El viaje había sido largo, muy largo para un joven que nunca había cabalgado y, aunque habían tomado pequeños descansos, la sensación de incomodidad no fue aminorada. Lo único que le levantó la moral, fue que en el bosque se encontró con algunos pequeños animalejos humanoides de color verde, de una raza extraña, a los que Fira llamó: pirianes. No resultó un reto matarlos, pero eso desembocó en una historia sobre las razas no humanas y no inteligentes que una vez cada dos temporadas azotan los asentamientos humanos con pocas defensas y, que algunas veces, con muy baja probabilidad que suceda, ciudades bien pobladas, aunque, según Fira, no ha ocurrido ninguna incursión de ese tipo en varios lustros.
--Señor. --Dijo ella.
El joven volvió en sí, regresando la mirada al camino y, observando lo que la dama quería que mirase. A unos doscientos pasos de distancia, se encontraba un pequeño asentamiento humano, con hogares de paja y madera, una atalaya provisional no muy alta y, unos cuantos animales domésticos pastando en las fértiles llanuras.
--¿Este lugar es nuestro destino? --Preguntó Fira.
--Sí --Respondió, sin quitar la mirada de la pequeña montaña detrás de la aldea--. Pues hay algo que me pertenece.
Al estar a unos cincuenta pasos, dos hombres corpulentos, altos y de espesas barbas se interpusieron en el camino, su indumentaria militar era de muy baja calidad, sus espadas parecían hechas con el reciclaje de objetos metálicos y, aunque, el esfuerzo del herrero era de reconocerse, no logró lo imposible.
--¿Qué hacen aquí? --Preguntó con hostilidad, con un dialecto parecido al nuevo idioma que hablaba, solo que este arrastraba de más las vocales.
El joven les entendió, aunque con un poco de esfuerzo.
--Salvajes irrespetuosos --Dijo Fira con un tono frío--. Están en presencia del nuevo Barlok de Taryer. Muestren sus respetos.
Ambos individuos dudaron, no eran personas educadas, todas sus vidas se podría resumir en unas cuantas palabras: pelear, beber, follar, comer y dormir, no teniendo el tiempo, ni la disposición para saber sobre temas políticos de tierras dónde su aldea solo era un pequeño punto en el mapa.
--¿Dónde está? --Preguntó, tratando de no sonar descortés.
--Abrán los ojos. --Dijo Fira, señalando con su mirada al joven de mirada seria detrás de ella.
Los individuos se sintieron confundidos al verlo, pero al chocar miradas, sus instintos les gritaron que huyeran y, como hombres de naturaleza guerrera que eran, confiaban en lo que sentían, por lo que inmediatamente retrocedieron, tocando sus armas inconscientemente.
--No he venido a derramar sangre --Bajó del caballo de un salto--, pero si uno de ustedes desenvaina, la hoja de mi espada será lo último que verán. --Advirtió, liberando de su cuerpo una pizca de intención asesina.
Ambos sujetos temblaron, pero no fueron tan idiotas como para levantar sus armas, habían pasado la mitad de sus vidas defendiendo su aldea de monstruos atroces, muchas veces al punto de casi perder la vida, por lo que comprendían la frase: "Un instante, una decisión" y, por instinto de supervivencia optaron por no patear al lobo feroz.
--Lamentamos nuestras acciones, Barlok D'icaya (nuestro).
--Ahora, déjennos pasar. --Comenzó a caminar.
Fira bajó del caballo al notar que su señor no tenía la intención de volver a montarlo y, aunque todavía era nueva con las reglas y costumbres de la nobleza y de como un sirviente debía actuar, no sentía respetuoso ir a caballo mientras su señor iba a pie.
--Le guiaremos, Barlok D'icaya. --Dijo el guardia más alto con rapidez.
--Mientras no estorben mi camino, no me interesa lo que hagan. --Respondió.
Entraron a territorio Islo, la aldea era parecida en distribución a la aldea que ahora habitaba, con la diferencia de la arquitectura de sus edificios y, las herramientas de bajo nivel que ocupaban, además de la forma de sus vestimentas.
--Vagran, Lirto --Una mujer llegó por el costado derecho de los guardias, mostrando un ceño fruncido y, una expresión de enojo-- ¿Qué hacen aquí? Deberían estar patrullando la entrada.
--Tuvimos que encargarnos de algo más importante. --Dijo el más alto.
--¿Qué es más importante que la seguridad de mi pueblo?
--La seguridad del Barlok D'icaya. --Respondió sin ser irrespetuoso.
--¿Barlok? --Tragó saliva y abrió los ojos-- ¡Díganme! ¿Dónde se encuentra el Barlok D'icaya?
El guardia de menor altura señaló al frente, señalando a un joven, una dama y un caballo que caminaban con total tranquilidad, desinteresados completamente sobre los asuntos de la aldea.
La dama frunció el ceño, cuando había llegado a reclamarle a los dos hombres se había dado cuenta de la presencia de aquel raro trío, pero no le había importado, ya que la seguridad de su pueblo era más importante, por lo que, al conocer la nueva información, se sintió un poco enojada.
--Sí serán estúpidos. El Barlok de Tanyer no es un hombre joven, sino alguien más maduro. Han sido engañados par de imbéciles.
Yerena salió corriendo hacia el extraño trio, lamentablemente no se detuvo para escuchar la advertencia que el par de imbéciles estuvieron a punto de decirle.
--¿Quién eres?...
Tan pronto como se interpuso en el camino del joven y se preparaba para desenvainar y decir su siguiente pregunta, un fuerte puñetazo la recibió, sentándola en el suelo. Alzó la mirada con rapidez, preparándose para colocarse de pie, pero se encontró con que algo muy delgado y frío estaba tocando su cuello.
--Seré misericordioso porque no levantaste por completo tu arma, pero será mi último acto de misericordia. --Envainó, regresando a su camino.
Fira observó con frialdad a la dama sentada y estupefacta, no era muy empática, no después de lo que había vivido junto con su hermano, ya que esa escena traumante provocó una personalidad desinteresada por cualquier cosa que no la afectara directamente, a ella, a su hermano y ahora a su señor.
--Espera.
Después de recuperar la compostura se levantó nuevamente, yendo con rapidez a interponerse de vuelta en el camino del joven.
--Esos dos inútiles dijeron que eres el Barlok de Tanyer ¿Puedo saber si eso es cierto?
--Es cierto. --Dijo con un tono serio.
Yerena asintió, era hija del señor de la aldea, teniendo una mejor compresión de las tierras que aquellos dos guerreros y, al haber sido instruida desde pequeña en varias materias de conocimiento, conocía levemente las costumbres del reino y, tenía un bosquejo mental del Barlok y su primogénito gracias a un par de notas entregadas por los sirvientes que se dirigían temporada con temporada al castillo para entregar los tributos correspondientes, por lo que, al ver al joven, se percató que sus bosquejos y el rostro que ahora miraba no concordaban en nada.
--Su rostro no corresponde con el del Barlok D'icaya.
--Eso es fácil de responder. Es porque lo maté.
Yerena se quedó de pie, sorprendida, tanto que no se había dado cuenta de que el joven y ella ya se habían distanciado por al menos veinte pasos.
--Espere.
--Por favor, señor, ciérrele la boca. --Dijo Fira con el ceño fruncido.
--¿Ahora qué? --Por primera vez se detuvo y, eso no era nada bueno, ya que estaba perdiendo la paciencia con la dama.
Yerena notó el cambio de actitud, tratando de ser un poco más respetuosa con sus palabras y acciones.
--Lamento mi actuar anterior --Dijo con una sonrisa torpe--, pero tengo que saber ¿Qué hace aquí? ¿Y quién es usted en verdad? --No se creía que en verdad alguien tuviera la locura para matar a un Barlok, pues hasta para matar a un hombre como su padre, se necesitaba de algo más que valentía.
--Vengo por algo mío de esa montaña --Dijo, señalando con su mirada al horizonte-- y, sobre quién soy. Ya te lo respondí.