—No te vayas —dijo Ethan—. Finalmente cruzó los ojos con los de Aliana. —No te vayas. Se supone que debes estar con Iris. No necesitas irte. Mientras le hayas pedido al alfa, no te obligará a irte. Te permitirá quedarte con Iris.
—Finalmente, me miraste a los ojos —Aliana se sorprendió cuando Ethan entró de repente en su dormitorio—. Ella acababa de terminar de empacar sus cosas, que no eran muchas.
Esta habitación era pequeña y estaba llena de su aroma, lo que hacía que Ethan se sintiera inquieto. Esta noche se veía encantadora con su sencillo vestido azul oscuro y su cabello suelto detrás de su espalda. No quería verla en el campo de batalla, sin importar cuán buena luchadora fuera.
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