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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasía
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inestabilidad

  --¡AAAAHH!

Gustavo gimió adolorido, su pecho ardía con una sensación fuerte y atroz, mientras su boca se llenaba de sangre. "¿Por qué me abandonaste?" Preguntaba una voz en su cabeza, maldijo y se levantó, pero la oscuridad no lo dejaba ver más allá de sus dedos, su respiración se volvió irregular, el miedo se apropió de su mente y cuerpo, se sentía un pobre niño indefenso, en las manos de un salvaje mundo. "Yo te amaba" escuchó nuevamente, mientras sus oídos zumbaban idéntico al aleteo de un mosco.

  --¡¿Quién eres?!

Preguntó con dificultad, pero el único sonido que escuchó fue el de su corazón al palpitar, se arrojó al suelo, de rodillas, con las manos en su cara, la culpa le susurraba al oído, tentándole a dañar su persona, su mano se acercó al cinturón de su vaina, agarrando la empuñadura de su espada con fuerza, temblaba, no podía controlar sus movimientos, pero aunque no lo admitía, no quería detenerse. "Te amo, Gustavo" escuchó, una lágrima resbaló por su mejilla, se sentía un anciano que había vivido por ochenta años, podía sentir las arrugas en su piel, como el paso del tiempo en su cabello, su mano apretó más fuerte la empuñadura de su espada y, la levantó, pero justo en ese momento, la extrañeza se apoderó de su cuerpo. "Yo no uso una espada" se dijo a sí mismo confundido, por lo que rápidamente la arrojó al suelo y, al hacerlo, el pasaje cambió.

°°°

Gustavo abrió los ojos de golpe, respirando como si hubiera corrido una gran distancia, mientras las gotas de sudor resbalaban por su frente. Miró a su alrededor y se percató que todavía era de noche, el joven estaba acostado al pie de un árbol, protegido por un hueco en la tierra. Con calma levantó el cuerpo de Wityer, mientras lo colocaba con amor en sus suaves camisas. Se colocó de pie, comenzando a caminar a pasos lentos, inconscientemente observó su brazo derecho, aquel malestar que lo había atacado durante el último año no parecía estar presente, por lo que se extrañó, sin embargo, cuando lo miró, el temor apareció en su rostro, pues sus venas resaltaban de un profundo color negro, la energía de la muerte era intensa, sintiéndola en toda su extremidad. Su primera acción fue colocar sobre su palma izquierda sobre su brazo derecho, mientras rezos apagados salían de su boca y, una ligera preocupación se vislumbraba en sus ojos. Atemorizado era poco para describir el sentimiento que tenía ahora mismo, no sabía que era lo que estaba pasando y, lo peor era que no tenía idea de que hacer. Miró a la luna, deseando que todo fuera un sueño, uno del que pudiera despertar, se pellizco y, al notar que no funcionaba, se abofeteó con fuerza. Se quedó estático, no había logrado su cometido, pero había tenido una idea, con rapidez estiró su mano al frente, tensando sus dedos y, con una mirada desesperada comenzó a convocar la energía oscura, a los pocos segundos, un esqueleto de mirada siniestra apareció.

  --Su excelencia. --Dijo con sumo respeto.

Gustavo respiró profundo al observar a su invocación, su mirada demostraba una falsa calma, nunca había sido bueno mostrando su lado débil.

  --Quiero que me digas algo.

  --Lo que usted pida, Su excelencia. --Respondió, mientras hacia una reverencia digna de admiración.

  --¿Sabes lo que me está pasando? --Alzó su brazo y le mostró las oscuras líneas negras.

Los orbes rojos como la sangre brillaron con intensidad al notar la anomalía en el brazo del joven. Su cuerpo se convirtió en una sombra oscura, apareciendo ante su señor en un instante. Observó de cerca su extremidad, aunque sus muecas no podían ser apreciadas, bastaba con decir que estaba sorprendido.

  --S-su excelencia --Tartamudeó de una manera poco agradable-- ¿Que fue lo que le pasó? ¿Por qué la energía de la muerte lo está rechazando? --Preguntó desconcertado. Gustavo miró a su subordinado, ya tenía su respuesta de lo que estaba sucediendo, pero todavía había una incógnita más importante por descubrir.

  --¿Cómo me recupero? ¿Y que puede pasarme si dejo que esto empeore? --Quería estar al tanto de todos los escenarios posibles.

  --Necesita matar, Su excelencia, matar hasta que la oscuridad se vuelva a estabilizar --Gustavo frunció el ceño, esa respuesta no era algo que él deseaba escuchar, talvez no era un santo, pero tampoco era un asesino despiadado, por lo que no tenía ninguna intención de levantar su sable solo para recuperarse--. Porque sino lo hace, morirá y, por supuesto, cuando lo haga, yo lo acompañaré. --Dijo con un tono libre de dudas.

  --¿Hay alguna otra manera? --El esqueleto guardó silencio por un momento, mientras su mirada seguía atrapada en el brazo derecho del joven. Al poco tiempo asintió, algo había recordado.

  --Necesita la sangre de una bestia de alto nivel, para que pueda hacer un hechizo de contención. --Explicó. Gustavo respiró aliviado, la nueva posibilidad era algo más aceptable para él.

  --Gracias --Debía reconocer que su subordinado lo había salvado de algún modo--. ¿Te puedo hacer una pregunta? --El esqueleto levantó la mirada y asintió, seguía encorvado, por lo que parecía que estaba de la misma altura del joven.

  --Lo que desee, Su excelencia.

  --¿Los Altos Señores pueden morir?

  --Pueden y la mayoría lo hizo --Respondió con calma--. Aunque usted es diferente, Su excelencia, posee la marca de Nuestro Señor, pero no fue creado por él.

  --¿A ti te creo? --Preguntó, dándose cuenta después de lo que había dicho. Guardián pareció bajar la mirada, abatido y, al seudo suspirar, contestó.

  --No, yo también fuí un humano hace siglos --Levantó la mirada y observó la luna--. Aunque debo serle sincero, Su excelencia, si me pregunta quién fuí, o porque terminé como un guardia de los Altos Señores, tendré que guardar silencio, pues desconozco aquella información. --Gustavo lo miró, mientras colocaba su mano izquierda en el hombro de su subordinado.

  --Gracias por tu sinceridad.

  --Agradezco sus palabras, Su excelencia, pero tengo que decirle otra cosa, aunque parezca lo contrario, no tengo sentimientos, mi comportamiento solo es la sombra de una vida que ya no existe. Así que le pido que no se sienta mal por mí, mi trabajo es protegerlo y, eso es algo que haré aunque me insulte, me golpee, o intente matarme, porque usted ahora es mi señor. --Gustavo no sabía porque, pero sentía que el esqueleto mentía sobre que no tenía sentimientos, sin embargo, no quiso profundizar en aquel tema, ya que no ganaba nada refutando las palabras de su subordinado--. Si desea encontrar una bestia de alto nivel, Su excelencia --Dijo repentinamente --, puedo aconsejarle que vaya más al Norte, no puedo asegurarle que siga ahí, pero si lo está, le ayudará a terminar con su sufrimiento. --Gustavo lo miró extrañado.

  --¿Cómo sabes eso?

  --Tengo leves recuerdos sobre esta zona, Su excelencia y, también recuerdo las cosas poderosas que habitaron este lugar. --Explicó. Gustavo lo miró, asintiendo. La respuesta de su invocación no lo complacía en su totalidad, pero al menos ya tenía un punto de partida.

  --Parece que es momento de ir al Norte. --Dijo, mientras observaba el horizonte.