El clima no era tan sombrío como hace dos días. Parecía que estaba empezando a aclararse cuando la brisa fría sopló ligeramente, llenando el aire con frescura.
En el cementerio de Qingshan.
Mu Lingshi puso los lirios que estaban en su mano sobre la lápida de Mu Lingtian. Las enormes gafas de sol ocultaban la melancolía en sus ojos mientras Ah Mo estaba justo detrás de ella.
—Pasaron casi cinco años... El tiempo vuela tan rápido. Todo esto se siente como si acabara de suceder ayer —suspiró Mu Lingshi y se escuchó su voz clara.
—El alma de Lingtian ya podría haber renacido. Ah Shi, no estés tan triste por eso. —Ah Mo se volvió para mirarla, atrapando todo el dolor en sus ojos. Pero no pudo evitar aconsejarla—: Y pasaron unos cuantos años. Estoy seguro que él tampoco querría que estuvieras así.
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