—¡Cielos! —Emmelyn se presionó el pecho en shock. Miró su mano que hace dos segundos sostenía un cuchillo y a la serpiente en la esquina de la habitación.
No sabía si la bruja enfrente de ella realmente había convertido su cuchillo en una serpiente o si solo era una ilusión óptica.
De cualquier manera, no se atrevió a tocar la serpiente para confirmar sus dudas.
—¿Quién eres? —preguntó Emmelyn con una mirada penetrante a la señora Adler—. ¿Qué sabes sobre mí?
La señora Adler le devolvió a Emmelyn una mirada aguda y no respondió de inmediato.
Después de un rato, finalmente habló. —Solo sé que estás maldita. Estás rodeada de mala suerte. Cualquiera que se acerque a ti experimentará infortunio.
—¿Cómo sabes que estoy maldita? ¿Cuál es la prueba? ¿Qué ves en mí que demuestre que tengo mala suerte? —preguntó Emmelyn urgentemente.
No se atrevió a amenazar más a la bruja porque estaba preocupada de que la anciana pudiera contraatacar haciendo que más serpientes la atacasen.
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