—Esa mirada en tus ojos delata tus sentimientos —habló Drayce, su intención obvia.
Arlan le dirigió una mirada de desprecio.
—¿Y qué hay ahora?
—Puedes intentarlo, pero no puedes lastimarme. Sería mejor que lo guardaras para tus enemigos.
Un golpe en la puerta interrumpió su broma.
—Su Alteza, es Orian. Le traje té —anunció la voz.
La puerta se abrió y Oriana entró al estudio, sólo para encontrarse con dos pares de ojos, uno azul profundo y otro, rojo intenso, que la miraban atentamente.
Desconcertada, bajó la mirada.
«¿Qué ocurre con estos dos? ¿Acaso vine en un mal momento?» pensó y caminó hacia el escritorio para colocar la bandeja.
Arlan miró a Drayce y pensó, «Deberías reservar esa mirada para tu mujer».
Drayce le ofreció una sonrisa burlona y pensó, «¿Te ofendió como si estuviera mirando a tu mujer?».
«Mi posesión».
«Lo que sea».
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