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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasía
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546 Chs
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Planificar con antelación

—Saber que había pisado el pie de la persona debajo de la mesa hizo sonreír a Eva. Parecía que estaba mejorando en atrapar a Vincent, pero ¿por qué él sonreía como si supiera un chiste interno del que ella no estaba al tanto?

¿Vincent disfrutaba del dolor? —se preguntó Eva en su mente. Ella retiró su pie, cruzándolo hacia un lado y lista para continuar su comida, cuando escuchó un gemido sofocado escapar de Henry Quintín sentado a su lado.

Eva giró para mirar al hombre sentado a su lado, cuyos ojos se habían agigantado, y su rostro estaba entre querer llorar y gritar, pero no lo hizo. En su lugar, miró su plato como si hubiera encontrado oro.

El señor Quintín trató de contener el dolor de su pie. No había esperado que la mujer pisara con tanta fuerza, y arrastró su pie de vuelta a su lado. Vincent, que estaba disfrutando tranquilamente de la escena frente a él, preguntó con falsa preocupación,

—Señor Quintín, no se ve tan bien. ¿Está usted bien?