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Capítulo siete: nacimiento de un prodigio.

Desde aquel día, la presencia demoníaca en faerun resurgió como fénix entre sus cenizas.

Las espadas y magia de Muranotachi fue llamada por todo el plano, costa de la espada, tethyr, puerta de baldur, Waterdeep, candlekeep, amn, luskan, Mithril Hall, Calimshan, cormyr, thay.

Todo el continente Faerûn fue atacado por demonios pero algo había cambiado durante los siglos que estos demonios desaparecieron por culpa de Ryuma y Kenji.

Los demonólogos de la ciudad de que estos dos fundaron, cuando habían asediado el averno, estos eruditos espadachines repartieron los conocimientos que obtuvieron durante tantos años.

Para cuando los mercenarios espadachines y sus congéneres mágicos, solo tuvieron que rastrear el campamento y aniquilarlo.

Todo ese tiempo hasta la actualidad seguían ese ciclo, atacar poblados y ciudades, asesinatos, emboscadas, aguantar y los habitantes de Muranotachi harían el resto.

Dentro de esta ciudad sagrada para cualquier que siga el camino del guerrero y de la espada, en especial la casa Roronoa, las parteras qué estaban en la habitación de la matriarca Akane Shimotsuki, la estaban ayudando a dar a luz.

Su cuerpo sudando mares, sus mechones de pelo se pegaban a su cuerpo, sus gemidos y gritos de dolor resonaban en la casa Roronoa.

Y cuando las parteras estaban a punto de llamar a los médicos de la ciudad, finalmente pudieron ver la cabeza del niño.

Le pidieron que empuje y sople a la matriarca, y con las últimas de sus fuerzas, el niño salió, las parteras le sacaron el líquido amniótico y el bebé estando en un líquido cálido y de confort, sintió el frío ambiente recorrer cada parte de su cuerpo haciéndolo llorar.

Las parteras se dividieron en dos, curando a la madre y limpiando el niño y envolverlo en suaves ropajes y frazadas.

Para cuando querían darle su hijo a la madre, escucharon la puerta de la habitación abrirse y ahí estaba, el patriarca Roronoa Ryota, el no dijo nada y sólo señaló que le dieran al bebé a su esposa.

Ellas le hicieron caso, la madre, cansada y sin fuerzas hizo el último esfuerzo después de horas de parto, vio cómo su hijo, Roronoa Zoro lloraba y cuando abrió los ojos, notó que eran los hermosos ojos plateados de los Roronoa.

Ella sonrió y el niño al ver esto y sin entender lo que pasaba, se calmó como mar después de una gran tormenta.

Pronto los dos se durmieron, las parteras con ayuda del patriarca, trasladaron a Akane Shimotsuki a otra cama limpia y cómoda.

Ryota por su parte, se sentó al lado de su mujer y la acarició y acomodó el pelo detrás de su oreja mientras ella sostenía a su hijo.

Al verlos dormir profundamente, solo agarró un cojín alto y se sentó sobre él, en pocos segundos comenzó a meditar y proteger a sus dos seres queridos más apreciados.

Pero su mente calmada y sin pensamientos le hizo recordar sobre la conversación con ese zetch'r'tk.

No sabía cuándo atacarían, en días, semanas, meses, años, décadas, es difícil estimar la edad de un demonio, no cuando está fuera de combate.

En su meditación sintió a alguien fuera del edificio del patriarca, iba despacio, temeroso de hacer ruido, pronto llegó a su puerta y la tocó suavemente.

Al escuchar el sonido de que pase, era el mismo tiefling qué le había dado la carta sobre el campamento en el bosque sombrío, sin embargo algo había cambiado en él.

Su brazo izquierdo había desaparecido, y tenía una cicatriz gigante cubriendo su ojo izquierdo como si fuera un rayo, pero algo no cambió en él desde que los Roronoa lo adoptaron aquel día.

Su sonrisa brillante y una lealtad absoluta a esta gente y ciudad.

-patriarca felicidades.- dijo el tiefling con sinceridad.

Ryota solo sonrió y asintió, poco después él joven guerrero se fue, recorrió toda la ciudad después de volver de una misión contra los demonios, para felicitar al hombre que le enseñó todo lo que sabía.

Desde ese momento, las cicatrices y marcas de guerra, las pérdidas y banquetes en nombre de los hombres y mujeres, tanto espadachines o por aquellos que vinieron a Muranotachi a buscar un refugio.

Desde aquel día, todo cambió en Faerûn, pareciera que la ciudad volvió a sus viejas costumbres.

Recibir una misión o contrato, ir al lugar donde están infestados de demonios, aniquilarlos, traer marcas de guerra, buscar la recompensa y darla a la ciudad.

Sin embargo esos tiempos eran diferentes de estos, cuando ese zetch'r'tk probó esos artefactos contra la magia sagrada, y contra los haki de observación, los débiles fueron filtrados en la ciudad.

Padres lloraron en silencio, madres estaban siendo consoladas, hermanos haciendo juramentos en silencio, hijos entrenaban aún más cada día, ancianos alzaron de nuevo sus espadas en busca de venganza, amantes lloraban en el cementerio de la isla de Kaito.

Pero lo que no esperaba Ryota era que su hijo de cinco años, fuera desafiando a un combate.

Roronoa Zoro, de ojos grises del color de una espada, pelo de color verde oscuro como hoja de árbol en primavera.

El estaba jugando en la casa principal del clan Roronoa y entre su constante curiosidad, encontró un pedazo de hierro afilado en la punta, siempre vio a los hombres de su padre blandir espadas y él la confundió con una.

Para cuando un guerrero que le tocaba hacer guardia en las afueras de la casa del patriarca, que en sus adentros creé que es innecesario, encontró a Zoro practicar con el pedazo de hierro afilado.

No esperaba que copiará exactamente cada movimiento de un guerrero entrenado de forma constante e incluso mejoró la postura, él sorprendido siguió observando al niño.

Cuando se cansó, le habló, le dijo de quien aprendió el entrenamiento básico de sostener una espada.

Respondió que solo lo vio cuando acompañó a su padre para conocer su hogar, y desde entonces lo práctico.

El guardia sorprendido le preguntó cuándo fue eso, y el joven niño respondió que fue hace unas horas.

El guardia con el ceño fruncido y ojos abiertos por la sorpresa casi gritó, rápidamente fue darle las noticias a su patriarca.

Corrió durante unos minutos y fue a donde siempre meditaba su patriarca, un árbol oscuro con hojas rosadas qué con la brisa del viento desprendió sus hojas.

Presentó sus respetos y le dijo lo que vio sobre su hijo, al escucharlo, cerró sus ojos y los abrió con fuerza mientras se ponían rojos, algo común cuando se usaba con fuerza el haki de observación.

Ahí estaba, la forma de su hijo, sosteniendo un pedazo de metal afilado en la punta, Ryota con su experiencia notó cómo el niño acomodaba su cuerpo de forma instintiva, ante cada balanceo de su 'arma'.

-¿desde hace cuanto está así?- preguntó Ryota al guardia.

-por lo que me dijo fue durante horas.- respondió el guardia tocando su barbilla pensando.

-Llama a los ancianos, parece que tenemos un talento en Muranotachi.- dijo Ryota sonriendo mientras se levantaba y tenía su mano en el mango de su katana.

-cuando vuelvas, trae una espada de madera.- dio la última orden el patriarca mientras iba hacia su hijo.

Zoro mientras tanto seguía balanceando su espada mientras sonreía por como su cuerpo respondía ante su entrenamiento extenuante.

-¿Qué haces Zoro?- preguntó un hombre detrás del niño.

Cuando se dio vuelta, notó que su padre era quien le hablaba, un hombre en sus treinta, estaba vestido con la ropa que debía siempre llevar un patriarca cuando estaba dentro de la casa.

Ropa negra ceñida pero suelta y con una capa más de ropa que actuaba como capa de color negro y flagrantes llamas rojas color sangre.

-no estás viendo viejo. Estoy entrenando.- dijo Zoro sonriendo y con una actitud y hablar igual a la de su padre.

-oh… ¿a quien te vas a enfrentar que te llevo a entrenar?- preguntó divertido el patriarca.

-los demonios, hicieron que llorará mamá así que voy a entrenar y a cortarlos a todos.- dijo con seriedad.

Al escuchar esto, Ryota solo sonrió orgulloso pero algo triste, su cuñado o el hermano de su esposa, había muerto en combate contra un demonio de rango alto que anuló sus poderes sagrados.

El peleo sin miedo y con mirada desafiante ante la muerte, si no fuera por su sacrificio, todos los que lo acompañaban iban a morir, para cuando llegaron los refuerzos, el demonio estaba muerto al igual que el guerrero.

-entiendo pero te falta mucho más que solo un simple palo afilado.- dijo el hombre mientras sostenía su katana.

-Entonces conseguiré una espada mejor.- respondió sin dudar.

-¿Y si no funciona?- preguntó el padre.

-usaré dos espadas.- dijo sin miedo.

-¿y si no funciona de nuevo?- formuló la misma pregunta y cuando estaba a punto de ayudarlo debido a que su rostro se puso rojo de pensar, el niño habló.

-Entonces usaré tres espadas.- dijo de forma simple y con resolución.

-Es más que solo usar bien tres espadas mocoso, bien siéntate te voy a enseñar algo desde que Kenji Roronoa entró al camino del guerrero.- dijo Ryota sentándose en el césped.

El niño lo miró curioso y se sentó con la misma postura y espalda recta qué su padre.

-El camino del guerrero sigue siete principios: rectitud, valentía, compasión, respeto, honestidad, lealtad y autocontrol.

Siguiendo estos siete principios haces un juramento no escrito. Con el paso de los años, la vida te hará una prueba por cada principio y nunca debes copiar lo que hizo alguien cuando los enfrentó.

No deberías copiar o hacer lo mismo que hizo Roronoa Ryota, sino lo que debería hacer Roronoa Zoro, tu controlas tu propia respuesta, entonces yo te hago esta pregunta hijo ¿Qué vas a hacer cuando te enfrentes a estos retos?- dijo Ryota miraron seriamente a su hijo.

Zoro frunció el ceño y miró los ojos plateados de su padre pero de la nada suspiro y dijo que incluso sorprendió a su padre.

-los cortaré.- dijo de forma simple pero sería.

Al escuchar esto, Ryota quedó sorprendió y con ojos abiertos pero después comenzó a reír fuerte y ruidosamente.

Después de segundos seguidos de risa pura, el hombre sonrió divertido y miró a su hijo.

-esta bien, si tu quieres responder así es tu problema, pero para que puedas responder así te debo entrenar hasta que tus huesos se rompan, los ligamentos se fisuren, tus músculos se desgarran de tanto entrenamiento extenuante.-

Dijo el hombre seriamente y con autoridad en su voz mientras sonreía.

El niño solo sonrió ante tal desafío, pronto llegaron los ancianos y el joven guardia humano con una espada de madera.

-¿si patriarca?- preguntó uno de los ancianos Roronoa.

-Zoro tiene talento, un talento crudo y enorme como dragón, creo que debemos presentarlo ante enma y shusui para ver si es digno de portar el manto de ser un patriarca.- dijo Ryota seriamente a los ancianos Roronoa.

Ellos asintieron y le dijeron al patriarca qué primero debían ver el talento de Zoro, y por eso pidió la espada de madera.

-¿un sparring con Zoro?- preguntó sorprendido el guardia Roronoa.

Su patriarca asintió y este clavó la espada de madera enfrente del niño.

-si no logras derrotarlo te mandaré directo al mar mocoso- dijo Ryota a su hijo.

El niño con la misma seriedad que su padre, sacó la espada de madera de la tierra con facilidad demostrando su fuerza innata.

Copio la postura que hacían los guerreros de Muranotachi y esto sorprendió un poco a los ancianos.

Todos veían cada pliegue y articulación en el cuerpo de Zoro, el joven guardia aun nervioso y extrañado también hizo la postura que le enseñaron desde pequeño.

Los dos avanzaron paso a paso, y Zoro atacó con rapidez apuntando el rostro del guardia pero este lo bloquea de forma fácil.

Atacó a la rodilla pero el guardia la hizo retroceder por instinto y antes de que pudiera reaccionar sintió una punzada en su cuello, él por enojo ante el ataque atacó con fuerza en la mejilla izquierda.

Para cuando se dio cuenta de lo que hizo, se levantó sorprendido pero no escuchó el llanto que esperaba, en realidad Zoro ni siquiera gimió o aguanto el dolor.

Su mejilla izquierda estaba raspada y unas gotas pequeñas de sangre aparecieron pero su mirada era mortalmente sería.

El guardia le fue instruido qué puede lastimar al niño del patriarca y entonces comenzó a defenderse con fuerza pero con cuidados de no sobrepasarse.

Zoro atacó con ferocidad y sin miedo a lastimarse, e incluso su cabeza llegó a sangrar haciendo que entorpeciera su vista, sus brazos comenzaron a tener moretones pequeños pero estaban ahí.

Su ropa comenzó a rasgarse debido a que esquivaba pero casi no a tiempo haciendo que aparecieran franjas rojizas debido al roce de la espada de madera.

Sin embargo eso no significaba que el guardia tampoco fuera invencible, sus manos tenían marcas rojas debido a los golpes precisos e impredecibles del niño.

Incluso casi le deba en el ojo izquierdo un ataque en diagonal qué hizo el hijo del patriarca, si no fuera que lo esquivo con fuerza, no solo su nariz habría salido lastimada.

Los ancianos y Ryota observaban con ojo crítico a Zoro, incluso llegando a enseñar en mitad del combate.

Pronto a su reunión de enseñanza, llegaron los ancianos del clan Shimotsuki que fueron llamados después de dos horas seguidas de sparring entre Zoro y el guardia.

El niño jadeaba por el aire y su sudor recorría su cuerpo como agua de río.

El patriarca le explicó en pocas palabras lo que había sucedido, y sin más preámbulos, todos los ancianos dieron su aprobación para probar la resolución, lealtad, talento, mente y espíritu del niño.

Cuando les dieron el alto, el guardia solo respiraba ruidosamente pero el niño usó su espada como bastón para no caerse.

El joven guardia, recibió las órdenes de su patriarca para vendar y curar las heridas del niño, en menos de un minuto su cuerpo fue vendado y con magia curó las heridas abiertas que tenía.

El joven se le dio el día como descanso, Zoro por su parte siguió de cerca a su padre curioso por lo que quería hacer con él.

Los ancianos en todo camino se quedaron en silencio, y solo observaban al niño que se quedaba callado.

Pronto entraron a un edificio que tenía siglos de antigüedad, sin embargo no había un solo guardia aquí, solo libros y cuadros pintados por artistas de la ciudad o regalos de aquellos que fueron salvados por anteriores guerreros de aquí.

Ryota tocó una piedra de la pared que estaba cerca de un cuadro de enormes dimensiones donde estaban Ryuma con shusui quien está desprende un brillo más fuerte que el sol y Kenji con enma qué tenía un aura oscura y rojiza qué expulsaba flamas negras rojizas.

Los dos es estaban enfrentado a un dragón negro de gran tamaño y debajo de este había cientos de demonios de diferentes formas y tamaños.

El fondo del escenario del combate estaba destruido y lleno de cráteres y pozos, era un antiguo bosque cuando sucedió una de tantas proezas que hicieron durante su vida.

El muro de ladrillos expulsaron polvo y se separaron, detrás de este había una escalera que se adentraba en la tierra, los primeros en pasar fueron el padre e hijo y segundos después los ancianos.

Cuando todos llegaron al mismo nivel, había una sala adornada con numerosos recuerdos de batallas.

Cascos de demonios, armas de señores de fortalezas demoníacas, cuernos de dragones poderosos, todos y cada uno de ellos expulsaban lo que alguna vez fueron sus portadores, sus auras destructivas, corrosivas, demoníacas y cuando estaban a punto de atacar al grupo, una onda expansiva surgió del fondo de la sala de recuerdos de batalla.

Todas y cada una de ellas se escondieron con miedo y terror absoluto como si hubieran encontrado a su peor pesadilla.

Los ancianos y Ryota estaban acostumbrados debido a las numerosas pruebas que se hacían cada cinco años para ser patriarca de los Shimotsuki y Roronoa.

Pero para Zoro era diferente, nunca en su vida sintió tanta emoción, él no sabía cómo describirlo con sus palabras ni incluso para sí mismo.

Se sentía como si dos seres muy diferentes lo miraban tranquilamente como si no lo considerarán un intruso pero no temían en hacerle daño si fuera necesario.

El grupo caminó durante decenas de metros en la sala de trofeos de guerra y ahí estaban, dos katanas de hermosas y llamativas fundas.

Colocadas en dos alcayatas de mesa hechas de metal intrincado, Zoro se sintió observado de forma inmediata por estas katanas.

Observó como shusui con funda negra con detalles rosados parecía un dragón mirándolo fijamente pero tranquilo, incluso aún reposando mostraba orgullo y nobleza.

Enma era un caso diferente, con su funda lila y detalles dorados, tenía una presencia peor que la de un demonio, sentía como tres pares de ojos lo observaban con calma y sus tres bocas con colmillos sobresalientes lo hacían ver más aterrador.

Ryota y los ancianos de los dos clanes solo observaron la reacción del niño y lo último que esperaban era una sonrisa de asombro.

Y antes de que pudieran hacer algo, vieron cómo el niño iba a agarrar las dos espadas, y lo último que querían estas dos espadas legendarias era tener el mismo portador.

Apenas sus dedos pequeñas manos tocaron por completo las dos espadas qué reposaban, dos auras aterradoras hicieron presencia, Ryota activo su haki del conquistador y de armadura para salvar a su hijo pero las espadas le impiden siquiera dar un solo paso adelante o atrás.

Cuando los ancianos estaban a punto de ayudar al patriarca a salvar a su hijo, todos y cada uno de ellos del grupo, abrieron los ojos del horror que vieron.

Zoro sin darse cuenta se volteó y miró a los ojos de cada hombre del grupo, y todos tenían la misma mirada, miedo.

Sin que se diera cuenta, las presencias de las dos armas comenzaron a formar sus espíritus detrás de él.

Un dragón dorado enorme rodeaba al niño con sus alas como si lo protegiera de algo.

Y un demonio asura con ojos rojos y calmado, cada una de sus bocas tenían colmillos sobresalientes pero ahora tenían una espada cada una y sus seis manos eran las mismas.

Por primera vez en la historia desde la creación de shusui y enma, habían aceptado a un portador al mismo tiempo y siendo terriblemente joven.

El niño al ver el estado de todos, solo sonrió divertido y antes de pudieran hacer algo, el niño desenvaino las dos espadas y los pocos trofeos de guerra que aún mantenían el aura de sus antiguos dueños o partes de su cuerpo finalmente fueron exterminadas por completo, las armas, cuernos y demás perdieron sus esencia y poder, ahora solo son objetos con historia y un poco de poder mágico.

Cuando Zoro balanceo las dos espadas con habilidad y que casi les dobla en altura, su filo era tal qué incluso el suelo tenía una franja larga por el simple hecho de balancear.