Sandro cuelga.
Ish suspira y cavila unos instantes, antes de guardar los archivos abiertos en el ordenador, y dejar en algún orden los documentos de su escritorio. Sale de su privado, con un semblante tortuoso, pero menos frio que en la mañana. Se encuentra en el pasillo con Astrid que la detiene.
Astrid –Ish, oye –Ish respira hondo y le presta atención deteniéndose, con el ceño fruncido y sin ganas de hablar- ¿Quién es Fernando?
Ish parpadea unos segundos, como procesando la pregunta y a la vez recordando el Fernando a que se refiere – ¿Fernando? Amm… Fer es… es un… -sin saber cómo explicar- viene de una familia o dinastía de licenciados en derecho, que han ocupado varios puestos políticos, dentro del poder judicial y legislativo. Es un niño junior, por así decirlo. ¿Por qué? –reaccionando a la mirada curiosa y brillante de Astrid, cae en la cuenta de que quedo deslumbrada y atraída por él- ¡oh! No me digas que… -niega espantada- no, no Astrid, no. Es un hombre que no te conviene. Fernando puede ser muy educado, galante, caballeroso, es guapo y atractivo; pero también es un mujeriego de primera; borracho de profesión y… -pensando intranquila- es involucrarte con alguien que no piensa sentar cabeza, solo busca divertirse y pasarla bien
Astrid – lo conoces bastante bien
Ish suspira – lo suficiente
Astrid –he alcanzado a escuchar que te dijo que antes ustedes se iban juntos de fiesta
Ish frunce el ceño algo molesta y desesperada, con un tono de voz más bajo, aleja a Astrid de todos –sí, hubo un tiempo que pasamos juntos muchas cosas. Trabajo, fiestas, locuras… -sin poder decir que tuvieron relaciones- pero estábamos conscientes de que era solo diversión, ninguno buscaba nada serio ni formal, que no fuera trabajar por pasión y ganar dinero para divertirse.
Astrid – ¿estás diciendo que saliste con Fernando?
Ish –sí quieres llamarlo así…
Astrid sorprendida –Oh, ok. Pero no necesariamente tiene que ser así conmigo…
Ish suspira desesperada, molesta, hace una mueca –No, pero no es de los que cambian, ni cambiará de opinión sobre su vida; yo solo te prevengo de cómo es, para que no te hagas falsas ilusiones, ni te vaya a romper el corazón o hacerte sentir mal
Astrid –estoy bastante grandecita para saber en qué creer y que hacer…
Ish molesta – ¡basta! Está bien, has lo que quieras, Astrid. Como prima y mujer te he advertido.
Astrid – ¿no será que te dan celos?
Ish suspira y levanta los hombros –me da igual lo que él haga, con quien coja o de quien se enamoré. Eres parte de mi familia y me preocupare por ti; aunque no quieras, ni lo creas. Pero no te detendré ni diré que hacer –camina hacia el elevador, para irse
Astrid la sigue enfadada –entonces tu sí puedes, pudiste, salir con él; ¿y yo no?
Ish – no dije eso. Solo te prevengo de cómo es él. Lo que hagas es tu decisión. –abren las puertas del elevador, se sube Ish y antes de que se cierren le dice- El sábado lo conocerás, buena tarde Astrid.
Astrid sorprendida y molesta, ya no puede replicar ni preguntar nada, porque el elevador se cierra e Ishtar se va.
Ishtar desesperada y molesta por la actitud necia y las palabras agresivas de su prima, sale del elevador rápido sin percatarse de las personas y los autos que salen y entran.
Camina hacia su auto distraída, sin darse cuenta que un auto que ya había arrancado está echándose hacia atrás, y por un segundo casi le da un golpe a Ishtar; sí no es porque Joseph la jala; Ishtar reacciona un poco mal y sorprendida a la vez.
Ishtar le grita al conductor – ¡maldito imbécil! ¡Fíjate!
Joseph -¡Ish! Ten cuidado mujer, te van a atropellar
Ish – ¡eh! ¡Ah! Sí, lo siento, ehm… gracias –lo medio abraza y se despide
Joseph la acompaña hasta su auto, más bien siguiéndola –Ishtar, ¿estás bien?
Ish asiente con la cabeza –sí, sí, ¡es un imbécil! No se fija
Joseph – ¿segura? Venias muy distraída, tú no te fijaste, casi te atropellan y tu ni en cuenta
Ish –sí, solo… ya me voy –se disculpa y abre su auto
Joseph – ¿Por qué no le llamas a Sandro que venga por ti? O sí quieres yo te llevo, deja aquí tu auto. No te vez muy bien
Ish comienza a temblar, se sienta en el asiento y piensa unos minutos –no, si puedo manejar, voy a ver a Sandro
Joseph preocupado – ¿estas, segura? –Con un tono más autoritario pero amable le dice- ven, vamos te llevo mejor –levantándola del asiento, cierra la puerta del auto y la lleva al suyo- ponle seguro
Ish dudosa y negándose –pero…
Joseph –Anda, vamos, creo que has estado bajo mucho estrés; no es conveniente que manejes así
Ishtar suspira, y resignada se sube a la camioneta de Joseph –está bien, vamos. Quede de verlo en el italiano
Joseph –bien, ponte el cinturón. ¿Qué te ocurrió?
Ishtar –la amenaza a TECNO-IUS, ayer no supe nada de Sandro desde la tarde, hasta que casi en la madrugada me avisaron que lo arrestaron. Te imaginaras todo lo que paso por mi cabeza. Ahorita discutí con Astrid; y ayer con Lucio. Todos me preguntan sobre esa amenaza y pensar que podemos estar en la mira. -Niega con la cabeza.
Joseph – ¡wow! Eso es mucho. Pero ¿Sandro está bien?
Ishtar – sí, creo…
Joseph – ¿Cómo?
Ishtar –es que no me quede en la mañana, para hablar con él, ni ver como estaba; me salí a trabajar
Joseph – ¿Por qué?
Ishtar –no me sentía muy bien para quedarme y hablar con él –Joseph frunce el ceño, sin despegar la vista de la calle; se queda en silencio esperando que Ish continúe; ella inhala lento- Casandra se enteró antes y fue quien le aviso a uno de sus socios
Joseph –estas, celosa
Ishtar –no, pero si molesta; como y porque ella se enteró antes. ¿Por qué le aviso a ella?
Joseph –no necesariamente le tendría que haber avisado él; pudo haber sido alguien más, cualquier otra persona; de cualquier forma tendrías que hablarlo con él y no estar suponiendo ni imaginando cosas.
Ish –lo sé, pero me molesta esa situación. Más todas las emociones encontradas
Joseph –eres muy inteligente, lista, como para dejarte llevar por los celos.
Ish hace una mueca – sí, pero… hay veces que te gana
Joseph –bueno, háblalo y saca todo eso. Sé paciente y no lo mates.
Ish ríe –está bien. Gracias, por traerme y salvarme –se despiden
Joseph –no hay de qué; cuídate