—Cuando me desperté, tenía una fiebre horrible y me dolía todo el cuerpo —explicó Su Qianci, malhumorada—. Además, tú... lo hicimos durante tanto tiempo, que me dolía ahí abajo también. ¿Cómo podía saber si era por ti o por otra persona?
Li Sicheng preguntó:
—¿Me estás culpando de esto?
—¡Es tu culpa! —gruñó ella, mirándolo fijo.
Parecía que estaba a punto de ponerse a llorar si él no le daba la razón.
Li Sicheng se echó a reír y se apresuró a decir:
—De acuerdo; es por mi culpa, es por mi culpa.
¡Qué respuesta tan superficial!
Su Qianci miró hacia otro lado y no pudo evitar sonreír.
Él se inclinó hacia ella y la miró mientras susurraba:
—¿Ya no estás llorando?
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