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Tic Tac

Tic Tac

Tic Tac

   Toc

   Toc

No sabía cuándo había empezado a escuchar aquel sonido constante y seco. Todo estaba oscuro, era confuso, él estaba aterrado. Se sentía pequeño como una hormiga, débil e indefenso como un bebé.

Tic Tac

   Toc

   Toc

   Toc

toc...

- despierta, des... Despierta.

- ¡Despierta!- Slai abrió los ojos, desvelado. Y se encontró con unos rosas mirándolo fijamente. No dijo nada mientras ella le untaba un ungüento frío en la mejilla. Intentó apartarse del contacto, asqueado, pero seguía atado. Aunque los cables de cobre habían sido sustituidos por un material más suave, pero no por ello menos apretado. Bajó la vista y pudo ver cómo su abdomen había sido vendado. Sentía que sus muñecas también estaban ahora envueltas en tiras de tela, aunque de poco servían para calmar el dolor de todo su cuerpo.

- Soy Juniper- dijo ella y Slai la miró incrédulo. ¿Se presentaba como si nada hubiese ocurrido? ¿Como si no le hubiese roto la mano, golpeado hasta sangrar y ahogado en agua sucia y lágrimas? ¿Es que era estúpida? Ella captó su mirada de absoluta repugnancia-. No tienes derecho a estar enfadado, eres un psicópata y debería haberte matado- Slai soltó un bufido sarcástico y apartó la cara de su mano.

¿Que podría haberle matado? Si no recordaba mal eso era precisamente lo que le había pedido. No, no pedido. Suplicado.

- ¿No hablas?- él la ignoró. No sabía que demonios quería. Tampoco le interesaba lo más mínimo su tontería-. ¿Por qué no hablas? Crees que aquí la mala soy yo? Tú eres el que ha atacado mi nave, matado a mis compañeros- Slai quería reír y llorar al mismo tiempo. ¿Eran todos los grålanos así de tontos?-. La oferta sigue en pie- volvió a probar la tal Juniper. Se la notaba desesperada por conseguir cualquier forma de respuesta en Slai. Y él estaba empezando a comprender porqué-. De que te unas a la tripulación, de que... Empieces una nueva vida aquí, con nosotros. Da igual quién seas, te perdonaremos- al final, Slai no pudo aguantarlo más. Seguía intentando discernir si todo aquello era una broma, porque realmente ser tan tonto no podía ser posible.

- ¿Me lo dices en serio?- pese a su clara mueca de confusión y de disgusto, Juniper debió de interpretarlo mal porque sonrió. No era fea cuando sonreía, pero una cosa no quita la otra. Y esa chica era realmente ingenua.

- ¡Sí! ¡Podrías encargarte de barrer o de repartir el cargamento cuando llegamos a puerto!

- Yo, barriendo- el joven cada vez estaba más confundido-. Repartir el cargamento.

- O... O ayudarme en la sala de máquinas, a reparar cachivaches- Slai finalmente soltó una carcajada. Y fue tan fuerte que sacudió todo su cuerpo, haciéndole soltar un gemido de dolor.

- Mira, nena- ella se sonrojó, pero igualmente lo interrumpió.

- Juniper- corrigió. A Slai le entró por un oído y le salió por el otro.

- Preciosa- habló de nuevo-. Sea lo que sea que estés imaginando. Un futuro perfecto para nosotros dos, con bebés regordetes y una casa en una pradera del Doral, no va a pasar- Juniper se puso roja como un tomate y golpeó a Slai en la mejilla untuosa por la pomada. La bofetada sonó como un chof de lo más ridículo. Al príncipe ni siquiera le dolió de lo bien que se lo estaba pasando.

- ¿Cómo te atreves a decir algo así, bastardo?

- ¿Por qué estás aquí si no es para mirarme embelesada, Juniper?- volvió a vacilar Slai, pronunciando su nombre de manera arrebatadora, a sabiendas de que tenía razón. Recibía esa misma mirada avergonzada de todos los que le ponían los ojos encima. La conocía bien. Se llamaba deseo.

- Para vigilarte, cabrón- escupió ella. Slai rió.

- Oh, pero qué mona, sabe decir palabrotas y todo- Juniper gruñó y salió de la habitación para volver un instante más tarde con varias cosas en las manos. Entre ellas una botella de agua y un trozo de pan-. No, gracias. Prefiero Glint- dijo Slai, refiriéndose al sustitutivo akillano para el agua. Claro que podía beber esta última también, pero tenía una clara preferencia. Sobre todo desde la noche anterior.

- No te lo estaba ofreciendo- Juniper se acercó a él y muy a pesar del chico se le sentó a horcajadas.

- Qué cojo...- Juniper empujó la comida en su boca hasta que Slai no tuvo más remedio que masticar y tragar. Al menos no estaba mohoso, pero sí duro y seco. Después, la chica le echó la cabeza hacia atrás sin fuerza para que bebiera agua, y él lo hizo, mientras la fulminaba con la mirada.

Afortunadamente después de aquello, Juniper se apartó, y Slai dejó de sentirse -en cierta manera- violado. Al fin y al cabo cualquiera de los tripulantes de la nave de carga podía hacer lo que quisiera con él, Slai no podría defenderse.

- ¿Vas a considerar la oferta o no?- Slai bajó la cabeza para limpiarse la barbilla mojada de agua con el hombro de su jubón.

- Oh, ya la he considerado- sonrió con sorna-. No- Juniper cerró los puños-. A no ser que me liberes amablemente y me devuelvas mi ropa y mis armas.

- No las necesitarás si trabajas aquí.

- Soy Slai Atreidan, ¿recuerdas, preciosa? Puede que esta nave no sea el lugar más seguro para mí- ¿De verdad ninguno de aquellos energúmenos había pensado en ello antes de poner un trato sobre la mesa?

- No voy a liberarte- dijo ella, a lo que el akillano se encogió de hombros como pudo, fingiendo estar decepcionado.

- Oh, vaya. Entonces, me temo que no podré darte la respuesta que tú quieres, Juni.

Había conseguido lo que quería. Lo supo en el momento en que su rostro redondo se volvió de un melocotón intenso por el bochorno. La tenía en la palma de su mano, y ni siquiera había tenido que intentarlo. No era un misterio cómo habían invadido su planeta en menos de un día. Tafgrål había sido el primer planeta rendido al poder imperial. Normal, pensó Slai. Eran tontos y manipulables.

Alguna pulla más, no solo a Juniper, sino a sus relevos, hizo que al final lo amordazaran para conseguir algo de silencio. Se había estado riendo de todos y cada uno de los guardias encargados de su vigilancia. Le era fácil porque los calaba rápido. Aunque no todos eran tan cortos de entendederas como Juniper.

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Slai no tenía manera alguna de saber dónde estaba, qué día u hora era o cuánto tiempo había pasado. Había dormido largo y tendido cuatro o cinco veces, pero también había momentos que no recordaba en absoluto, por lo que llegó a la conclusión de que habrían pasado entre cinco días y una semana.

Intentó no dar guerra, no cuando parecía que sus magulladuras comenzaban a sanar y descubrió para su agrado que aparte de su mano derecha no tenía nada más roto. Normalmente venía el kroom por lo que él suponía que eran las mañanas y le daba el desayuno a la boca: gachas y pan.

Unas horas más tarde venía una muy poco agraciada ginthana vieja que le daba la comida: queso, cecina de ternera y un trago a escondidas de un fuerte drocch casero. Aquella anciana era sin duda la que mejor le caía, la única que no le tiraba del pelo o le clavaba las uñas en los brazos para hacerle comer. Le llamaba pequeño, y aunque su voz era como el graznido de una palomáurea, lo reconfortaba.

No había cena a la noche. El rugido de sus tripas era su única compañía. Llevaba una semana sentado en la misma posición durante todo el día. Sin poder moverse, sin poder estirar los miembros. Tenía miedo de que si lograba soltarse no sería capaz de andar porque los músculos se le habrían atrofiado. Era una sensación acongojante.

Un día, probablemente el octavo o el noveno, mientras dormitaba, alguien cortó sus ataduras y le cogió de la mano, llevándole hasta la salida... Entonces se despertó, y seguía atado a la silla. Quiso llorar, de hecho, las lágrimas hervían en sus ojos, pero no las dejó cruzar la frontera hacia sus mejillas.

La celda se hacía más oscura a cada día que pasaba. O quizás fuese que Slai estaba cada vez más cansado, más débil. Con su constitución -baja para un akillano, pero muy alta y fornida para cualquier otra raza galáctica, exceptuando a los kroom- no podía vivir de una ración minúscula pan, queso y gachas todos los días. No era suficiente. No lo era en absoluto, pero conforme pasaban los días, el estómago de Slai fue acostumbrándose, y pronto se vio saciado con un simple bocado de pan. Se estaba quedando en los huesos, se estaba pudriendo.

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Juniper despertó a Slai a base de tortas cuando no respondió ni a los gritos ni a los pellizcos. Pensaba que se había muerto:

- Slai- lo llamó y él le dedicó una mirada nublada por el cansancio-. Slai voy a sacarte de aquí, te llevaré de vuelta con los tuyos...- susurraba, mientras sacaba de su bolsillo una navaja con la hoja brillante.

- No seas tonta, ¿por qué liberas... A un asesino?- susurró de vuelta él, con una voz muy suave. Juniper le ignoró y cortó primero las cuerdas de sujetaban los tobillos a las patas de la silla.

- Te estás consumiendo, no quiero ver cómo te conviertes en un espíritu- a su pesar Slai rió y cuando las cuerdas que ataban sus manos se soltaron, cayó hacia delante sin poder hacer nada por evitarlo. Juniper detuvo su caída como pudo, consiguiendo que al menos no se hiciera mucho daño. Lo tumbó en el suelo y le masajeó las piernas para hacer volver el flujo de sangre, repitiendo el proceso con los brazos y las muñecas-. ¿Puedes andar?

- No- respondió él, no por fastidiar. Era cierto, no le respondían las piernas. Juniper maldijo por lo bajo, tratando de pensar en algo, en lo que fuese. Abandonó a Slai en el suelo de la celda y se marchó.

Cuando volvió un rato más tarde portaba una inyección de algo naranja en la mano. A Slai no le gustaban las jeringuillas.

- ¿Qué es eso?- preguntó.

- Essh naranja, te curará.

- Es droga.

- Es Essh- insistió ella-. Essh naranja, tiene propiedades curativas, no es como el Essh plata- aseguró mientras caminaba hacia él y se arrodillaba a su lado-. ¿Confías en mí?

- No.

- ¿Tienes alguna otra opción?

- No- Slai hizo un esfuerzo por levantar su brazo derecho y ella le inyectó el líquido naranja y brillante en el antebrazo. El efecto fue casi inmediato y Slai sintió como si sus extremidades explotaran y se regenerasen una a una a nivel molecular. Se levantó de un salto, en plena forma y miró a Juniper con cautela.

- Tu espada, tu armadura y tus puñales están fuera junto a la puerta- informó ella-. Tienes una cápsula de escape lista para zarpar, las coordenadas las has de meter tú.

- ¿No te meterás en problemas por esto?

- Mejor vete antes de que me arrepienta, Atreidan- dijo ella, girándose para abrir la puerta. Slai no la iba a disuadir de ello. Salió antes que ella y recogió sus pertenencias. Se colocó las botas y guardó en ellas sus puñales de oro negro y turmalinas. Se colocó la pechera de la armadura, la protección de los hombros, brazos y piernas, y finalmente recogió su espada. Sentir su peso en la mano le dio fuerzas.

Miró a Juniper y ella le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera silenciosamente por los pasillos de la nave de carga. Llegaron al puente de embarque y en efecto, allí les esperaba una pequeña nave individual con el motor encendido. Slai se preguntó cómo era posible que nadie hubiera sido alertado todavía.

- He apagado las cámaras hasta dentro de una hora- dijo ella, como leyéndole los pensamientos-. Diré que debieron de fallar y aprovechaste la oportunidad para escapar- Slai abrió la compuerta de la cápsula y se metió dentro, echando una última mirada a Juniper.

- Estoy en deuda contigo, grålana- la joven se encogió de hombros.

- No digas tonterías, tan solo mantente alejado de esta nave en lo sucesivo- aconsejó, acercándose a donde estaba Slai, atándose el cinturón y poniendo las coordenadas en el monitor. Juniper entonces agarró al akillano por la pechera de la armadura y lo atrajo hacia sí, dándole un beso en los labios. Se separó inmediatamente después, dejando a Slai de una pieza-. Hala, lárgate- le dijo, para después desaparecer por una puerta. Unos segundos más tarde la compuerta del hangar se abrió y Slai vio la inmensidad espacial por primera vez en diez días.

Se colocó el casco que había a un lado de los controles y despegó, dejando atrás todo lo que había pasado.