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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasía
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Vampiresa en el campanario

Recomendación musical: Voice of the Wind- Fredrik Jonasson

—Cuando el viento en el pueblo se intensificó, Rosetta se apretó el abrigo contra sí misma. La nieve que se había asentado en el suelo se levantó en el aire, volviendo el pueblo ligeramente brumoso. Apoyando su espalda contra uno de los cuatro pilares en la cima del campanario, su cuerpo se deslizó lentamente hacia abajo, y se sentó en el suelo. 

Sabía que no podía quedarse aquí mucho tiempo, ya que no quería arriesgarse a que sus padres la alcanzaran si notaban que no estaba durmiendo en su cama o en la mansión. 

Viendo cómo el viento áspero llevaba la nieve de una dirección a otra, Rosetta atrajo sus rodillas hacia su pecho y las abrazó. 

—Debería haber escrito una carta a Eva y a Eugenio —dijo Rosetta—. Pero la última carta que había escrito para Eva no había llegado a manos de su amiga.

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