lo agarró con cuidado y lo levantó del suelo.

—¿Vivirás? —le preguntó.

—No lo sé.

—Te lo ordeno, necesito información.

—Sí

Arnold no entendió esto último, por lo que se limitó a responder positivamente y a dejar que el Breeder hiciera lo que deseara. La idea de poder controlar a esa bestia, ahora le parecía irrisoria.

Luna salió del apartamento con Sombra y Arnold sostenido en ambos brazos. No podía volar debido a las numerosas heridas que había sufrido. Por lo que decidió volver a su refugio lo más rápido posible.

Con dificultad, caminó hacia el refugio mientras pensaba en qué hacer con el Siamés. El zombie le reveló mucha información para ganar su confianza, pero Luna sabía lo que el otro planeaba. No necesitaba ser un genio para averiguarlo. Si el experimento tenía éxito y él lograba liberarse de la influencia de sus instintos, estaba seguro de que el Siamés intentaría asesinarlo y devorar su corazón para convertirse en un Breeder. El hecho de que le hubiera revelado esta información era algo que Luna consideraba condescendiente, como si el Breeder fuera un estúpido Stalker, incapaz de siquiera pensar.

Luna, sin embargo, contuvo su ira y decidió que se dedicaría a recuperarse poco a poco. Llegado el momento, el Siamés lamentaría haberle subestimado. El problema era que en ese instante no podía encontrarlo.