Mientras Kat le daba palmaditas a Kamiko en la cabeza, la súcubo más bajita soltó un suspiro de contento, antes de inclinarse para abrazar a Kat. Kat, por su parte, también soltó un suspiro, pero uno lleno de aceptación semi renuente. Parecía que en lugar de una compañera para la tarea, de alguna manera había acabado recogiendo otra hermanita. Las constantes imágenes mentales de una Sylvie poniendo pucheros y pidiéndole que cuidara bien de la chica no ayudaban... porque ya solo la primera era más que suficiente para que Kat aceptara su destino.
—¿Hay algo más de lo que debamos hablar? —preguntó Kat.
—¿Mmh? —murmuró Kamiko.
—Creo que he repasado todas las habilidades únicas para mí. ¿Qué tal tú? —preguntó Kat.
—Um, sí, yo también... —dijo Kamiko—. Um, supongo que solo falta tu fuego demoníaco y aura por si alguno de ellos tiene efectos extraños...
Kat gruñó internamente. *Los efectos extraños son básicamente mi vida.* —Sí, ambos encajan en esa categoría.
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