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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasía
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Compañía de los ricos

—Señorita Stella Desford —anunció la criada antes de retirarse de la puerta.

Una joven con cabello castaño entró en el salón de dibujo. Llevaba puesto un profundo vestido de seda granate, de cuello alto y mangas largas. Había botones dorados en la parte delantera de su vestido.

—Buenos días, Stella, me complace mucho que te unas a mí para desayunar —Marceline saludó a la joven, que era dos años menor que las mujeres presentes en la sala.

Eve observó cómo Marceline se levantaba y caminaba hacia la mujer para saludarla con un aireado beso en cada lado de su rostro.

—¿Cómo podría rechazar una invitación tuya? —La mujer se rió suavemente, su voz sonaba dulce y sus modales refinados—. Espero no llegar tarde.

—Nunca es demasiado tarde. La costurera está aquí, tal como prometí. Pero puede esperar hasta que terminemos nuestro desayuno —Marceline ofreció una cálida sonrisa.

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