Pocos momentos después de que Larry y Marlo desaparecieran, Vera y Kristine Joel salieron de un corredor perpendicular. Sin ninguna inclinación a ser sigilosas, la madre se acercó a la bolsa en el suelo y la recogió.
Dentro de la bolsa había un par de llaves doradas, así como un centenar o algo así de pequeños diamantes. No era suficiente para permitirles llevar una vida extremadamente lujosa, pero al menos podrían vivir cómodamente en la Posada durante unos años.
—Voy a extrañar este lugar —dijo Kristine con cariño.
—¡Pues yo no! —exclamó Vera antes de tomar una llave dorada y desaparecer.
No pasaría mucho tiempo antes de que su madre descubriera por qué estaba tan ansiosa por irse. Después de todo, uno de los principios de la profecía era revelar solo lo absolutamente necesario. Cuantos más detalles revelaban, más mala suerte acumulaban, y la ley de la suerte era tenaz.
Un solo momento después, Kristine también desapareció.
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