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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasía
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261 Chs

La ciudad de Atguila

   Debajo del hermoso cielo, un vórtice blanco se creó, expulsando de su interior a cuatro individuos y un Ancestral, quienes cayeron de manera suave sobre la acolchonada tierra.

  --Aún no me acostumbró a esta sensación. --Dijo Gustavo, levantando su torso y estirándose con un toque de exageración. Verificó la tela de su brazo derecho y, de pasó acarició al pequeño lobo, quién había saltado de vuelta a su agradable cama.

  --Un buen viaje. --Dijo Herz con una mirada alegre, mientras limpiaba la poca tierra que se había pegado a su digno atuendo.

  --Que hechizo tan ventajoso. --Dijo Meriel al admirar dónde había estado presente el vórtice. Limpió el pasto de su pecho y, cabello, colocándose de pie.

  --¿Donde nos encontramos? --Miró al segundo príncipe.

  --Fuera del territorio del reino, joven Gus. --El joven movió su cabeza en respuesta.

La planicie era extensa, tan extensa que no se podía ver el final. Herz tocó el hombro del joven al notar que estaba observando el lugar equivocado.

  --Es por aquí. --Dijo con una sonrisa.

Gustavo volteó inmediatamente, admirando una estructura gigante en la lejanía, aunque estaban a unos mil doscientos metros de distancia del reino, sus imponentes y monstruosos muros podían ser apreciados.

  --La barrera mágica del reino es del noveno círculo --Comenzó a caminar, siendo seguido por los tres individuos--, además de que posee varios encantamientos extra, por lo que aparecer muy cerca, iba a resultar en un inconveniente para nosotros, e íbamos a causar problemas innecesarios. --Explicó. Gustavo asintió, encontrado lógica su explicación.

Poco a poco se fueron acercando, caminando a través de un sendero de tierra, que llevaba directo a las puertas del reino.

  --Los muros exteriores --Dijo repentinamente-- fueron construidos después de la gran caída. Atguila fue uno de los pocos reinos que aguantó el paso devastador de las hordas malignas de aquellas feroces y poderosas criaturas... Aunque, por supuesto, si debo hablar de guerras entre humanos y monstruos, usted posiblemente tiene mejores historias --Miró al joven--, mi maestro de escritura me habló muchas veces sobre su tierra, amigo Gus --Sonrió--, los documentos son pocos y las leyendas muchas, por lo que me sentiría afortunado si algún día me cuenta un poco más sobre los reinos desolados.

  --Tal vez algún día. --Dijo Gustavo con una mirada desinteresada, aunque le había parecido algo interesante la breve historia de la gran caída, no deseaba recabar demasiada información, pues sentía que no le serviría de nada.

  --¿Tu eres Roduriana? ¿No? --Miró a Xinia, quién asintió de manera tranquila--, pues, por respeto a tu señor, debo aconsejarte que será preferible que guardes para ti tu lugar de procedencia. --La guerrera del escudo observó por instinto al joven de mirada tranquila, quién asintió, reconocía que era un buen consejo.

  --Lo haré. --Dijo con un tono calmo.

Frente al grupo de individuos, una gran caravana de carretas y carruajes esperaban en fila por su acceso al reino. Algunos transportes estaban decorados con tallados exquisitos en sus superficies de madera de excelente calidad, mientras que otros solo eran el material, el cochero, su mercancía y los caballos. Había personas de pie, algunos charlando, otros en silencio, algunos con indumentarias para el combate, mientras que otros usaban atuendos más casuales.

  --Recibí un contrato hace poco --Dijo un joven de tez oscura, mirada pasional y labios gruesos. Herz y Gustavo lo escucharon, no por falta de educación, sino porque estaban cerca y sus palabras llegaban a sus oídos--, era un contrato común, pedía que consiguiera un par de raíces de *flor roja*, nada difícil, pero cuando me adentré al territorio de las bestia mágicas, te puedo asegurar que mi artefacto de protección vibró ¡Por los Dioses principales! Te juro que vibró --Su mirada se tornó algo paranoica, con leves toques de miedo--, la carga energética de magia en el ambiente era demasiada, por lo que dejé de buscar las raíces y salí corriendo a mi máxima velocidad --Se acercó al rostro de su compañero, bajando un poco el tono de voz. Aunque Gustavo, por su buen oído, todavía logró escuchar--, me sentí observado Heral, algo se esconde ahí y, te puedo asegurar que es algo muy poderoso... --Su compañero sonrió, colocando su mano en su hombro.

  --Debes haber sentido mal, Cebak, te he dicho en innumerables ocasiones que dejes esa bebida de hongos, o al menos no la consumas cuando vayas a hacer un contrato, porque, te lo digo como compañero de gremio y, como amigo, un día de estos, terminarás muerto...

  --Sé lo que sentí, Heral --Lo miró a los ojos--, te juro que hay algo ahí.

  --¿Qué te dijo el gremio cuando lo informaste? --Dijo, luego de un suspiro. Cebak sonrió de manera apenada.

  --Aún no lo he informado...

  --Debió ser lo primero que debiste hacer, solo así se puede comenzar una investigación.

  --No es tan sencillo, Heral, ahora menos que nunca el reino necesita un investigación como está. --Respiró profundo. El hombre de barba frunció el ceño.

  --¿Qué estupideces dices, Cebak? Nuestra obligación es informar al gremio sobre cualquier anormalidad que encontremos fuera de los muros, aunque suene a una historia inventada como la tuya. --Refutó con enojo.

  --Pero esto no --Sacó un pequeño objeto de su vestimenta, una pequeña roca roja para ser exactos. Miró a los alrededores y, al sentir las miradas de las personas detrás suyo, rápidamente la guardó de vuelta--. Esto no.

  --¿Qué era eso? --Preguntó Heral, quién no había tenido tiempo de observar el objeto de su compañero.

  --Solo una pequeña roca, solo eso --Dijo con un tono desconfiado--. Creo que tienes razón, debo informar sobre esto al gremio. --Su mirada se volvió solemne por un momento, aunque sus manos y labios temblaban. Heral asintió, podía notar en los ojos de su amigo que la cordura no era lo que ahora preponderaba en su mente.

El príncipe frunció ligeramente el ceño al escuchar una parte de la conversación de los individuos, aquella cosa poderosa le había llamado la atención, pero al sentir que podía ser nada, se desinteresó con rapidez.

  --(¿Sientes algo anormal en la zona?) --Le preguntó a su compañero, quién levantó el rostro y comenzó a analizar los alrededores, luego de un momento, negó con la cabeza--. (Lo entiendo y me disculpo, en cuanto te recuperes vuelves a verificar) --Asintió al escuchar la respuesta del pequeño lobo--. (No me sentiré a gusto sabiendo que hay algo que pone en peligro la seguridad de mis compañeros).

La fila se fue haciendo más corta con el paso del tiempo, sin embargo, justo en el momento en que Gustavo y compañía iban a ser revisados por los guardias, un grupo de jinetes llegó a máxima velocidad, quitando del camino a cualquier persona con la amenaza de ser embestidas por sus poderosos caballos de guerra.

  --¡Abran camino! --Gritó el soldado que verificaba las identificaciones.

Aunque su orden había llegado un poco tarde, ya que la mayoría de las personas se habían hecho a un lado, dejando el sendero libre para los apresurados jinetes, quienes cruzaron el muro de manera rápida.

  --Las tropas del general Auden --Dijo Herz al notar las capas rojas de los jinetes--. Algo malo ha pasado.

  --¿Por qué piensas eso? --Preguntó Gustavo con un tono curioso.

  --El general Auden fue el encargado de buscar --Calló, pero tan rápido como hizo, continuó hablando--... de proteger la frontera Sur, donde chocan los territorios de Rodur, Thergon y Atguila. --Gustavo asintió, podía intuir a qué se refería con "buscar" y, le parecía algo extraño que guardara el secreto, ya que el príncipe había visto con sus propios ojos como Iridia exudaba de su cuerpo la energía primigenia de la piedra de poder en su pelea contra él.

  --Identificación. --Dijo el soldado, aproximándose y midiendo con sus ojos al grupo de cuatro.

Herz sonrió levemente, extrayendo el blasón de la casa real de Atguila de su bolsa de cuero, el cual estaba hecho puramente de oro, o al menos al material similar en este mundo. El soldado abrió los ojos por la sorpresa al ver el símbolo real, por lo que rápidamente se arrodilló, bajando la cabeza para no insultar al individuo frente a él.

  --Pido perdón a Su excelencia. --Dijo apresuradamente, no quería perder la cabeza por haber sido ciego y no haber podido distinguir a la realeza de la prole.

  --Levanta, buen soldado --Sonrió Herz. Algo que extraño a Meriel y a Xinia, sintiendo que esa personalidad amable era solo un acto del príncipe--, no te culpo por no reconocerme, después de todo, ves muchas caras al día y, un rostro como el mío es fácil de olvidar. --El soldado tragó saliva, no sabía si se estaba mofando de si mismo, o le estaba colocando un prueba y, si era la segunda, lo mejor era actuar lo más rápido posible.

  --Por supuesto que no --Habló inmediatamente, mientras levantaba el rostro--, Su alteza es lo más bello que hay en el reino. --Herz volvió a sonreír, solo que ahora de una manera algo arrogante.

  --Eres un conocedor de la belleza --Rio de manera suave--, ahora déjanos pasar, que tengo asuntos importantes.

El soldado se levantó, e hizo una reverencia ruda y torpe. Su mano hizo un ademán, mostrando a los arqueros de arriba del muro que los que se disponían a entrar eran aliados. Herz asintió, fue su forma de agradecer al servil hombre, quién aún temblaba por el nerviosismo de la muerte tocar su cuello.

Gustavo y compañía comenzó a caminar hacia la entrada del reino, entrando por fin, a la afamada ciudad de Atguila.