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La Decisión de Frajesmate

A los 22 años, Frajesmate se encontraba en un punto crucial de su vida. Había crecido tanto en cuerpo como en espíritu, y su mente estaba marcada por las enseñanzas de su mentor, Skavila. Las experiencias vividas, las historias de sufrimiento y valentía que Skavila le había compartido, y las ruinas de su antigua comunidad, habían dejado en él una marca indeleble. Era como si cada piedra derrumbada, cada vestigio de la grandeza que alguna vez fue, susurrara al oído de Frajesmate, incitándole a actuar.

Frajesmate no podía ignorar lo que veía y sentía. El dolor y la desesperación de su pueblo, los Dominitianos, eran una herida abierta que necesitaba ser sanada. Cada vez que recorría los senderos que solían ser transitados por su gente, sentía una profunda conexión con la tierra, una obligación de protegerla y de redimirla. El virreinato de Oftalmolecusamp, con su cruel opresión, se cernía sobre ellos como una nube oscura, sofocando cualquier chispa de esperanza. Pero dentro de Frajesmate, esa chispa no solo sobrevivía, sino que crecía. Se transformaba en una llama ardiente de determinación que iluminaba su corazón y su mente, llevándolo a una decisión inquebrantable: liderar la lucha contra sus opresores.

Las noches eran el momento en que Frajesmate más reflexionaba sobre su vida y las decisiones que debía tomar. A menudo, su mente regresaba a su infancia, a los días en que aún no entendía completamente la magnitud del dolor y la opresión que su pueblo sufría. Recordaba a sus padres, personas llenas de amor y esperanza, que habían intentado protegerlo del horror del mundo exterior. Pero no podían ocultarle la verdad para siempre.

Una noche en particular, poco antes de que sus padres fueran asesinados, su madre le había contado una historia sobre los antiguos líderes del pueblo Dominitiano. Le habló de Mytravael y Zulikiga, los últimos grandes líderes de los imperios Dominitiano y Tihuahán, quienes habían dado su última charla en ese mismo lugar donde ahora yacían las ruinas. Le habló de su valentía, de cómo se mantuvieron firmes ante la adversidad, sabiendo que su fin estaba cerca, pero sin ceder a la desesperación. Frajesmate no comprendió plenamente el significado de esa historia en ese momento, pero ahora, años después, esas palabras resonaban en su mente con una claridad que antes no había experimentado.

Sabía que no podía permitir que el sacrificio de sus antepasados fuera en vano. El espíritu de Mytravael y Zulikiga vivía en él, y era su deber continuar su legado. La decisión de luchar por su pueblo no fue un acto impulsivo, sino el resultado de años de reflexión, de entender profundamente el sufrimiento de su gente y de la responsabilidad que había heredado.

Con su decisión tomada, Frajesmate se embarcó en la tarea de reunir a aquellos que compartían su visión. Sabía que no podía luchar solo contra el virreinato; necesitaba aliados, personas dispuestas a arriesgarlo todo por la libertad. Sus primeros pasos fueron tímidos, casi vacilantes, pero a medida que se encontraba con más Dominitianos que habían sufrido bajo el yugo del virreinato, su determinación se fortalecía.

Frajesmate recorrió aldeas y asentamientos, lugares donde la esperanza parecía haber sido extinguida. Allí, encontró a hombres y mujeres que habían perdido a sus seres queridos, que habían sido testigos de las atrocidades cometidas por los soldados del virreinato. Personas que habían visto arder sus hogares, que habían sufrido el hambre y la desesperación. Con cada encuentro, Frajesmate hablaba con ellos, compartiendo sus sueños y esperanzas, pero también su dolor y su rabia. Les habló de la posibilidad de un futuro diferente, uno en el que no tuvieran que vivir con miedo, en el que sus hijos pudieran crecer en paz y prosperidad.

Al principio, muchos se mostraban reacios. La opresión del virreinato había sido tan prolongada que la idea de resistir parecía un sueño imposible. Pero la pasión y la convicción de Frajesmate eran contagiosas. Poco a poco, logró convencer a un pequeño grupo de valientes, aquellos que estaban dispuestos a seguirlo hasta el final, a luchar por un futuro mejor.

Entre los primeros en unirse a su causa estaban Velior y Althea, dos hermanos que habían perdido a su familia en una incursión del virreinato. Velior, el mayor, era un hombre fuerte y decidido, cuya ira hacia los opresores solo era igualada por su amor por su hermana. Althea, por su parte, era una joven ágil y astuta, con una mente estratégica y un corazón lleno de coraje. Juntos, formaron el núcleo del grupo de rebeldes de Frajesmate.

Otro que se unió a ellos fue Garvin, un antiguo herrero que había visto cómo su taller era destruido por los soldados del virreinato. Garvin era un hombre mayor, con cicatrices tanto físicas como emocionales, pero con una habilidad única para fabricar armas y armaduras. Su conocimiento resultó invaluable para el grupo, y bajo su guía, comenzaron a prepararse para los enfrentamientos que estaban por venir.

Cada nuevo recluta traía consigo una historia de dolor y pérdida, pero también de esperanza y determinación. Frajesmate se dio cuenta de que no solo estaba reuniendo un grupo de guerreros, sino también de almas afines, personas que compartían su visión de un futuro libre de opresión. Con cada nuevo miembro, el grupo crecía en fuerza y cohesión, convirtiéndose en una unidad preparada para enfrentarse a cualquier desafío.

Frajesmate sabía que debía actuar con cautela. El virreinato de Oftalmolecusamp tenía espías por todas partes, y cualquier movimiento en falso podría llevar a la destrucción de su incipiente grupo de rebeldes. Además, había otro motivo para su secreto: Skavila. Su mentor había sido una figura protectora y sabia, pero también era profundamente cauteloso, especialmente después de lo que había sucedido con sus propios padres. Frajesmate estaba seguro de que Skavila no aprobaría sus planes, al menos no en el estado actual de las cosas.

Decidió, por tanto, planificar en secreto. Utilizando el conocimiento que había adquirido sobre tácticas de guerrilla y combate, diseñó una serie de ataques sorpresa contra las fuerzas del virreinato. Se aseguraba de que sus movimientos fueran impredecibles, golpeando rápido y retirándose antes de que el enemigo tuviera tiempo de reaccionar. Frajesmate y su grupo comenzaron a estudiar los movimientos de las tropas del virreinato, identificando sus puntos débiles y las mejores oportunidades para atacar.

La primera incursión fue un éxito rotundo. Frajesmate había planeado un ataque contra un pequeño destacamento de soldados que patrullaban una aldea cercana. Utilizando el conocimiento del terreno y la sorpresa a su favor, él y su grupo lograron emboscar a los soldados, derrotándolos sin sufrir bajas. Los Dominitianos capturados por los soldados fueron liberados, y el destacamento fue desmantelado. Fue un golpe directo al corazón del virreinato y un claro mensaje de que la resistencia estaba viva.

La noticia del éxito de la incursión se propagó rápidamente entre la comunidad Dominitiana. Los rumores de que un grupo de rebeldes liderados por un joven valiente estaba desafiando al virreinato llenaron a todos de esperanza y valentía. Frajesmate se convirtió en un símbolo de resistencia, y comenzó a ganar más seguidores. Cada éxito alimentaba la moral del grupo, y cada nuevo seguidor fortalecía su causa.

Con cada ataque, Frajesmate y su grupo mejoraban sus tácticas, aprendiendo de sus errores y adaptándose a las respuestas del enemigo. La lucha no estaba exenta de riesgos; había momentos de incertidumbre, enfrentamientos imprevistos y decisiones difíciles que tomar. Pero Frajesmate siempre mantuvo su enfoque en el objetivo final: liberar a su pueblo de la opresión.

El éxito de los primeros ataques motivó a más Dominitianos a unirse a la causa. Aquellos que habían sido escépticos al principio ahora veían en Frajesmate una oportunidad real de cambio. Algunos vinieron de aldeas remotas, otros de comunidades que habían sido completamente devastadas por el virreinato. Pero todos compartían la misma esperanza: la posibilidad de una vida mejor.

Frajesmate se aseguró de que su grupo creciera de manera organizada. Dividió a sus seguidores en pequeñas unidades, cada una encargada de diferentes tareas: desde la recolección de información hasta la fabricación de armas, pasando por el entrenamiento y la planificación de futuros ataques. Utilizando su conocimiento de tácticas militares, enseñó a sus seguidores a luchar de manera efectiva, maximizando sus fortalezas y minimizando sus debilidades.

A medida que la resistencia crecía, también lo hacía la carga del liderazgo sobre los hombros de Frajesmate. Sabía que cada decisión que tomaba podría significar la vida o la muerte para sus seguidores. Se esforzaba por ser justo y sabio, siempre considerando el bienestar de su grupo. Pero también entendía que la lucha por la libertad requería sacrificios, y estaba dispuesto a hacer lo necesario para asegurar el éxito de su misión.

Frajesmate comenzó a ganarse el respeto y la lealtad de sus seguidores, no solo por su valentía en el campo de batalla, sino también por su capacidad para escuchar y tomar decisiones difíciles. Se preocupaba por cada miembro de su grupo, valorando sus opiniones y asegurándose de que todos tuvieran un papel importante que desempeñar en la lucha.

El virreinato de Oftalmolecusamp no tardó en reaccionar ante la creciente amenaza de la resistencia. Los soldados intensificaron su vigilancia en las aldeas, aumentaron la brutalidad de sus represalias y comenzaron a buscar activamente a Frajesmate y su grupo. El virreinato estaba decidido a aplastar cualquier intento de rebelión antes de que pudiera crecer.

Para Frajesmate y su grupo, los tiempos se volvieron aún más peligrosos. Las incursiones se volvieron más arriesgadas, y el margen de error, más estrecho. Pero cada obstáculo solo fortalecía su determinación. La lucha por la libertad era peligrosa y costosa, pero Frajesmate sabía que no podían detenerse ahora. Había llegado demasiado lejos, y su objetivo estaba más claro que nunca: liberar a su pueblo de la opresión y restaurar su dignidad y derechos.

A pesar de las dificultades, Frajesmate no perdió de vista su objetivo. Sabía que la lucha por la libertad no sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío para asegurar un futuro mejor para su pueblo. En las noches más oscuras, cuando el miedo y la duda intentaban apoderarse de él, recordaba las palabras de Skavila, la historia de Mytravael y Zulikiga, y el sufrimiento de los Dominitianos.

Frajesmate se juró a sí mismo que no descansaría hasta ver a su pueblo libre, hasta que la opresión del virreinato fuera solo un mal recuerdo. Su decisión de liderar la resistencia se convirtió en una misión sagrada, una promesa que estaba decidido a cumplir, sin importar el costo. Sabía que la libertad no se ganaba sin sacrificio, pero también sabía que era un sacrificio que estaba dispuesto a hacer.

Con cada día que pasaba, Frajesmate se fortalecía, no solo como líder, sino también como símbolo de la esperanza y la determinación de su pueblo. La lucha por la libertad se había convertido en su vida, y no se detendría hasta haber logrado su objetivo. Así, con la llama de la justicia ardiendo en su corazón, Frajesmate continuó su lucha, decidido a cambiar el destino de su pueblo y a liderarlos hacia un futuro de libertad y dignidad.