Adentrándose en el espeso bosque, Skavila llevó al niño a un mini refugio escondido. Este refugio, una cabaña oculta entre los árboles y la maleza, se convertiría en su hogar temporal. Construida con materiales rústicos, la cabaña estaba estratégicamente situada para pasar desapercibida, protegida por la densa vegetación y el terreno accidentado.
Skavila, el último de todo un imperio, el último Dominitiano, estaba huyendo de los soldados del virreinato de Oftalmolecusamp. Este virreinato, conocido por su crueldad y despotismo, había extinguido al Imperio Dominitiano. Los soldados de Oftalmolecusamp no solo buscaban a Skavila para matarlo, sino que también querían esclavizar a toda la población que encontraban, explotándolos y torturándolos sin piedad. Skavila había visto de primera mano la devastación y el sufrimiento que estos soldados traían consigo, y estaba decidido a proteger al niño de semejante destino.
En el refugio, Skavila dedicó sus días a enseñar al niño las habilidades básicas para sobrevivir y mantenerse oculto. Les mostró cómo construir trampas para cazar pequeños animales y cómo recolectar y almacenar alimentos de forma segura. Les enseñó a escuchar los sonidos del bosque, a interpretar los signos de peligro y a moverse con sigilo para evitar ser detectados. El niño, aún sin nombre, observaba con atención, absorbiendo cada lección y demostrando una sorprendente habilidad para aprender rápidamente.
Skavila también se aseguró de que el niño tuviera tiempo para descansar y recuperarse. En las noches, mientras el fuego del refugio crepitaba suavemente, Skavila le contaba historias sobre el antiguo Imperio Dominitiano, sobre su gente, sus tradiciones y su lucha por la libertad. Le habló de héroes valientes y de grandes batallas, de tiempos de paz y prosperidad, y de la belleza de la cultura Dominitiana. El niño, con los ojos abiertos de par en par, escuchaba fascinado, desarrollando un fuerte vínculo con Skavila.
Aunque el peligro acechaba en cada rincón, el refugio les proporcionaba un breve respiro, un lugar donde podían soñar con un futuro mejor. El niño comenzó a ver a Skavila no solo como su protector, sino también como un mentor y una figura paterna. Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, mientras Skavila y el niño se adaptaban a su nueva vida en el bosque.
El niño, que aún no tenía nombre, comenzaba a desarrollar sus propias habilidades y a contribuir al mantenimiento del refugio. Ayudaba a Skavila a construir trampas más complejas, a recolectar alimentos y a asegurar el perímetro del refugio. Cada día se volvía más fuerte y más seguro de sí mismo, y Skavila veía con orgullo cómo el niño se transformaba en un joven valiente y capaz.
Sin embargo, la amenaza del virreinato de Oftalmolecusamp siempre estaba presente. Skavila sabía que no podían quedarse en el refugio para siempre. Debían encontrar una manera de enfrentarse a sus enemigos y reclamar su libertad. Pero por ahora, en la seguridad del bosque, Skavila y el niño podían soñar con un futuro mejor y prepararse para los desafíos que estaban por venir.