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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasía
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Recomendación Musical: Corredor Embrujado- Adrian VonZiegler

—¿Este hombre era de Brokengroves? Eso significa que tal vez sabría algo. Eva observaba al hombre desde donde estaba sentada, su curiosidad aumentando con cada segundo que pasaba. El hombre parecía estar en sus últimos cuarenta. Ella le preguntó,

—¿Creciste en Brokengroves?

El hombre chasqueó la lengua y respondió,

—¿No es eso lo que acabo de decirte? ¿Cómo está ahora? Por lo que sé, debió haber empeorado —sopló como si no le importara—. El pueblo estaba condenado a morir con la pobreza golpeando fuerte y los impuestos subiendo.

—¿Puedo preguntar algo, si se me permite? —Las palabras de Eva eran educadas.

—¿Qué?

Las manos de Eva se cerraron en puños sobre su regazo, y se acercó a las barras de hierro oxidadas que separaban las celdas de ambos. Con un tono de voz más bajo, le preguntó,

—¿Sabes algo sobre una mujer llamada Rebeca?

Un silencio llenó la habitación, y Eva esperó pacientemente para escucharlo.

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