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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasía
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261 Chs

Advertencia

  El hombre de mirada amable se hincó ante su pequeña bolsa mágica y, sin duda alguna extrajo de ella un pantalón de cuero negro, volviendo a dónde se encontraba el joven al terminar.

  --Aunque es un poco más grande, te será útil. --Dijo, entregando la prenda de ropa.

Gustavo lo recibió con una sonrisa agradecida, no recordaba si tenía reservas de pantalones en su bolsa de cuero, por lo que lo aceptó.

  --Gracias. --Dijo, e inmediatamente miró la enorme abertura en la tela de cuero, sonrió levemente y por instinto también observó su brazo izquierdo, el cual tenía pequeñas cicatrices por culpa de las fauces de esos malditos herkas. Spyan notó la complicación en su mirada, entendiendo vagamente la situación.

  --Aunque muchos aman las cicatrices de guerra --Señaló las marcas con sus ojos--, otros las aborrecen, por lo que si quieres hacer que desaparezcan, solo necesitas comprar un par de pócimas de restauración.

Ley miró a Gustavo y sonrió despectivamente, para ella, esas pequeñas marcas no representaban el significado de: cicatrices de guerra, por lo que sentía que era una burla para los verdaderos guerreros.

  --Agradezco la información y, lo guardaré en mi mente. --Dijo con una sonrisa, no era que le importara mucho su estética, pero sabía que algún día estaría de vuelta en su tierra natal, por lo que no podía llegar lleno de cicatrices, por lo que encontraba increíble que existieran cosas para poder desaparecerlas, aunque su sonrisa solo duró un momento, ya que después, su mirada cayó sobre la tela que cubría con éxito su brazo necrótico, teniendo la ligera sensación de que aquella herida lo acompañaría por el resto de su vida.

Spyan volvió a notar la extrañeza en su mirada, pero prefirió no hablar, pues el bien sabía que algo siniestro se ocultaba en aquella extremidad, pues cuando ejerció sus cánticos mágicos para poder regresarlo a la vida, quiso quitar aquella tela oscurecida y ligeramente maltratada, pero cuando acercó su mano, sintió como su vida era drenada, por lo que desistió de su idea y, aunque iba en contra de lo lógico, prefirió guardar silencio de ello, no comunicándoles lo que había sentido a sus compañeros, pues intuía que es lo que harían con esa información y, él no estaba dispuesto a ser cómplice de tal acto.

La mirada simple del joven volvió a su rostro y, como si hubiera sido llamado, observó al hombre de mirada amable.

  --No quiero ser malagradecido preguntando esto, pero ¿Cómo sabe que no soy una amenaza? --Preguntó, ya había notado las varias veces que Spyan había rozado con su mirada su brazo derecho. Teniendo en cuenta que cuando el estaba consciente suprimía el poder de la muerte, pero podía intuir lo que sucedió cuando había perdido el conocimiento, por lo que sentía que era algo extraño que nadie se mostrara hostil ante su presencia, exceptuando por Ley, quién parecía que lo odiaba por alguna razón.

  --Jajajaja --Comenzó a reir-- ¿Tú? ¿Una amenaza? --Continuó riendo, en verdad no lo podía creer, era como si hubiera escuchado el mejor chiste del mundo, casi doblando su cuerpo para agarrar su estómago por la falta de aire.

Spyan miró al joven, entendía su pregunta, pero fue ahí mismo cuando confirmó que había tomado una buena decisión.

  --¿Y lo eres? --Respondió con otra pregunta.

  --Espero que no. --Dijo, algo dudoso.

El grupo frunció el ceño, sorprendiéndose por las palabras antes dichas del muchacho, pues su respuesta sonaba sincera, sin arrogancia, por lo que entendían que aquello era una clara amenaza. Inmediatamente mostraron su hostilidad, agarrando la empuñadura de sus armas en el acto, excepto por Spyan, quién mantenía una mirada serena.

  --Agradezco tu honestidad y, para serte sincero, espero que no suceda.

  --¿Estás loco, curandero? --Una de las damas presentes se colocó de pie, mostrando su fuerte presencia energética--. Aquel desagradecido a hablado claro, si nosotros le estorbamos, intentará matarnos ¿Acaso estás sordo?

  --Suprime tú furia, Erza, has malinterpretado las palabras del joven ¿No es así? --Gustavo asintió.

  --¿Malinterpretado? --Preguntó con una mirada de haber escuchado algo absurdo--, él mismo nos advirtió que no lo provocaramos, pero con dulces palabras --Hizo una mueca--, palabras que suenan muy extrañas en mi mente.

Gustavo guardó silencio, sabía que lo habían malinterpretado, ya que había creído que todos los presentes estaban conscientes de su padecimiento, pero al ver el actuar de todos, se dio cuenta que la única persona que conocía sobre aquello que lo atormentaba, era el hombre de mirada amable.

  --Quiero disculparme por mis anteriores palabras --Dijo--, creo que no expresé lo que deseaba, por lo que pido disculpas. Puedo decirles con certeza que no soy un enemigo, ni guardó un interés oculto, por lo que pueden estar tranquilos. --Ley miró a Gustavo y, ya no expresó palabra alguna, aunque quería seguir riendo, reconocía que el joven poseía cierta elocuencia, por lo que le concedió su silencio.

  --El joven habla bonito --Expresó el hombre sentado frente a la fogata, quién miraba de frente la situación-- y, aunque no juzgo a nadie antes de verlo luchar, creo que la risa de Ley estuvo justificada --Se quitó el líquido que se derramaba de sus labios--. Te ves débil, joven de nombre raro, no solo por haber sobrevivido de la muerte, sino todo tú es débil, así que al escuchar que poseías intenciones maliciosas ante nuestro grupo, mi cuerpo deseó matarte, pero me contuve, confío en el juicio del Maestro Spyan, por lo que no actuaré, pero que te quede claro algo --Su mirada se volvió fría y afilada--, si siento el más leve indicio de malicia hacia nosotros, te empalaré con decenas de mis flechas.

Gustavo se mantuvo tranquilo, sin embargo, justo cuando recibió aquella mirada afilada, su ojo derecho casi se tornó negro, logrando suprimir su intención asesina con rapidez y, evitando así un cruel desenlace.

  --Xinia ¿Te gustaría agregar algo? --Erza miró a su compañera, quién limpiaba la sangre de su escudo de madera.

  --Solo una cosa. Ya perdimos mucho tiempo --Se levantó, colocó su escudo en su espalda, su vaina en su cintura y, guardó su taza de madera en su bolsa de cuero--. Es momento de cumplir con nuestra misión.