Me pongo en pie y empiezo a alejarme de él cuando se acerca a mí. Trago saliva con nerviosismo y le miro con los ojos muy abiertos.
—Vamos a dejar algo claro, Raven. Eres mía —dice con un gruñido.
—No soy de nadie y menos de ti —protesto con debilidad.
Mi espalda choca con la pared y sé que estoy atrapada. Rick aprieta su cuerpo contra el mío y me rodea la garganta con su mano. No tengo miedo de que me haga daño. De hecho, no puedo negar la humedad que se forma entre mis piernas en respuesta a su agresividad.
—Deja de resistirte a mí. Sabes que lo sientes. Esa atracción que no puedes resistir. Me deseas. Me necesitas —argumenta. Le dirijo una mirada desafiante.
—Te deseo, pero no te necesito a ti ni a ningún hombre —respondo. Sus dedos se cierran en torno a mi cuello y puedo sentir su erección presionando contra mi estómago.
—Creo que no sabes lo que quieres. He visto la forma en que mirabas a Q —dice enfadado.
—¿Celoso? —contesto con descaro.
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