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DIOSES DEL MUNDO DEL RÍO (19)

Otros podían estar inseguros acerca de a quienes deseaban resucitar para poblar sus mundos privados, pero Thomas Million Turpin no era uno de ellos. Deseaba a Scott Joplin, Louis Chauvin, James Scott, Sam Patterson, Otis Saunders, Artie Mathews, Eubie Blake, Joe Jordan. Montones de otros, a los que conocía y amaba de los días del ragtime, todos grandes músicos, aunque los más grandes eran Joplin y Chauvin. Tom podía tocar el piano como un ángel, pero aquellos dos estaban a tres círculos del Cielo por encima de él, y los adoraba.

¿Las mujeres? La mayoría de aquellas que había conocido en la Tierra eran prostitutas, pero algunas de ellas eran fáciles de soportar y dignas de ver. Cuando había estado en el Valle, se había enamorado de una mujer a la que nunca había dejado de amar, una antigua egipcia llamada Menti. Quizá hubiera muerto; de ser así, podía traerla de vuelta. Hacía treinta años desde que la había visto por última vez, pero ella no debía haberle olvidado. Era una caucasiana, pero de piel más oscura que la de él, y no sentía

ningún prejuicio hacia los negros. Era la hija de un mercader de Menfis, Egipto, no Memphis, Tennesee. Ella... había sido la primera que había pedido que buscara la Computadora.

Incluso había compuesto una pieza de ragtime en su honor, «Mi bella egipcia», que tocaría para ella una vez se adaptara a su nueva vida.

Exactamente en el centro de su mundo, Turpinville, se erguiría su Café Nuevo Rosebud. No sería jamás el original, el cuadrado edificio de ladrillo rojo en el 2220 de Market Street en el distrito del barrio chino negro de St. Louis. Tendría diez pisos de altura, y sería redondo, con sus paredes de aleación de oro, incrustadas con diamantes y esmeraldas. El techo estaría rematado por una gran T en aleación de oro. T por Turpin.

Las calles a su alrededor estarían pavimentadas con ladrillos de oro, y aparcados a su alrededor habría Rolls-Royces, Cadillacs, Studebakers, Mercedes, Stutz Bearcats, Cords.

La pequeña ciudad tendría otros edificios a su alrededor, de tres pisos de altura, hechos también de aleación de oro e incrustados con joyas. Soñaba realmente con ello. Habría una gran fuente delante del Rosebud, que manaría bourbon día y noche sobre una estatua de oro de un piano. Habría otras fuentes manando champán y ginebra y licores sobre las estatuas de Joplin y Chauvin y Turpin. Las decoraciones y los muebles en los edificios harían que J. P. Morgan se volviera verde de envidia. Claro que el viejo pirata nunca llegaría a verlas.

Habría un centenar de pianos en Turpinville, y violines, y trompetas, y baterías, y todos los instrumentos que fueran necesarios. Los sirvientes serían androides, todos de piel blanca, y se dirigirían a los invitados de Tom como Massah y Marse, independientemente de su sexo. Pero Tom sería el único al que llamarían Boss.

Fuera de los cuarenta edificios de la ciudad habría un bosque con un río y arroyos y algunas grandes lagunas y altas colinas aquí y allá. Una carretera de cemento serpentearía por entre el bosque de modo que Tom y sus amigos y las mujeres que los acompañaban pudieran conducir sus lujosos coches siempre que lo desearan. Los bosques y lagunas y arroyos estarían llenos de conejos y jabalíes y zorros y patos y faisanes y urogallos y pavos y peces y tortugas y cocodrilos. A Tom le gustaba cazar; imaginaba ya abatir montones de conejos y patos.

¿Estás planeando pasártelo bien para siempre? dijo Nur.

Quizá no para siempre dijo Tom. Sólo durante tanto tiempo corno dure. La expresión de Nur le hizo sentirse intranquilo, aunque no supo decir por qué.

Será un mundo saltarín le dijo a Nur, y desde entonces, cuando se refería a su universo privado, lo llamaba «el Planeta Saltarín».

Has recorrido un largo camino, muchacho se dijo a sí mismo.

¿Qué? dijo Nur.

Que he recorrido un largo camino. Nací en una ruinosa cabaña en Savannah, Georgia, pero mi padre era un gran hombre, grande en muchos aspectos. Hizo buen dinero, y nos mudamos a una enorme y lujosa casa, no me refiero a un prostíbulo, quiero decir una casa hermosa como aquellas en las que vivían los ricos blancos. Pero entonces el Ku Klux Klan empezó a causar problemas, y mi Pa decidió que nos fuéramos al Mississippi. Había en Savannah una calle llamada Turpin Hill, por mi padre y sus hermanos. Eso te dirá lo gran hombre que era mi Pa.

Tuvo aún más problemas con la gente blanca en el Mississippi, de modo que se mudaron de nuevo, esta vez a St. Louis. Allí se instalaron en los bajos fondos del distrito negro, y «Honesto John» Turpin hizo una fortuna con su Silver Dollar Saloon y su pensión para caballos.

Mi Pa decía que nunca trabajaría para otro hombre después de que los esclavos fueron liberados, y nunca luchó con los puños. Era un hombre luchador, sin embargo. Agarraba al otro hombre por las muñecas, se las juntaba, y golpeaba su cabeza contra la del hombre. Pa tenía el cráneo más duro al oeste del Mississippi, y al este también.

Siempre dejaba al otro sin sentido. El pobre tipo se pasaba una semana tambaleante, medio ciego y viendo estrellitas brillantes. Nadie hacía nunca el tonto con mi Pa.

Como tantos otros músicos negros, Tom había sido un autodidacta, pero, al revés de muchos, sabía leer música.

Cuando tenía dieciocho años, yo y mi hermano Charlie fuimos al Oeste simplemente para ver el país. El buscaba oro también, había mucho oro por allí por aquel entonces, aunque no era fácil arrancarlo de la tierra. Pasamos un año en Nevada, pero el oro simplemente se escondía cuando nosotros estábamos por allá.

»Morí el 13 de agosto de 1922. La Vieja Muerte tenía una cabeza más dura que la de Pa, y yo no pude ganarle. La Vieja Muerte, la única persona honesta en todo St. Louis. No aceptaba sobornos, nada de dinero bajo mano. Pero le di mucho trabajo, y aún sigo dándoselo. No tuve hijos, pero me llamaron el padre del ragtime de St. Louis.

Tu esposa también tuvo éxito, y tu hermano Charlie dijo Frigate. Fue alguacil, el primer negro elegido para ese puesto en Missouri. Cuando murió, creo que fue el día de Navidad de 1935, dejó ciento cinco mil dólares en un fondo fiduciario para su familia. Era mucho dinero en aquellos días.

Mucho más aún para un negro dijo Tom. ¿Mil novecientos treinta y cinco, dices?

Le he preguntado a la Computadora si podía conseguir un libro titulado Todos tocaban ragtime dijo Frigate. Te gustará leerlo. Habla mucho de ti. Te hará sentirte orgulloso.

No necesito ningún libro para eso, pero lo leeré.

Al día siguiente que la Computadora le dijera que su Planeta Saltarín estaba listo, Tom Turpin entró en él. Eran las diez de la mañana; el cielo era azul excepto unas cuantas diáfanas, algodonosas, aparentemente muy altas nubes. Tom bajó los peldaños que conducían a él y encontró, como había ordenado, a su chófer y a su Mercedes-Benz convertible de 1920 aguardándole. El chófer androide medía metro noventa de estatura, tenía la piel pálida, los ojos azules, y el pelo amarillo. Era también el blanco más feo que hubiera visto nunca Tom, debido a que su rostro había sido diseñado por el propio Tom. Llevaba un típico uniforme de chófer, excepto que era rosa.

Para que haga juego con el coche había dicho Tom a los otros. Subió al asiento de atrás y dijo:

A casa, James. La belleza se puso en marcha, ronroneando suavemente, e iniciaron el largo y serpenteante camino a través del túnel formado por las entrecruzadas ramas de los árboles.

No hubiera debido hacer la carretera tan estrecha murmuró Tom. Pero qué infiernos, no viene ningún tráfico.

Al cabo de un rato los bosques empezaron a clarear, y pasaron junto al borde de un largo. Su superficie estaba brillantemente coloreada con patos y gansos y garzas y grullas pescando en las aguas someras. A todo su alrededor había el ruido de graznidos y chirridos y extraños gritos.

La carretera se alejaba de Turpinville, acercándose al borde de la enorme cámara.

No conocería nada de esto si no lo conociera dijo Turpin. Parece como si hubiera más bosques y colinas allí. Pero no voy a acercarme demasiado a la pared. Quiero mantener la ilusión.

Desde la entrada, un sendero directo a Turpinville tendría tan sólo cuatro kilómetros trescientos metros. La carretera diseñada por Turpin tenía al menos quince kilómetros, sin embargo, hasta la ciudad, y podía tomar otro ramal y efectuar un viaje de al menos treinta y cinco kilómetros. De tanto en tanto podía ver los techos de su ciudad, y su corazón latía con orgullo.

Mía, toda mía.

Cuando salieron del penumbroso bosque en dirección a Turpinville, deseó haber arreglado las cosas de modo que una gran banda y una multitud salieran a recibirle. El lugar estaba tan vacío, tan silencioso.

Una ciudad fantasma antes de su tiempo dijo. Bien, estará repleta de sonidos y de gente antes de mucho.

El coche se detuvo delante del Rosebud, y Tom salió. Cruzó la plaza de la ciudad hasta la fuente central, tomó una copa de plata de una hornacina en sus cimientos, la hundió en el oloroso líquido, y bebió.

¡Hombres, eso es lo mejor de lo mejor! Pero necesito las viejas multitudes, la música, el humo, las risas, los... amigos. No es divertido beber solo, hablar solo.

Entró en el Rosebud, subió en el ornamentado ascensor hasta el tercer piso, entró en su suite, se dirigió a la habitación donde había una enorme consola, y empezó a buscar.

Tres semanas más tarde, tenía no tan sólo a la cuarentena de personas que quería, sino a dos mil.

Es el cielo de los negros dijo a sus antiguos compañeros durante una de las raras ocasiones en que asistió a sus veladas. Es como un circo de pulgas. Todo el mundo está saltando.

Tom se sintió divertido cuando Frigate frunció el ceño ante la expresión «el cielo de los negros». Frigate era un liberal que consideraba repulsivos tales términos. Tom no los toleraba de los demás, a menos que fueran negros, pero no había dudado en usarlos él. Cuando Frigate le preguntó por qué lo había hecho así, Tom respondió que simplemente porque quería. No había sido capaz de romper sus viejos hábitos de la Tierra.

Has vivido lo suficiente en el Mundo del Río como para haberlo superado dijo Nur.

Aleja el dolor.

Flagelarte tú mismo es un curioso método de curar las heridas dijo Frigate. Parecía no haber ninguna respuesta a eso. Aphra dijo:

¿Cuándo vamos a poder ver tu mundo?

¿Qué os parece el viernes próximo? dijo Tom. Os lo pasaréis bien. Os divertiréis. Hablaré a mis amigos de vosotros, y a ellos no les importará que vayáis. Se echó a reír. Siempre que sepáis cuál es vuestro lugar.

Después de que Turpin se hubiera ido, Frigate dijo:

Después de sesenta y siete años aquí, los viejos demonios de la Tierra siguen haciendo de las suyas.

Nunca Seguirá Adelante hasta que esos demonios desaparezcan de él dijo Nur. Me refiero a sus efectos.

Lo que había nacido en la Tierra no había muerto necesariamente en el Mundo del Río. Sin embargo, como decía Nur, la humanidad en general había hecho bastantes progresos, tanto éticos como psíquicos.

Dílo en inglés llano murmuró Burton. Te refieres a que muchos se han convertido en unos seres humanos mejores.

Sí. El Mundo del Río es un duro remodelador, pero los cambios muy pocas veces se producen sin dolor.

Nur permaneció en silencio durante un momento, luego dijo:

Tom tiene muchas buenas cualidades. Normalmente es alegre, siempre es valeroso, resulta fácil convivir con él si no le pisas los talones, lo cual es como tiene que ser. Pero nunca ha dicho que lamentara su pasado de alcahuete. Un hombre que trata con prostitutas es en sí mismo un prostituto, y se halla metido en negocios violentos y sucios. Tiene que ser duro y despiadado y mancharse de tanto en tanto las manos de sangre. Carece de una cierta empatía.

Hubo otro silencio, roto cuando Frigate dijo:

¿Y?

No es solamente en Tom en quien estaba pensando. Todos vosotros os habéis sellado en nuestros pequeños mundos. ¿Puede una persona crecer en el vacío?

Por supuesto que podemos dijo Frigate.

Veremos dijo Nur.

Sólo él había cambiado de opinión acerca de mudarse. Había decidido quedarse en su apartamento.

Que es un mundo lo suficientemente grande para mí.

Y eso significa problemas dijo Burton. Algunos de entre los recién resucitados desearán esos mundos vacíos para ellos, y estarán dispuestos a derramar sangre para conseguirlos.