—¿Qué? —dijo Lu Tingxiao, y sus nervios se tensaron subconscientemente.
—Ese pedazo de tela para vendar los ojos…¿Puedes usarlo para vendarme otra vez? —dijo Ning Xi en voz baja.
Una mirada de sobresalto cruzó el rostro de Lu Tingxiao.
—¿Por qué?
—Porque ojos que no ven, ¡corazón que no siente! —dijo Ning Xi, con resignación.
Aunque el comentario de Ning Xi no parecía muy lógico, Lu Tingxiao lo entendió al instante. Tosió levemente y recogió la tela blanca de encaje que había tirado al suelo. Luego le tapó los ojos con suavidad, y la ató detrás de su cabeza.
El deseo dentro del cuerpo de Ning Xi se encendió en el instante en que Lu Tingxiao se acercó.
No habrá sexo, todo eso está anulado por hoy, se apresuró a pensar Ning Xi.
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