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CAPÍTULO 25

Toda la gente que me importa ha parecido omitir un detalle importante sobre mi vida; un detalle que estoy segura que todo el mundo sabía.

Todo el mundo menos yo.

Y sí, Aaron tiene razón, estoy harta de verdades a medias. 

Estoy harta de que la gente me vea cara de estúpida.

Estoy jodidamente harta de los ''ya lo descubrirás por ti misma''.

Que os jodan a todos.

Y por eso mismo, me dirijo con Aaron hacia las salas subterráneas, donde hace no tanto nos torturaron después de que a Zane se le ocurriera la genialisima idea de escaparse por unos putos túneles.

Los guardias van detrás de nosotros, en forma de escolta y, cuando entro en la sala, veo a todos mis amigos arrodillados y encadenados.

«Mis amigos».

La palabra suena a puto chiste a estas alturas.

Cuando les miro a la cara, solo me viene a la cabeza la conversación que tuve con el hombre trajeado.

—Tu tarea será asesinar a alguno de tu grupo de amiguitos, a cambio de la vida de la enfermera que has quitado —sentencia y el estómago se me cae al puto suelo.

—¿Estás diciendo que mi castigo por asesinar a alguien es asesinar a otra persona más? —chasqueo la lengua con ironía.

—Tú has matado a uno de los míos… Tú matarás a uno de los tuyos —insiste con seriedad.

No deja lugar a dudas de que habla completamente en serio.

—¿Cómo se supone que voy a matar a uno de mis amigos?

Sacudo la cabeza varias veces.

—No puedo hacer esto —murmuro.

—Tienes que hacerlo, Nellie —dice con una voz suave, pero implacable—. Es la única opción que acepto como pago.

Una oleada de rabia e impotencia amenaza con abrumarme. No puedo creer que estén poniéndome en esta situación, que estén exigiendo que elija quién de mis amigos debe morir.

—No soy un monstruo —susurro, pero mis palabras suenan huecas incluso para mí.

—Todos tenemos un lado oscuro, Nellie —dice finalmente, con un tono que me hiela la sangre—. La pregunta es si estás dispuesta a enfrentarlo.

Respiro hondo, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón.

—No pienso hacerlo —declaro, con determinación.

Mi voz suena más firme de lo que esperaba.

—Quieres respuestas, ¿no? —pregunta—. Entonces piensa realmente quién puede dártelas: alguien que las está buscando… o el que formula las preguntas.

En cierta parte tiene razón. 

Y la curiosidad, la intriga, las ganas de saber de qué cojones va todo esto me puede.

Pero ¿vale la pena a cambio de sacrificar a uno de mis amigos?

—Lo haré —respondo unos segundos después.

Ni siquiera sé si puedo confiar en ellos ya. 

Todo el mundo se mantiene en silencio, sin saber qué decir. Encuentro esto hasta divertido.

—¿Qué pasa, Zane? ¿No tienes nada que decir? —indaga Aaron, con burla. 

La cara de Zane es un poema; sus ojos están apagados, su ceño fruncido como si estuviera a punto de llorar. Seguramente ahora esté experimentando el peor dolor posible; uno que duele más que el pinchazo de una aguja: el de la decepción. 

—Te dije que no tenías los recursos para ganar. Yo siempre voy e iré por delante.

—¿Qué le has hecho a Nellie? —indaga, ignorando su comentario y posando sus ojos sobre mí.

—¿Yo? Nada. Simplemente le he contado toda la historia, sin medias verdades —esboza una sonrisa—. Algo que ninguno ha sido capaz de hacer, a pesar de saberlo todo.

Zane me mira, sus ojos buscando respuestas en los míos, pero yo aparto la mirada.

—¿A qué se refiere, Nellie? —indaga, con un toque desesperado que me eriza el vello.

No respondo.

No quiero hacerlo.

—Nellie, por favor —insiste Zane, su voz se torna temblorosa con una mezcla de súplica.

Jamás le había oído así antes.

Siento cómo mi corazón se encoge.

—Habla, Nellie —me dice Aaron—. Desahógate. De todas formas, no van a salir de aquí.

Trago saliva.

—Me has mentido todo este tiempo —espeto con amargura.

Zane frunce el ceño, confundido.

—¿Te he mentido? ¿En qué?

—Dom mató a la enfermera —decirlo en voz alta todavía me paraliza, y más después de haber visto todo lo que he visto—. ¿Lo sabías?

Los segundos que pasan hasta que responde se vuelven angustiosos.

—Sí… Pero lo descubrí hace poco.

Mi corazón se acelera.

Algo dentro de mí esperaba un ''no'' por respuesta, pero oírle decir lo contrario me llena de una sensación indeseable por dentro. 

Rabia.

Pensar que haya descubierto eso por Aaron en vez de por alguien quién consideraba amigo… Duele más de lo que os podéis imaginar.

—Y no me lo dijiste —espeto, luchando por mantener la calma en mi voz.

—Lo iba a hacer, te lo juro, pero…

—No quiero estúpidos juramentos, Zane —le interrumpo con severidad—. Si Dom fue quién mató a Nora… ¿la enfermera qué pintaba en todo esto?

—Nellie, yo también he sido engañado —dice.

Pero ya no creo sus putas mentiras.

—¿Por qué querías matar a la enfermera, Zane? 

—Pensé que ella había sido la que había asesinado a Nora.

—No, no lo pensaste —le corrijo—. Estabas seguro de que había sido ella.

Zane traga saliva y se queda callado durante unos segundos antes de responder:

—No me puedo creer que estés dejándote llevar por lo que te haya dicho la misma persona que nos mantiene a todos aquí, la cuál mató a Dom y la cuál nos matará a todos —escupe, cambiando de tema. 

—No cambies de tema, Zane —replico—. Dom ha muerto porque era un puto asesino, al igual que tú. Decidiste que esa enfermera tenía que morir, ¿por qué? ¿No será que ya sabías que a Nora la mató Dom y querías encubrirlo matando a la única persona que lo sabía?

—No, Nellie, yo no sabía nada —insiste.

—¿¡Entonces por qué queríais matar a la enfermera!? —insisto, más alterada que antes.

—¡Dom me dijo que vio a Nora ser asesinada por la enfermera! —responde con el mismo tono que yo—. Y yo creo a mis amigos por encima de todo.

—¡Ella no hizo nada, joder!

—¿Y quién lo dice? ¿Eh? ¿Eso es lo que te ha contado Aaron? —chasquea la lengua—. Entonces, supongo que te habrá contado que también fue él quién ordenó a Dom matar a Nora. 

—¿Qué estás diciendo? —pregunto, mi voz apenas un susurro cargado de incredulidad.

Zane me mira con intensidad.

—Es la verdad, Nellie. Aaron fue quien ordenó todo. Él manipuló a Dom para que hiciera lo que hizo.

—Mientes. 

—No miento, nunca he mentido —replica.

—No decir toda la verdad, también es mentir, Zane.

—Nellie, sabes que yo nunca he confiado mucho en Zane, pero tiene razón —interviene Marco, con un toque de pena en su voz.

Me giro abruptamente para mirarle y la mirada que le lanzo es fulminante, como si mis ojos fueran un láser y le acabara de freír como un puto pollo.

—No te atrevas a decir una sola palabra, Marco —espeto con rabia—. Tú también me ocultaste que eras hijo de un policía.

—Lo siento, Nellie —murmura Marco, su voz llena de pesar—. No quería que las cosas fueran así, pero no podía arriesgarme.

Mis manos se aprietan en puños.

—Yo confié plenamente en ti, Marco —digo y el dolor que se me acumula en el pecho hace que el aire no llegue casi a mis pulmones.

—Yo también.

—No, no lo hiciste. Me ocultaste cosas, igual que hizo el resto. Yo te he contado todo lo que sé.

—Pero porque tú no tienes nada que perder —replica y siento sus palabras como dagas que van directamente a la yugular—. Yo hubiera arriesgado una misión que lleva planteándose durante meses.

—¿Y para qué? —chasqueo la lengua—. Si han terminado descubriéndote igual, Marco.

—Todos tenemos descuidos —dice, intentado excusarse de manera patética.

—Sí, mi descuido fue desde luego dejarme llevar por vosotros; confíar en vosotros es lo puto peor que he podido hacer nunca —espeto y ya ni siquiera me molesto en controlar el fuego que siento dentro de mí.

Tengo ganas de abrasarlos, a todos.

—Nellie… 

—Nunca me hubiera imaginado a Zane Clark, la persona con el corazón más podrido de este puto planeta, suplicar a alguien —comenta Aaron, con gracia mientras observa todo.

—Si me das la oportunidad, te prometo que te contaré todo —insiste, mirándome—. Todo lo que sé y todo lo que he conseguido recordar.

—Ya es tarde, Zane. Te dije que iba a esperar a que me contaras las cosas, pero he llegado a mi límite.

Mis palabras se mezclan con veneno y ya siento que soy incapaz de frenar todo lo que sale de mi boca.

—Ya no puedo confiar en ninguno de vosotros —digo con firmeza, aunque mi voz tiemble ligeramente—. Habéis jugado conmigo, ocultando la verdad y manipulando cada situación a vuestro favor.

—Eso no es así —replica Zane—. Por favor, escucha lo que estás diciendo. ¿Es que acaso te han lavado el cerebro?

—No, Zane. Me han abierto los ojos.

—Nellie, por todos los dioses…

—Bueno, ya está —interviene Aaron, quién ha dejado de disfrutar el espectáculo—. No creo que haya nada más que decir respecto al tema.

Silencio.

—Nellie ha tomado una decisión. Una sabia decisión por su parte —añade, sonriente—. Y es confíar en la persona que siempre le ha dicho la verdad.

—¿Y ese eres tú? —Zane chasquea la lengua con ironía—. Increíble.

—Siempre he ido con la verdad por delante, Zane. Nunca he escondido mis intenciones… A diferencia de algunos.

—Mi única intención es escapar de este puto lugar de enfermos como tú —espeta con tanta rabia que siento que de un momento a otro va a romper las cadenas que le sujetan—. Y eso ha sido así desde que puse un puto pie aquí.

—Bueno, una pena que eso no vaya a ser posible, ¿no crees? —sonríe.

Silencio de nuevo.

—¿Alguien más tiene algo que decir al respecto? —indaga Aaron, mirando a todos y cada uno de ellos.

Yaritza, Diana y Theo no han pronunciado ni una sola palabra desde que les trajeron aquí. Aunque tampoco tienen intención de abrir la boca después de todo esto.

Marco se ha resignado a quedarse callado, sabiendo que todo lo que salga de su boca va a ser cruelmente rebatido por mí.

Y Zane… Él es el único que insiste en intentar convencerme.

Pero es demasiado tarde.

Y lo siento en el alma, pero espero que entendáis por qué hago todo esto.

—¿Algo más que decir, Nellie? 

Yo niego con la cabeza varias veces.

Aaron se coloca a mi lado y me echa un vistazo, sonriente, antes de volver a dirigir su mirada al resto.

—Bueno, pues creo que nuestro emotivo encuentro ha terminado… —hace una breve pausa— Aunque bueno, de todas formas, esto no puede acabar sin una presentación, ¿no creéis? —dice Aaron y todos le miran.

—¿De qué coño hablas? —escupe Zane.

Se toma unos segundos antes de decir nada. Su sonrisa se ensancha hasta el punto que parece que se va a desgarrar la cara antes de decir:

—Os presento a la paciente número cero… Mi hija.

Me echa un vistazo orgulloso, como si fuera su mejor creación.

Y el silencio reina en la sala.