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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasía
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261 Chs

Hermano de armas

  Gustavo recogió el sable que se encontraba a unos pasos de dónde se había detenido y, como un individuo terco, se volvió abalanzar en contra de su enemigo.

  --He devorado a tantos genios en mi vida --Bloqueó el repentino ataque con su bastón--, que me es risible tu esfuerzo, humano de porquería.

  --Y yo he matado a tantos monstruos que se proclamaban invencibles. --Amagó con su sable e impactó su puño izquierdo en el pecho de la silueta de túnica, haciéndola retroceder menos de un metro.

  --En la antigüedad, mi nombre asustaba al más valiente...

  --Ahora no asustas ni a un bebé. --Interrumpió de manera brusca, saltando y golpeando con su pantorrilla la cabeza de la silueta de túnica, arrojándola a besar el suelo de una manera humillante.

La enorme criatura humanoide se levantó sin hacer uso de sus extremidades y, con el solo poder de su mente, atrajo de vuelta su bastón negro.

  --¡Es suficiente! --Gritó furioso, parecía que ya no estaba dispuesto a tomarse a la ligera el combate.

Gustavo notó que ya no podía hacer uso de sus palabras para desconcentrar al enemigo, ya que, por como intuía se iba a manejar el flujo de la batalla, debía estar lo más centrado posible.

La silueta extendió su mano derecha, sujetando la nada como si estuviera ahorcando el cuello de alguien, cerró el puño y dijo un par de palabras inentendibles. Al notar lo que se aproximaba, optó por ser él quien atacara primero, por lo que corrió a máxima velocidad, con su sable apuntando al cuerpo de su oponente, sin embargo, antes de que lograra perforar el casi ilusorio cuerpo de su enemigo, salieron de su mano extendida un par de cadenas, las cuales sujetaron ambos de sus brazos, clavándose inmediatamente en el suelo, lo que provocó que se arrodillara de una manera banal y humillante.

  --Ahora eres mío. --Dijo, mientras se acercaba con lentitud, con un dramatismo que hacía que los impacientes se jalaran los cabellos.

Alzó el rostro, mostrando una mirada de lobo rabioso, mientras las venas negras alrededor de su ojo palpitaban.

La silueta soltó su bastón negro, pero en lugar de caer al suelo, se quedó flotando al lado suyo, algo muy mágico para la situación. Extendió ambas manos y, con un movimiento extraño de dedos, comenzó sus preparativos para arrebatar del cuerpo del joven la bendición del Dios de la muerte, junto con su vida. Un círculo negro, opaco y relativamente pequeño se creó a unas pocas pulgadas del pecho de Gustavo, girando y, siendo acompañado por varias letras extrañas de la misma tonalidad.

  --Hace generaciones fui sellado, forzado a vagar por el mundo de los no vivos, pero ahora eso tendrá su fin, porque mi resurrección ha comenzado --Envió el sello al pecho del joven, mientras sus ojos rojos se abrían por la exquisitez del momento--. Tú serás el principio de la destrucción de este mundo y, con tu sangre daré bienvenida a mis Señores. --Activó el sello.

Gustavo gritó de dolor por unos pocos tres segundos, pero tan pronto en qué calló, una sonrisa lunática apareció, una que dejó perplejo a su enemigo.

  --Te lo dije --Alzó su rostro y miró a la silueta de túnica, riendo con su cordura fragmentada--, tu muerte es inevitable. --Rompió las cadenas con pura fuerza bruta, levantó su sable y lo clavó en el pecho de su oponente, todo eso en menos de un segundo.

  --Im-posible. --Dijo con extrema confusión, gimiendo ahogadamente. Sus ojos rojos, brillantes como el astro luminoso, observaron estupefactos como el sello iba desapareciendo lentamente del pecho del humano.

  --Nunca fui tuyo --La oscuridad se hizo más densa--, monstruo y, nunca tuve la intención de ser el sacrificio para abominaciones como tú. --Penetró aún más su sable, con su ojo negro admirando la escena.

El cuerpo de la silueta de túnica comenzó a desaparecer, aunque sus ojos rojos no dejaron de emanar aquella energía maligna, repleta de una fuerte intención de destruir.

  --Eres un simple humano, que solo logró retrasar lo inevitable --Su bastón desapareció, junto con su torso y parte de su cuello--, pero no podrás con Ellos y, cuando Ellos vengan, yo estaré presente para reclamar tu vida... --Desapareció por completo.

  --Lo que digas. --Dijo con desinterés, envainando de vuelta su sable.

∆∆∆

Ley salió volando una vez más, impactándose con la dura tierra, su rostro sangraba, al igual que su brazo y hombro, pero su mirada no perdía vida. Carsuy atacaba a máxima velocidad con sus dagas, ya que se había quedado sin flechas. Xinia tenía su escudo casi destrozado, al igual que su pierna izquierda, por lo que ya era un milagro que todavía pudiera mantenerse en pie. Spyan estaba casi exhausto, su energía pura y mágica estaba en su punto más bajo, estando a nada de desfallecer por agotamiento. Erza, era la que mejor condición tenía de los cinco, con solo unos pequeños raspones y polvo en su túnica.

  --¡Una vez más Xinia! --Gritó Ley, mientras corría para cortar con su espada la enorme sombra, pero justo cuando su voz acalló, la sombra comenzó a difuminarse, desapareciendo un segundo después.

  --¿Qué ha pasado? --Preguntó Erza confundida.

  --No lo sé. --Respondió Carsuy con la misma expresión.

  --Mira por allá. --Señaló Spyan a la lejanía, fue ahí cuando se percataron de lo sucedido. Ya no había una intensa batalla en el lugar donde el joven de mirada simple se encontraba, solo estaba una silueta humana, que caminaba con lentitud hacia ellos.

  --¿Se encuentran bien? --Preguntó Gustavo con sinceridad.

  --¿Aún te atreves a dirigirnos la palabra? --Lo cuestionó Ley con una expresión severa, una que se veía más brutal por la enorme cantidad de sangre que tenía en el rostro.

  --Lo siento.

  --¡Una disculpa no basta, maldición! --Gritó enfurecida.

  --Cierra la boca y bebe esto --Dijo Xinia, arrojando su última poción a las manos de la guerrera, quién la miró con renuencia--, o te la tomas, o hago que te la tomes. --La amenazó con una expresión que no podía tomarse a juego.

Ley no tuvo más remedio que asentir y beber la pócima. Poco a poco sus heridas fueron sanando, la sangre dejó de salir y, algunas de sus heridas abiertas se cerraron, sin embargo, para sus lesiones internas, eso era otra historia, pues al menos necesitaba un par de pociones de la misma calidad, o una de un grado muy alto para sanar casi por completo.

  --Gracias por salvar nuestras vidas. --Dijo la guerrera del escudo con sinceridad, mientras hacia una ligera reverencia, provocando cierta incomodidad en Gustavo.

  --Solo he regresado el favor, no sea tan formal, por favor. --Dijo con una sonrisa forzada.

Spyan sonrió, pero no pudo decir nada, aunque había notado que el joven ocultaba su fuerza, ni en sus sueños más salvajes hubiera esperado que sería tan poderoso.

Mientras el grupo conversaba, Erza se separó y comenzó a caminar, analizando una pequeña hoja de papel encantada.

  --Está aquí. --Dijo en un tono bajo, casi como un susurro. Sus comisuras se alzaron, floreciendo una hermosa sonrisa.

Al estar frente a la pared que estaba justo detrás del trono antiguo, sacó de entre sus cosas un orbe azulado y, lo mostró al aire. Como si todo hubiera sido un sueño, la pared comenzó a difuminarse, desapareciendo y dejando a la vista una escena alucinante, sacada de los mejores relatos de aquellos borrachos de taberna. Frente a la dama, se encontraban cinco escalones, los cuales daban a un pequeño pilar, de un metro y medio de alto, pero lo especial no era ello, sino las dos estatuas que custodiaban la pequeña piedra azul que flotaba entre sus palmas y estaba encima del pilar. Erza comenzó a caminar, mientras rompía con una lágrima resbalando por su mejilla un pequeño cristal piramidal . Justo en ese instante, Gustavo frunció el ceño, pero al ser interrumpido por una pregunta de Spyan, perdió el interés en la sensación que acababa de sentir. La maga se colocó justo enfrente de la piedra y con el orbe azul en su mano derecha, tenía total confianza de que podía tomar aquel tesoro que era custodiado por las estatuas y, así fue, justo cuando lo tomó, la energía que protegía la piedra no la atacó. Erza sonrió de inmediato, sintiendo una alegría exorbitante en su interior.

  --Parece que hemos cumplido nuestra misión. --Dijo Carsuy a espaldas de la maga, quién casi saltó por el susto.

  --Sí. --Dijo con un tono bajo.

  --¿Puedo verla? --Preguntó el arquero con una sonrisa, prácticamente había perdido la esperanza de terminar la petición, por lo que ver aquella piedra azul tan cerca de él, lo hizo desear tocarla y reafirmar que no era un sueño lo que estaba presenciando.

  --Claro. --Dijo Erza con una sonrisa cálida, mientras acercaba la piedra azul con su mano izquierda.

Carsuy la tomó, sonriendo. Al poseerla en sus manos la inspeccionó como lo haría un niño pequeño, sintiendo la fragilidad y el extremo poder del amorfo objeto. Temblaba de alegría, sabía que la recompensa que lo esperaba en su gremio, era más que considerable, teniendo la ilusión de que por fin lograría cumplir el sueño por el que tantos días lo motivó a levantarse.

  --Es bellísima. --Posó sus ojos en su compañera, aún con su larga sonrisa.

La maga dio un paso al frente y, con una velocidad impresionante atravesó el pecho del arquero con un puñal de hoja roja.

  --Lo siento. --Dijo en un tono bajo.

  --E-E-Er... --Carsuy abrió los ojos por la sorpresa, derramando sangre de su boca y siendo incapaz de hablar, mientras la confusión y la vida se escapaban de sus ojos.

  --Discúlpame. --Las lágrimas comenzaron a derramarse, su rostro se enrojeció, al igual que sus ojos. Se notaba el dolor en su mirada.

Quitó de su mano la piedra azul, sacando con rapidez de su bolsa de cuero un pergamino. El cuerpo de Carsuy cayó arrodillado, desfalleciendo al momento siguente.

El grupo a lo lejos, que conversaba con entusiasmo se percató de la ausencia de los dos individuos, por lo que rápidamente buscaron a sus compañeros con la mirada, pero fue en el justo momento cuando el asesinato fue ejecutado, que ellos encontraron el paradero de sus compañeros, observando lo imposible.

  --¡¿Qué mierda?! --Gritó Ley, perpleja y confundida, su cabeza comenzó a palpitar al no entender lo que estaba sucediendo.

El grupo se acercó lo más rápido que pudo.

  --En verdad lo siento, amigos míos, pero era algo que debía hacer. --Dijo y, al instante activó el hechizo de su pergamino, al segundo siguiente, un vórtice blanco se creó, tragando su cuerpo en el acto, desapareciendo y, dejando una fractura del espacio, que se quedó ahí por unos pocos segundos.

  --¿Qué? ¿Por qué? --Ley no lo podía creer, reconocía que tenía cierta animosidad hacia la maga, pero la apreciaba como compañera de armas y de grupo, por lo que no estaba segura si lo que acababa de ver era cierto, o estaba en una cruel pesadilla.

  --Esa maldita nos traicionó. --Dijo Xinia con el ceño fruncido y, con una expresión lúgubre, oscura y furiosa.

  --Soy un maldito tonto --Sonrió Spyan, burlándose de si mismo, mientras caía de rodillas por la falta de fuerza--, no lo ví, en verdad no lo ví. Yo, que era el jefe del grupo, debí verlo --Parecía que su cordura se estaba haciendo pedazos--, debí verlo.

  --Activa el pergamino y sacamos de aquí, Spyan. --Ordenó Xinia.

  --No se puede --Dijo el hombre--, solo teníamos un pergamino capaz de sacarnos de aquí y, ella lo ha ocupado. No podemos salir de aquí. --Volvió a sonreír, cayendo lentamente hacia la perdición de la locura.

  --¿Qué hay del otro pergamino? --Preguntó con el ceño fruncido.

Justo cuando la guerrera del escudo terminó su pregunta, cientos de sombras comenzaron a aparecer en la entrada, rugiendo inmediatamente al ver al grupo de humanos.

  --Parece que su intención inicial era dejarnos morir aquí. --Dijo Ley con una sonrisa, muy parecida a la de Spyan.