Gu Yan se sentó junto a Gu Jiao con una expresión severa en su rostro.
—¿Por qué estás tan enojado? —rió Gu Jiao.
—¿No estás enojada? —Gu Yan la miró, confundido.
Su pregunta no tenía sentido, pues ¿no sentiría él si ella estaba irritada o no?
Xiaojingkong era un niño y no entendía tal complejidad, pero ella sí debería, Gu Yan no entendía por qué no estaba enojada.
—¿Por qué habría de enojarme? —se recostó perezosamente en la silla Gu Jiao.
Ella no vivía en base a las opiniones de otras personas. El juicio de los demás no podía dañarla, y no dependía de la caridad de nadie más. Era lo suficientemente fuerte como para ignorar todas las extravagancias pasajeras.
Aunque Gu Yan no podía alcanzar completamente el estado en el que estaba su hermana, a su lado, sus emociones se veían afectadas por la fortaleza interior de ella, calmándose gradualmente.
—Jiaojiao, me ensucié —Xiaojingkong disfrutó mucho de la comida, se ensució todo.
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