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Prólogo

La situación podía ir a más allá de mi conocimiento, que tan solo era la limitación que decidió alguien mayor que yo, no entender la gravedad del asunto en su momento fue algo muy frustrante, pero actualmente hubiera preferido permanecer en esa dulce ignorancia, al menos así las voces en mi cabeza por fin lograrían cezar y darme a mi paz para poder consolar el sueño.

Desgraciadamente permanecer dormida en mi burbuja de cristal solo me dañaría poco a poco, queriendo huir de mi realidad como si fuera una droga que no puedo dejar.

Lo último que recuerdo de esa noche fue un disparo, que recuerdo como el sonido más fuerte que jamás habían captado mis oídos, similar al estallido de un fuego artificial en festividades navideñas o de carnaval. Seguido de ello toda la casa se había sumido en silencio, sin un alma que recorriera los viejos pasillos de roble oscuro para así ir a llorar al difunto tendido en la sala de estar.

Para ese entonces solo eran seis años y medio los que me acompañaban, ¿por qué razón me levantaría de mi cama tan cómoda y caliente para ir a investigar un ruido que probablemente solo imaginé mientras dormía?. Simplemente no lo haría.

Sin embargo mis ojos jamás abandonaron la puerta de mi habitación, esperando que él entrara a decirme que solo se había caído su botella del estante y que no me alarmara por nada, que siguiera durmiendo. Pero eso no pasó después de largos minutos de silencio.

Luego, como un deseo a una estrella, a lo lejos se escuchó algún ruido, eran las sirenas de una de esas patrullas de las que decía mi padre que tenía que cuidarme, que siempre que las oyera tenía que correr y esconderme, pero en ese instante una parte de mi dijo que está vez no tenía que huir de ellos, pues las luces está vez no vendrían a querer atraparme a mi.

¿Que fue eso?, ¿una sombra en la ventana?. Dirigí mi atención a la ventana y vi una silueta alejarse de la casa a paso rápido, pero mamá siempre me decía que eran las ramas de los árboles que hacían esas sombras por culpa de la luz de mamá luna. Sí, eso creí antes.

Mi padre fue hallado esa noche a las doce de la madrugada, al parecer se había suicidado, pues a su lado estaba su arma, un trago de whisky a medio beber y una foto de mi madre. Y lo admito, en su momento lo creí.

Pero ahora, con diecisiete años, sentada en la oscuridad de mi habitación todo tiene más sentido para mí. Mi padre fue asesinado, y el responsable fue esa sombra que ví caminar frente a mi ventana para huir por el bosque.

La policía me había fallado, sin darle mucha importancia al caso, no me dieron importancia.