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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasía
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261 Chs

Determinación

  --Impresionante, humano --Dijo alguien en la lejanía, mientras aplaudía sutilmente--, en verdad impresionante.

Frente al cuerpo inerte del anciano, un individuo gigante, de tez oscura, cabello ondulado y corto, de túnica negra y mirada astuta, apareció. El contorno de su cuerpo desprendía un aura ilusoria, elevando su presencia a los estándares más altos de la majestuosidad. Bajó su mano, tocando con su dedo índice la frente del anciano, una energía sutil, pero sumamente poderosa cubrió el cuerpo de Gustavo, poco a poco el cuerpo del anciano se fue rejuveneciendo, sus cabellos fueron creciendo nuevamente y se fueron tornando de vuelta oscuros, sus músculos recuperaron la elasticidad y fuerza de su juventud y, el bello facial que lo había acompañado desapareció. Al paso de dos segundos, una baja y casi inaudible respiración se logró escuchar.

  --De pie. --Dijo con un tono tranquilo, pero que denotaba la firmeza de una orden.

Abrió los ojos súbitamente, sintiendo una pesadez increíble en todo su cuerpo, los recuerdos de los años anteriores estaban borrosos en su mente, como si todo hubiera sido un sueño, uno largo y casi eterno. La luz de sus alrededores casi lo cegaron, encontrando que todo era borroso.

  --¿Qué ha pasado? --Preguntó, pero tan pronto como vio al gigante frente a él, sintió una poderosa fuerza de restricción en todo su cuerpo, la sola presencia de aquel individuo masculino lo hacía sentir como una hormiga en el mundo humano.

  --Has pasado mi prueba, humano. --Dijo con un tono solemne.

  --¿Cuál prueba? --Preguntó con respeto, no podía ser descortés con una entidad de tal magnitud.

  --Parece que todavía no te recuperas completamente --Dijo--. Será mejor que comience con una breve explicación... Este lugar es mi dominio, sus leyes y reglas han sido creadas por mi, en tu tribu humana me conocerían como el Dios del tiempo, aunque en realidad soy solo un espíritu remanente del verdadero Dios, quien murió hace más de mil años en la pelea contra los Seres --Gustavo se arrodilló inmediatamente, había sido enseñado por su abuelita a adorar al único y verdadero Dios, pero al estar presente ante un verdadero Dios, el sentimiento que sintió fue similar, por lo que demostró sus respetos--. Actos inútiles de una tribu con mucho poder --Dijo con un tono molesto, había visto a muchos de sus hermanos caer en la arrogancia por el simple hecho de ser adorados, pero él sentía que tal acto era tan banal como el excremento de un ave--. Ponte de pie y nunca más te vuelvas a arrodillar ante mi presencia --Dijo. Gustavo se levantó con rapidez y asintió--. Para concluir con lo que estaba diciendo, pasaste mi prueba, por lo que puedo otorgarte un deseo. --Gustavo abrió los ojos en sorpresa y sintió una inesperada alegría recorrer su cuerpo.

  --¿Usted puede regresarme a mi tierra? --Preguntó expectante de recibir una respuesta afirmativa.

El Dios del tiempo frunció el ceño, no pensaba que el joven pediría algo tan simple, pues al final de la prueba, él debía regresar por dónde había llegado, por lo que sintió que el joven era estúpido.

  --¿En verdad ese es tu deseo? --Preguntó.

  --Sí --Asintió--, quiero regresar a mi tierra natal.

Al recibir la respuesta del joven, el gigante alzó su brazo y apuntó con su mano al cuerpo de Gustavo, una increíble y poderosa energía antigua cubrió su cuerpo, el joven sonrió, por fin regresaría a casa, pero fue entonces cuando los rostros de Amaris, Frecsil, su lobo y, las demás personas que había conocido en el nuevo mundo aparecieron en su mente.

  --Discúlpen mi acto egoísta --Dijo con una expresión de culpa.

Mientras el joven pasaba por una emoción complicada, el gigante fruncía el ceño, no podía trasladarlo a dónde le había pedido, había hecho hasta lo imposible, pero parecía que algo retenía al joven en este mundo.

  --¿Quién eres? --Preguntó el Dios del tiempo con duda--. Noto la marca de la muerte en tu cuerpo, pero no fuiste creado por mi hermano, eres un humano, pero no puedo distinguir que es lo que te hace diferente.

Abrió los ojos, observando al gigante, estaba confundido por la repentina pregunta, por lo que no sabía que responder.

  --Soy un humano, como usted dijo, pero no entiendo su pregunta. --Dijo con la confusión dibujada en su cara.

El gigante frunció el ceño, estaba claro que el joven no sabía lo que estaba pasando, por lo que rápidamente llevó su dedo índice para tocar su frente, se quedó estático y comenzó a revisar sus recuerdos, pero tan rápido como observó una majestuosa luz, su mente fue expulsada de la mente del joven, lo que provocó que su cabeza doliera.

  --No puedo hacer lo que me pides --Dijo después de un momento de contemplación, se sentía mal por no poder cumplir su único deseo, aún después de haber completado con éxito su prueba--. ¿Tienes algún otro deseo?

  --Sí --Dijo melancólico--. Sino puedo regresar a mi mundo, al menos quiero despedirme.

  --Entiendo tú deseo y, no puedo cumplirlo, algún día entenderás el porqué, pero puedo darte algo que va ayudarte. --Dijo y, con un movimiento de su mano, creó una pequeña tablilla de piedra verde, con símbolos extraños dibujados en ella. Gustavo no deseaba nada aparte de volver a su tierra, por lo que el objeto que tenía en su mano el gigante, era tan insignificante para él, como la vida de un insecto--. Puedo ver la decepción en tu cara, por lo que te diré un secreto, está tablilla guarda un poderoso hechizo intemporal e interespacial, si lo llegas a dominar, podrás volver a lo que tú llamas tierra natal --Gustavo sintió como su fuerza regresaba a su cuerpo cuando escuchó aquellas palabras, parecía que no todo estaba perdido y, al fin podría regresar a su querida patria--. Aunque deberás buscar las otras cuatro piezas, ya que necesitas las cinco tablillas para hacer un viaje estable. --Explicó.

Gustavo asintió como un niño, expectante y alegre, al saber que había una manera de volver no le importaron para nada los detalles, así tuviera que cruzar un volcán en llamas, o cruzar desnudo el polo, él lo haría sin objeciones.

  --Gracias, señor Dios. --Dijo, aceptando la pequeña tablilla, al instante que la tocó, los símbolos salieron de aquel objeto y viajaron con rapidez a su mente. Sintió como su percepción del tiempo y espacio cambió, parecía extraño, pero sentía que tenía un extraño vínculo con todo a su alrededor, algo similar a cuando percibía la energía de muerte. Abrió los ojos, sonriendo.

  --De nada, joven humano --Dijo con una sonrisa, podía ver el grandioso futuro que le deparaba, lamentablemente él no podría obsevarlo--. Ha llegado el momento de la despedida, tu determinación fue la que te salvó, así que te daré un consejo, hazte fuerte, mucha más fuerte que tus grandes héroes, porque solo así conseguirás tu objetivo y, por nada del mundo, olvides quién eres.

Gustavo asintió, se sentía muy agradecido con el gigante, aunque le había puesto una brutal prueba, no lo culpaba, gracias al paso del tiempo, su mente había madurado, por lo que le había dado tiempo de entender un poco más el nuevo mundo.

  --Gracias.

  --Ahora vete y, si tienes la oportunidad, mata a esos miserables.

Frunció el ceño al escuchar aquellas palabras, sin embargo, no logró preguntar a qué se refería, ya que una luz cubrió su cuerpo y lo hizo desaparecer del palacio.

  --Padre mío, sabía que no nos abandonarías. --Dijo el gigante con una sonrisa y en el mismo instante, desapareció.