—Yo… estaba encerrado. No se me permitía salir. Solo podía… ver el exterior desde la ventana de mi habitación —respondió Levian.
—¿Espera qué? ¿Quién te hizo eso? ¿Tus padres? ¿Por qué? —en un profundo shock, Leia preguntó, su rostro lleno de gran preocupación.
—N-no, no mis padres —Levian negó con la cabeza hacia ella.
Leia echó su cabeza hacia atrás y frunció el ceño hacia él. —Entonces… ¿quién?
—Mis… padres me vendieron a alguien, así que… él hizo todo eso. Yo soy.. eh.. un-un prisionero —Levian aclaró, con la cabeza aún más baja, sin querer mirarla.
Los ojos de Leia parpadearon sin palabras. —¿P-por qué…? ¿Por qué te vendieron? ¿No te querían? —ella preguntó.
—No sé… —Levian negó con la cabeza—. Probablemente no —encogiéndose de hombros, apoyó su cabeza en la ventana.
—¿A quién te vendieron? —Leia se recostó en el asiento, con una expresión no muy feliz en su rostro.
—Al señor Rafael —respondió Levian.
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