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No hay que matar al mensajero, pero...

Vuelvo a la cabaña después de dejar a mis dos pervertidas durmiendo. Las chicas se lanzan sobre mí cuando las llamo. Acabamos todos en el suelo.

–Ja, ja, no aguanta nada– se burla Song.

–Es un blandengue– la apoya Yi.

Las dos suelen aliarse contra mí. Las otras también, aunque no tanto. Por ahora, ríen. Liang y Shi me besan una en cada mejilla. Con suavidad. Con cariño. Yu y Lang me cogen de la mano. Shun nos mira, sin saber muy bien qué hacer. Wan se ha sentado en la cama y también nos mira con curiosidad.

–¡Eh! ¡No os adelantéis! ¡Me toca primero!– protesta Song.

Todas se ríen de nuevo. Yi la empuja. Shi y Liang se había medio levantado. Le hacen la trabanqueta. Cae en mis brazos.

–Toda tuya– ríe Liang.

–¡Traido…! Mmmmmm– las acusa Song, antes de ser acallada por un beso.

No se resiste. Ninguna lo hace esta mañana. Apasionadas. A pesar de que unas cuantas ya no pueden mejorar su cultivación, ninguna ha querido dejar de tener sexo. Me violaron salvajemente cuando insinué la posibilidad. ¿Quizás debería insinuarlo de nuevo? Fue excitante.

Por ahora, me concentro en los labios, pechos, culo, muslos y vagina de Song. Luego en Yu. Liang, Wan, Shi, Yi, Shun y Lang vienen después. Son todas deliciosas. No pararía de follarlas todo el día. Pero me obligan a contenerme.

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Hoy he copiado tres hojas más. Me quedo mirando una de ellas. Lo he visto cientos de veces, pero me sigue pareciendo increíble. Y más por haberlo hecho yo, aunque sea copiando.

La imagen de un hombre está en la página. Se mueve cuando aplicas qi. Siguiendo las invisibles e intrincadas líneas de qi que he trazado alrededor del dibujo. De hecho, no hay un solo dibujo. Hay cinco. Cada uno en una posición. Solo se ve uno. La transición de uno al otro muestra una parte de la técnica. Las líneas de qi moderan, entre otras cosas, la velocidad. También muestran la cantidad de qi. O cómo y dónde aplicarlo.

Es una obra de arte, aunque está mal que lo diga. Claro que solo lo he copiado. No acabo de entender cómo funciona. Sería imposible para mí escribir una técnica desde cero. Aunque la conozca y domine. Quizás algún día sea capaz.

Vuelvo a mi cabaña. No tengo nada que hacer hoy. Excepto practicar. Tendría que encontrar una muy buena excusa para librarme. La última vez me amenazaron con atarme. Sé que lo hacen porque se preocupan por mí. Son adorables. Y, tengo que reconocer que, gracias a sus "ánimos", he mejorado mucho.

La técnica de Yin Yang la domino bastante bien. Y he avanzado más que ellas. Claro que tengo más Yin a mi servicio. Ellas solo tienen el suyo. Yo el de todas las que no practican la técnica. Ahora que empiezo a poder aprovechar más Yang, tengo ventaja.

Unida a Armadura interior, debería acabar teniendo un cuerpo muy resistente. Ahora, "Armadura" ya puedo recubrirme todo el cuerpo, todos los órganos internos. Endurece los músculos alrededor. Estoy empezando a practicar con endurecer los propios órganos.

Antes de llegar, veo que hay alguien. Oh. ¿Está otra vez aquí esperando? Es la esclava que me dio el mensaje de Sai. No sé cuál es su nombre.

Tiene el cabello verde claro, similar a Meixiu. Lo lleva atado con una sencilla cola. Le llega un poco por debajo de los hombros. De hecho, se parecen un poco las dos. Sus ojos son verde intenso. Su nariz ligeramente prominente. Su rostro algo alargado. Su culo más bien discreto. Igual que sus pechos. Quizás como los de Shi.

–¡Hola! ¿Otra vez por aquí?– la saludo.

Ella se vuelve de golpe. Creo que la he asustado. Me mira sorprendida. Ligeramente roja

–Estudiante Kong, tengo un mensaje para usted– me entrega la carta educadamente.

Se ha repuesto rápido. Esta vez no se va. Puedo sentir que me está observando mientras la leo. La otra vez no me miraba tanto. Es de Dandan:

"¡Hola Kong! ¡An y yo estamos listas! Puedes venir cuando quieras a por cualquiera de las dos. Bueno, también a por las dos a la vez, je, je. ¡Era broma! Estaría bien, pero sería demasiado. ¿O no? No nos hagas esperar mucho. ¡Sai nos ha dado mucha envidia! ¡Te echamos de menos!"

No puedo evitar sonreír al leerla. Me imagino su cara diciéndolo. Hay una segunda carta. Es curioso. Había espacio suficiente en la anterior.

"Se llama Jiao. La que te ha traído la carta. Es guapa, ¿verdad? Sabes, en la sección ilusoria tratan bien a los esclavos. Entre otras cosas, no tienen que acostarse con nadie. Pueden si quieren, pero Jiao nunca lo ha hecho. Antes de venir aquí, lo pasó mal. Como todas. Hasta ahora, no había mostrado interés en nadie. Hasta ahora. Le hemos hablado mucho de ti. Cuando te conoció, le diste una buena impresión. Le gustas, pero es un poco tímida. Y está interesada en el sexo de verdad. En un sexo que no es tan cruel como lo que ha tenido hasta ahora. Si puedes, trátala bien, ¿vale? Es una buena amiga. Le he dicho que esperara a que respondieras la carta."

Suspiro. No sé muy bien qué hacer. Con las otras esclavas era fácil. Las conocía. Y preguntarles si querían sexo no era violento. Simplemente, podían decir que no y no pasaba nada. Con las pervertidas, fueron ellas las que casi me violaron la primera vez. Con Fen Huan, fueron sus amigas la que la trajeron.

Realmente, no sé como abordarla. Aunque me lo hayan pedido. La miro. Me encuentro con sus ojos verdes. Los aparta con timidez. Se sonroja ligeramente. La verdad es que es mona.

–Jiao, ¿verdad?– le pregunto.

–¡Eh! Sí… ¿Cómo lo sabes?– me pregunta un tanto sorprendida.

Suspiro y le doy la segunda carta. No sé si es la mejor idea. Pero es cuanto se me ocurre.

Ella se pone más y más roja cuando la va leyendo. Levanta la mirada, pero inmediatamente la devuelve a la carta. Aún más avergonzada. ¿Quizás no debería mirarla? Estira el brazo y me la devuelve. Mirando al suelo. Roja.

–¿Quieres pasar?– le pregunto.

Ella levanta la cabeza y me mira con los ojos muy abiertos. No tarda en volver a mirar al suelo. Asiente con la cabeza.

Abro la protección y la puerta. La invito y entra. Se queda de pie, mirando alrededor, sin saber qué hacer. Me siento en la cama. Le indico que se siente a mi lado. Se acerca no muy convencida. Se sienta sin mirarme. Roja aún.

–No te tienes que sentir obligada a nada. Si quieres hablar, me está bien. Tengo curiosidad por saber cómo os va a todas allí. Si lo prefieres, podemos empezar con un beso. No tengas prisa. Podemos seguir otro día– la intento tranquilizar.

–Normalmente, no podemos salir con tanta libertad– dice en un susurro, como si se hablara a sí misma.

Me la quedo mirando. No sé muy bien qué decir. Pongo mi mano sobre la suya. Intento ser amable. Ella se pone rígida. ¿No ha sido una buena idea?

–Lo siento, no quería molestarte– me disculpo.

–¡No es eso! ¡Solo me ha sorprendido!– exclama en pánico.

Sonrío y vuelvo a poner la mano sobre la suya. Se sonroja. Vuelve a bajar la cabeza.

–¿Pro… Probamos con un beso?– me pide en otro susurro.

Sonrió. Pongo un dedo en su barbilla. La hago mirarme. Me acerco a ella. Tiembla. Nuestros labios se juntan por un instante. Ella se separa enseguida. Vuelve a apartar la mirada. Se pone un dedo en los labios.

–Ja, ja. No voy a morderte.

No puedo evitar reírme. Ella me mira con timidez. Infla un poco sus mejillas. Es adorablemente seductora.

–Lo siento… Yo…– quiere disculparse.

–Está bien. ¿Quieres probar otra vez? Quizás es muy pronto para hacerlo con lengua.

–Con lengua… An dice que… ¿Cómo se hace?– mi mira con curiosidad.

–Como ahora, pero más rato. Abres un poco la boca para dejar pasar a mi lengua. O llevas la tuya a la mía. Buscas entonces mi lengua y yo la tuya. Dejas que se toquen. Que se acaricien. Que jueguen. Solo hay que explorar, sin reglas– intento explicar.

Se muerde el labio, como luchando consigo misma. Luego me mira. Se le nota el esfuerzo de no apartar la mirada.

–Probemos con… lengua– me pide.

Vuelvo a acercar mis labios a los suyos. Pongo una mano en su costado. Se tensa un poco. Aunque dudando, ella acerca los suyos. Abre un poco la boca, pero muy poco. Así que fuerzo mi lengua a entrar, abriéndola más.

Puedo notar que se tensa. Aunque no se aparta. Tímidamente, me busca con su lengua. Yo la acepto y juego con ella. Añado una pizca de qi. Al mismo tiempo que mi mano llega a su espalda. Poco a poco. La otra, estaba en su mejilla. Ahora acaricia el cabello en su nuca. Con mucha suavidad. Ambas con un muy ligero qi. Es agradable acariciarla.

Me separo de ella al poco. Muy despacio. Ella se me queda mirando. Hay algo más de intensidad. Quizás también sorpresa.

–¿Seguimos un poco más?– le pregunto.

Ella asiente. Incluso toma la iniciativa de acercarse. Con torpeza. Mueve una mano a mi espalda. Otra a mi nuca. Copiándome.

Esta vez estamos más rato. Con más pasión. Con más qi. La empujo contra la cama mientras nos besamos. Gentilmente. Poco a poco. Cuando nos separamos, me la quedo mirando. Ella respira más aceleradamente. Puedo notar que su corazón late más rápido. Sus ojos me miran. Pidiéndome más.

Me inclino sobre ella. Vuelvo a besarla. Poco a poco, mi cuerpo aprieta el suyo. Una de mis manos ha vuelto a su costado. Se mueve poco a poco a su estómago. Luego sube. Despacio. Dejando que ella sepa hacia donde va.

Cuando llega a su pecho, ya lo esperaba. Su corazón está desbocado. Acaricio su pecho sobre su ropa. Aprieto un poco su pezón, aunque me cuesta encontrarlo. Añado más y más qi. La llevo a un pequeño orgasmo.

Cuando nos separamos, llevo mis manos a sus muslos. Hasta la parte inferior de su túnica. La levanto poco a poco. Sin dejar de mirarla. Ella se deja hacer. Roja. Su pecho sube y baja.

No tardo en descubrir su cuerpo desnudo. A diferencia de otras esclavas, lleva sostén. Es sencillo. Supongo que funcional.

Saco la túnica por su cabeza. Pero la dejo allí. Con sus brazos atrapados. Me inclino a besarla. Sin que ella pueda defenderse. Medio minuto más tarde, su lengua me acompaña cuando me alejo, cuando me separo.

Acabo de sacar la túnica. Bajo mis manos por sus brazos. Acariciándolos. Por su costado. Hasta llegar a sus caderas. Allí sujeto sus bragas. La miro. Ella asiente. Nerviosa. Roja. Expectante.

Las deslizo por sus piernas. Poco a poco. Asegurándome de rozar sus muslos. De añadir algo de qi. Ella ahoga un gemido.

Cuando las saco, beso sus tobillos. Subo poco a poco por el interior de sus piernas. De sus rodillas. De sus muslos. Lo hago despacio. Besándola. Dejándola que ella decida separar sus piernas. Mostrarme la seductora ranura que esconden. A la que me acerco. También la beso. Con la lengua la abro un poco. Acercándome a su inicio. A su clítoris.

No puede seguir ahogando sus gemidos cuando mis labios se apoderan de él. Cuando añado qi. Mientras mis dedos abren el resto de la ranura. Buscando el agujero que se esconde al otro lado. Que ya se está humedeciendo. Que empiezan a inspeccionar.

Ella respira cada vez más fuerte. Sus gemidos suena casi desesperados. Mientras va llegando al orgasmo. Entonces, toda ella se tensa. Convulsiona varias veces. Al principio cada vez más fuerte. Luego se va ralentizando. Dejándole recuperar la respiración.

–¿Cómo estás?– le pregunto.

–Aaaah… Ha… ha sido increíble. Aah.

–¿Quieres continuar?

Ella mira su entrepierna. Mi miembro está acariciando su entrada. Amenazante. Ella traga saliva.

–¿No dolerá?– duda.

–Todo lo contrario– aseguro.

Entre reluctante y expectante, asiente.

–¡Aaaah!– gime cuando introduzco la punta y un poco de qi.

Se tensa. Espero a que se relaje. Entonces salgo y vuelvo a entrar. Un poco más profundo. Y un poco más. Despacio. Dejando que se acostumbre. Voy llenando toda su extensión. A la vez que masajeo sus muslos. Que la miro. Que ella me mira.

Continuo entrando y saliendo de ella. Subo poco a poco la velocidad. Poco a poco el qi. Ella no se mueve. Solo me mira. Gime. Sumisa. Dejándome toda la iniciativa. Llegando de nuevo al orgasmo

Entonces le hago abrir más las piernas. Me inclino sobre ella. La beso. Le quito el sostén. Acaricio sus modestos pechos. Y vuelvo a moverme dentro de ella. Despacio. Íntimo. Sin dejar de besarla. Excitándola una vez más. Llevándola de nuevo al límite. Llenándola de mí.

Mientras se recupera, me acuesto a su lado. Acaricio su pelo. La miro. Le sonrío.

Ella se vuelve hacia mí. Me sonríe. Es resplandeciente.

–Gracias– me dice.

–No me des las gracias. Hemos disfrutado los dos. Es un placer hacerlo con una preciosidad como tú.

Ella se sonroja. Vuelve a apartar la mirada. Le beso el pelo. La mejilla. Hasta que me deja de nuevo acceder a sus labios.

Estoy un rato acariciándola. Mimándola. Hasta que finalmente se tiene que ir.

Cuando está a punto de marcharse, se vuelve. Me besa. Se muerde el labio. Seductora. Me mira. Sonríe.

–Adiós. Ha sido maravilloso– se despide.

–Lo mismo digo. Vuelve cuando quieras.

La veo irse. Es preciosa. Supongo que me valdrá como excusa para no haber estado practicando. Además, he obtenido algo más de Yin. Y una chica adorable.