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Merina se acercó a Isola, el sol de la mañana filtrándose por la ventana e iluminando suavemente sus rasgos.
Colocó una mano reconfortante en el hombro de Isola y, con un tono calmante, comenzó —Isola, no hay necesidad de preocuparse por esto. Estoy contenta de que las cosas hayan resultado de esta manera.
Isola levantó la vista, sorpresa evidente en sus ojos —Merina... después de lo que has visto, ¿realmente no crees que es... vergonzoso? No soy ni siquiera su esposa.
Una sonrisa amable adornó el rostro de Merina —¿Cómo puede ser vergonzoso cuando dos personas se gustan y actúan según sus sentimientos? Es algo hermoso, aunque el mundo que nos rodea podría no entenderlo. El consorte real ha soportado tanto dolor a lo largo de los años. He intentado, a mi manera, aliviar sus cargas, pero siempre supe que no podía llenar completamente el vacío en su corazón. Contigo, sin embargo... la posibilidad de que él sea feliz definitivamente será mayor.
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