En el sótano de la casa de los Camden sólo había un reloj Richard Mille y unos cuantos cuadros antiguos. ¡No eran nada para Jordan!
Lo único que él no podía soportar es desprenderse de Lucky, el caniche, al que había cuidado durante tres años, ¡porque era el único que sabía agradecerle!
Tras su partida, Salvatore y sus subordinados abandonaron la villa de forma desordenada.
En cuanto Salvatore entró en el coche, Drew se acercó corriendo. Le agradeció que mantuviera los labios sellados y no lo expusiera ni siquiera cuando le dieron una paliza.
—Salvatore, tú... ¿Estás bien? —preguntó Drew con una mirada de vergüenza.
Salvatore montó en cólera cuando lo vio: —¡¡¡Punk, cómo te atreves a darme un trabajo tan duro!!! ¡Debes darme 150.000 dólares más y compensar los gastos médicos de mis subordinados!
—El dinero no es un problema, siempre y cuando puedas enseñar a Jordan Steele una dura lección. Salvatore, ¿vas a hacer que lo maten?
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