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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasía
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48 Chs

08. Entre sombras y susurros: El juego del destino

Sylvia se ocultó en el velo de las sombras, su respiración apenas un susurro en la quietud del monasterio. Los ecos de los sacerdotes resonaban mientras se adentraban en la sala, sus voces un murmullo distante que se entrelazaba con el aroma sagrado del incienso y el polvo ancestral de los pergaminos. Inmóvil, dejó que sus sentidos se agudizaran, cada sonido y olor amplificando la tensión que la envolvía.

La reunión se inició con la trivialidad de la cotidianidad: discusiones sobre el mantenimiento del monasterio, la logística de las provisiones, los menesteres administrativos. Sylvia casi se dejó llevar por la decepción, pensando que su misión sería en vano, cuando de repente, la conversación dio un giro cautivador.

—Nuestros informantes en el norte han enviado noticias preocupantes —intervino un sacerdote de imponente estatura y barba plateada. —Las sectas arcanas intensifican su búsqueda de los Viajeros de Mundos con un fervor sin precedentes.

El corazón de Sylvia se aceleró al escuchar esas palabras. La profecía que había descubierto hablaba precisamente de los Viajeros de Mundos y de esas enigmáticas sectas. Afinó aún más su oído, decidida a no perderse ni un ápice de la conversación.

—¿Se ha identificado a estos Viajeros de Mundos? —inquirió otro sacerdote, su voz grave y llena de autoridad.

—Son solo rumores y conjeturas por ahora —respondió el de la barba plateada. —Pero estamos seguros de su presencia entre nosotros. Se rumorea que poseen capacidades latentes que, de ser despertadas, podrían trastocar el equilibrio de nuestro mundo.

Un escalofrío recorrió a Sylvia. ¿Acaso se referían a ella y a Roberto? La posibilidad de que otros como ellos estuvieran en peligro la inquietaba profundamente.

—El Gran Maestre ha sido claro en sus instrucciones —prosiguió el sacerdote. —Debemos proteger a los Viajeros de Mundos a toda costa, pero también evitar que caigan en manos inadecuadas. Si las sectas arcanas logran capturarlos, podrían utilizarlos para sus oscuros propósitos.

Un murmullo de asentimiento se extendió por la sala. Sylvia comprendió la magnitud de la situación: no solo estaba en juego su vida, sino el destino de todo el mundo que ahora conocía.

—Theodor y Balduin supervisarán a los posibles Viajeros que descubramos —anunció otro sacerdote, marcado por una cicatriz en su mejilla. —Su tarea será despertar sus habilidades y guiarlos en la realización de la profecía.

Sylvia recordó las enseñanzas de Theodor y Balduin, su empeño en instruirla sobre la fe de Olpao y las habilidades que podría desarrollar. Ahora entendía sus verdaderas intenciones: no se trataba solo de su formación espiritual, sino de prepararla para algo mucho mayor.

—Este asunto debe mantenerse en el más estricto secreto, incluso entre nuestros hermanos —advirtió el sacerdote de la cicatriz. —No todos en el monasterio ven a los Viajeros como una bendición; algunos podrían percibirlos como una amenaza.

Sylvia sabía que Günter sería uno de esos que temerían a los Viajeros. Su deseo de manipularla y controlarla adquiría ahora un matiz aún más siniestro.

La reunión prosiguió con estrategias y precauciones. Sylvia grabó en su memoria cada palabra, consciente de que esa información sería vital para su supervivencia y la de sus aliados.

Cuando los sacerdotes se dispersaron, ella aprovechó para escabullirse. Con la gracia de una sombra, abandonó la sala y regresó a su celda sin ser detectada. Su corazón latía con la promesa de lo que había aprendido.

De vuelta en la seguridad de su celda, Sylvia se permitió reflexionar sobre lo escuchado. La profecía, las sectas arcanas, el empeño de los sacerdotes por proteger a los Viajeros... Todo cobraba sentido, pero también surgían nuevas incógnitas. ¿Quiénes eran los demás Viajeros? ¿Qué habilidades latentes poseía y cómo podía despertarlas?

Era imperativo compartir esta información con Roberto y Frederick. Juntos, encontrarían la forma de protegerse y cumplir con la profecía. Pero también era consciente de que debía proceder con cautela. El enemigo acechaba, y cualquier error podría ser letal.

Con un suspiro, Sylvia se recostó en su lecho, la mente bullendo con pensamientos y estrategias. La misión de espionaje había sido reveladora, pero también había dejado claro que el camino a seguir estaría lleno de peligros y complejidades. Sin embargo, Sylvia estaba resuelta a enfrentar lo que viniera con coraje y determinación.

En la penumbra que precede al amanecer, donde la noche aún se aferra y el día titubea en aparecer, Sylvia dejó que sus pies descalzos tocaran el frío suelo de piedra de su celda. La ausencia de luz no era rival para la claridad con la que los problemas se acumulaban en su mente. El rechazo que enfrentaba por su linaje élfico era solo la punta del iceberg; ahora, la confusión de habitar un cuerpo femenino añadía una capa más a su tormento interno. Sentimientos inesperados hacia sus compañeros brotaban como manantiales desconocidos, contradiciendo su pasada atracción por las mujeres. Günter, con sus garras invisibles, la mantenía prisionera en un juego de poder y manipulación. Ella, una pieza clave en el engranaje de un universo que apenas comenzaba a comprender, se encontraba en el centro de un tablero donde los sacerdotes y sectas arcanas movían sus fichas con intenciones ocultas.

La reunión a la que había asistido en secreto le había revelado mucho, pero también había sembrado un campo de incertidumbre. ¿Qué podría contarle a Günter sin ponerse en peligro? Mentir estaba fuera de la ecuación, pero las medias verdades eran un terreno resbaladizo. Podía mencionar los temas mundanos que habían iniciado la reunión, pero ¿y si Günter también había estado espiando? ¿Y si sus ojos y oídos se extendían más allá de lo que Sylvia podía imaginar?

El dilema la consumía, cada opción era un abismo potencial. La verdad parcial sobre los asuntos administrativos del monasterio podría ser su salvación o su perdición. La posibilidad de que Günter tuviera otros espías infiltrados era una sombra que se cernía sobre ella, amenazante y omnipresente.

Sylvia se envolvió en su manto, buscando un calor que no podía encontrar en el ambiente. La soledad de su celda se hacía más palpable con cada segundo que pasaba, y la decisión que debía tomar pesaba sobre sus hombros como una losa. La estrategia a seguir debía ser meticulosa, cada palabra y cada silencio calculados con precisión. No había margen para el error, pues cada paso que diera podría ser el último en este delicado baile de destinos.

Con el peso del mundo sobre sus hombros, Sylvia se adentró en la cocina, donde el aroma del amanecer se mezclaba con el de las especias y el pan recién horneado. A su lado, Elías y los demás sacerdotes se movían en un baile de rutina y devoción. Pero la luz que solía brillar en los ojos de la joven elfa se había apagado, dejando un rastro de sombras que incluso el cocinero jefe no pudo ignorar.

Elías, con la sabiduría de quien ha visto muchas almas pasar por la cocina, intentó infundirle ánimo, pero Sylvia se cerró como una flor al ocaso. Sus palabras eran un eco de su tormento interno:

—Estoy entre la espada y la pared. Cualquier acción puede afectarme para mal.

—A veces, abrir tu corazón a alguien puede ser el faro en la tormenta —respondió Elías, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y esperanza. —Incluso si temes su juicio, compartir tu carga puede aligerarla.

Elías, sin comprender la magnitud del secreto de Sylvia, le permitió refugiarse entre los fogones, un santuario temporal de su realidad. Pero la seguridad era una ilusión, y cuando la tarea la llevó a limpiar los pasillos, la presencia ominosa de Günter la envolvió como una neblina. Se giró para encontrarse con su mirada depredadora, y él la aprisionó contra la pared, disfrutando del poder que ejercía sobre ella, saboreando su incomodidad y el efecto que tenía sobre su voluntad.

Günter, con su desdén por la protección que Roberto y Frederick ofrecían a Sylvia, buscaba aislarla, dominarla, convertirla en su marioneta.

—¿Has cumplido tu tarea? —preguntó con un susurro que era más amenaza que pregunta.

—Sí, —la respuesta de Sylvia fue un hilo de voz, tembloroso y frágil.

—Hablaremos más tarde de los detalles, —dictaminó Günter, y sin esperar consentimiento, la besó con una brusquedad que era tanto castigo como reclamo. Sylvia se quedó petrificada, atrapada en una tormenta de repulsión y un miedo que se entrelazaba con un deseo inexplicable. Al separarse, él le susurró: —No olvides quién tiene el control.

Desde las sombras, Roberto observó, la ira le hacia hervir su sangre. Aunque Sylvia no era suya, el beso y la sumisión de ella encendieron un fuego de celos y rabia. Quería intervenir, pero Frederick lo sujetó, su voz un ancla en la marea de emociones.

—Relájate, enfrentarse a Günter ahora solo empeorará las cosas. Y en cuanto a Sylvia, debemos averiguar qué juego está jugando Günter con ella.

El mediodía se extendía sobre el monasterio como un manto de calma, pero para Sylvia, cada momento era una tormenta silenciosa. Mientras buscaba un refugio de las miradas de Günter y Roberto, fue Frederick quien la envolvió con un abrazo que pretendía ser un bálsamo para su alma atormentada.

—¿Me buscaba? —preguntó él, su sonrisa era un faro en la bruma de sus miedos.

—¿Puedes protegerme de Günter? —la voz de Sylvia era un susurro desesperado. —Solo deseo poder comer sin sentirme acosada.

Frederick asintió, su determinación era un escudo invisible. —Tranquila, comerás entre Roberto y yo.

La comida transcurrió como un teatro de sombras para Sylvia. A simple vista, era un encuentro amistoso, pero cada palabra, cada mirada, era un filo oculto. Günter, sentado frente a ella, le lanzaba sonrisas cargadas de doble intención, como flechas envenenadas.

Roberto, a su lado, era una estatua de tensión. No pronunció palabra alguna directamente a Sylvia, y aunque sus cuerpos estaban cerca, sus almas se encontraban en galaxias distantes.

Cuando el almuerzo llegó a su fin, Sylvia se levantó, anhelando escapar. Pero Günter, como una sombra, se materializó a su lado, su agarre en su brazo era una cadena más en su prisión. —No olvides nuestra cita más tarde, —anunció, antes de inclinarse para susurrarle: —Te estaré esperando en los viñedos.

Con un golpe en su trasero, Günter se alejó, dejando una estela de indignación y desafío. Sylvia cerró sus manos en puños, luchando contra la marea de emociones que amenazaban con desbordar. Había cruzado un límite, y lo había hecho ante los ojos de todos, especialmente ante Roberto, cuya mirada ardía con una mezcla de frustración y cólera.

Sylvia captó esa mirada y sintió una punzada de culpa atravesarla. —Eh, bueno... —balbuceó, buscando palabras que no encontraba, antes de resignarse a un simple: —Nos vemos luego.

Roberto observó a Silvia salir del comedor, una figura solitaria envuelta en sus propios dilemas. La siguió, movido por un impulso que no podía contener, una mezcla de preocupación y una ira que hervía bajo la superficie. Cuando finalmente la alcanzó y agarró su muñeca, su voz era un trueno apenas contenido.

—Sylvia, ¿qué demonios está pasando entre tú y Günter? —la intensidad de su pregunta era como una flecha disparada directamente al corazón del asunto.

Sylvia vaciló, su mordisco en el labio era un signo de la tormenta interna que él no podía ver. —No es lo que crees, Roberto, —intentó explicar, pero sus palabras sonaban huecas incluso para sus propios oídos. —Günter solo... me está ayudando con algunas cosas.

—¿Ayudándote? —Roberto casi escupió las palabras, su incredulidad era una llama que amenazaba con incendiar su compostura. —Lo que vi no era ayuda. Era posesión, era... control.

La mirada de Sylvia se desvió, incapaz de enfrentar la tormenta en los ojos de Roberto. —Es complicado, —susurró, pero cada palabra era una admisión de su impotencia.

Roberto dio un paso hacia ella, su furia cediendo momentáneamente a la preocupación. —Puedes confiar en mí, Sylvia. Si estás en problemas, quiero ayudarte. No permitiré que ese... que Günter te haga daño.

Sylvia encontró la sinceridad en sus ojos, un faro en la oscuridad que la rodeaba. Pero la verdad era un abismo entre ellos. —Te lo agradezco, Roberto, pero hay cosas que debo manejar sola. Por ahora, al menos.

Roberto exhaló, un suspiro que llevaba consigo la promesa de una tormenta contenida. —De acuerdo, pero recuerda que no estás sola. Si necesitas ayuda, estaré aquí. Y si no confías en mí, Frederick también está dispuesto a apoyarte. No dejes que Günter te aísle, no le des ese poder sobre ti.

En el crepúsculo de sus emociones, Sylvia se acercó a Roberto, su corazón latiendo con una mezcla de desesperación y ternura. Sus labios, temblorosos y llenos de palabras no dichas, buscaron los de él, pero Roberto, consumido por la confusión y el dolor, giró su rostro. Aun así, Sylvia persistió, depositando un beso suave como el roce de una mariposa en su mejilla. -Si tuviera que elegir a uno de este monasterio serías tú. No te preocupes,- susurró, su voz un susurro de promesas y secretos antes de desvanecerse entre las sombras que se alargaban hacia los viñedos, dejando a Roberto sumido en un mar de pensamientos.

Roberto se quedó allí, paralizado, mientras la figura de Sylvia se alejaba, una silueta que se difuminaba con la distancia. "¿Si tuvieras que elegir?" La pregunta resonaba en su mente, un eco de dudas y posibilidades que lo atormentaban.

Sylvia, con el peso de su destino a cuestas, caminó hacia los viñedos, donde las parras se entrelazaban como los hilos del destino. Günter la esperaba, su figura impaciente recortada contra el cielo que se teñía de tonos ardientes. Al acercarse, él la atrapó en un abrazo que desató un beso ardiente, un fuego que consumía su voluntad. Sylvia se encontró perdida en la tormenta de pasión, una marioneta en el juego maquiavélico de Günter.

—Bien, ¿qué descubriste?- preguntó Günter, su voz cortando el aire como un cuchillo.

Con un suspiro que llevaba consigo el peso de mil secretos, Sylvia relató lo escuchado en la reunión, cada palabra un ladrillo más en la fortaleza que Günter construía alrededor de ella.

—Interesante,- dijo Günter, su aprobación era un veneno dulce. -Pero recuerda, Sylvia, esto es solo el comienzo. Te necesito alerta y lista para cualquier cosa. Y no olvides... estoy vigilando cada uno de tus movimientos.

Sylvia asintió, sintiendo cómo la red de Günter se cerraba a su alrededor. En un acto de desafío o desesperación, lo agarró de la mano, girándolo hacia ella.

—¿Vas a volver a irte sin darme un beso como hace dos noches?- preguntó, su voz temblaba con una mezcla de desafío y vulnerabilidad.

Günter sonrió, una sonrisa que era tanto triunfo como advertencia. —Recuerda quién tiene el control,- dijo, y con esas palabras, se alejó, dejando a Sylvia sola entre las parras que susurraban con el viento, testigos silenciosos de su soledad y su lucha.