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Apocronos: "Sombras en Neo-Tokyo"

En las calles polvorientas y envueltas en la penumbra de Neo-Tokyo, donde la luz del sol apenas lograba filtrarse entre los escombros y los edificios en ruinas, un silencio inquietante se cernía sobre la ciudad. En este mundo post-apocalíptico, donde la supervivencia era un arte y el poder lo determinaba todo, se erguía un hombre singular, enmascarado y envuelto en sombras. Kaito Yukimura, conocido en los bajos fondos como el "Sombra del Desierto", caminaba con paso firme entre los callejones oscuros, su máscara de gas moderna ocultando su rostro y su saco blanco con negro ondeando detrás de él como un estandarte de misterio y elegancia en un mundo desolado. Su reputación precedía su presencia, sus movimientos eran silenciosos pero letales, y su presencia era un recordatorio constante de que, en este mundo de caos y desesperación, había aquellos que aún mantenían el control en las sombras. En esta noche particularmente oscura, Kaito se encontraba en una misión secreta, persiguiendo un rumor que flotaba en los susurros de los callejones. Un rumor de un artefacto perdido, un tesoro oculto en las profundidades de la ciudad, que prometía poder y riqueza para aquellos lo suficientemente valientes o desesperados como para buscarlo. Y así, con su destino entrelazado con los oscuros hilos de Neo-Tokyo, Kaito se adentró en las sombras una vez más, listo para enfrentar los peligros que acechaban en cada esquina y descubrir los secretos ocultos en los rincones más oscuros de la ciudad.

Dasque · Ciencia y ficción
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Apocronos: Sombras en Neo-Tokyo Capitulo 13: “Bajo el velo del poder”

El telón se alzó lentamente, revelando un escenario sombrío iluminado por luces tenues y frías. Aika se encontró de pie junto a cuatro jóvenes, todas de su misma edad. Observó a cada una de ellas: sus rostros mostraban una expresión vacía, ojos opacos que parecían reflejar la desolación de sus almas. Eran como cascarones vacíos, desprovistos de esperanza o alegría. La atmósfera estaba cargada de una tristeza palpable, como si el mismo aire estuviera impregnado de su desesperación.

Una de las jóvenes, con el cabello oscuro y desordenado, murmuraba para sí misma, sus palabras apenas eran audibles. "Mi... mi familia me vendió al señor Takeshi... ¿Por qué... por qué tuve que ir yo?" Su voz temblaba con una mezcla de incredulidad y resignación. Sus manos temblaban mientras se aferraba al borde de su vestido, como si intentará aferrarse a los últimos vestigios de una vida que ya no le pertenecía.

El desconcierto de Aika crecía con cada palabra que escuchaba. La realidad de la situación la golpeaba con fuerza, haciendo que su corazón latiera con una mezcla de miedo y compasión. La escena que se desarrollaba ante ella era una cruel manifestación de la corrupción y la desesperanza que impregnaban la ciudad.

Una de las jóvenes, de complexión delgada y con ojos llenos de una curiosidad apagada, se volvió hacia Aika, rompiendo el silencio incómodo que las envolvía. "Tú... tú no eres de aquí... ¿De qué distrito vienés?" Su voz era un susurro, cargado de una mezcla de desconfianza y una tenue esperanza de encontrar algo en común.

Aika sintió un nudo en la garganta. Sabía que cualquier error en ese momento podría poner en peligro su misión y su vida. Con una respiración profunda y la determinación de no levantar sospechas, respondió con voz baja pero firme: "Vengo del distrito Nakamura... Yo... yo también fui vendida por mi familia." Su mentira salió de sus labios con una facilidad que la sorprendió, pero la seguridad en su voz no dejó lugar a dudas.

Las palabras de Aika parecieron calmar un poco a la joven, que asintió lentamente. La conexión que había buscado, aunque basada en una mentira, le brindó un resquicio de consuelo en medio de su tormento. Aika, mientras tanto, se preparaba mentalmente para lo que vendría, sabiendo que cualquier paso en falso podría significar el fracaso de su misión y el fin de sus esperanzas.

El telón continuaba alzándose, revelando cada vez más el escenario y, con él, la dura realidad a la que se enfrentaban. El murmullo inquieto de las jóvenes y la opresiva atmósfera del club envolvían a Aika en una sensación de desesperación contenida, mientras se preparaba para enfrentar la mirada penetrante de aquellos que controlaban sus destinos.

"Lin... Mi nombre es Lin Yamamoto", se presentó la joven ante Aika con una mirada amigable y compasiva, aunque la tristeza en sus ojos revelaba un trasfondo de sufrimiento y resignación. Aika asintió, tratando de devolver la amabilidad en medio de la tensión que sentía.

En ese momento, desde el otro extremo del vestíbulo, la voz de Takeshi resonó con una falsedad cuidadosamente enmascarada:

"Querida Matriarca, muchas gracias por honrarnos con su presencia en este club", dijo Takeshi, inclinándose ligeramente mientras gesticulaba con una sonrisa calculada. "Es de mi agrado presentarle a estas cinco jóvenes, las cuales se encuentran en un estado de salud óptimo, certificado por nuestro personal médico. Si gusta, puede acercarse a inspeccionarlas personalmente".

Reina Arashi, sentada con una mezcla de arrogancia y desdén, observó con frialdad a las jóvenes, mientras Takeshi ocultaba su desprecio hacia ella tras una fachada de cortesía y profesionalismo.

Reina Arashi se levantó con gracia de la silla en la que se encontraba y, con un movimiento elegante, subió al pequeño escenario que dominaba el vestíbulo. Su presencia imponía respeto y temor entre todos los presentes. Sus ojos, fríos y calculadores, escudriñaban a las jóvenes con una mezcla de interés y desprecio.

"Lo has hecho bien, enforcer," dijo, dirigiéndose a Takeshi con una mueca de aprobación. "Me impresiona que esta vez hayas traído mercancía tan... delicada." Al decir esto, la expresión de la matriarca se suavizó, adoptando una apariencia más refinada y sofisticada, aunque su mirada seguía siendo tan gélida como un puñal.

Reina Arashi comenzó a inspeccionar a las jóvenes, una por una, su mirada recorriendo cada centímetro de sus cuerpos con una intensidad que hacía palpitar los corazones de las muchachas de puro terror. Se mantuvieron de pie, sus cuerpos rígidos por el nerviosismo, temiendo cometer cualquier reacción errónea que pudiera desatar la ira de la matriarca.

Aika observaba con una mezcla de repulsión y temor, sus ojos capturando cada detalle mientras la tensión se acumulaba en el aire pesado del club.

"Dime, ¿cuál es tu nombre?" preguntó la matriarca, sus ojos escrutando cada movimiento de la joven frente a ella.

"Hana... Fujimoto Hana, matriarca," respondió la primera con voz temblorosa.

La matriarca se giró hacia la siguiente joven. "Tú, dime tu nombre."

"Riko Suzuki, madame," contestó la segunda, su voz apenas un susurro.

"Bien," murmuró la matriarca, observando con detenimiento sus rostros antes de dirigirse a la última. "Ahora tú, ¿cómo te llamas?"

"Watanabe Nao," dijo la tercera, su voz firme y decidida.

"Dime tu nombre," preguntó la matriarca, sus ojos fijos en la joven con una mirada inquisitiva.

"Lin... Lin Yamamoto, matriarca," respondió la primera, su voz temblorosa pero clara.

La matriarca asintió levemente antes de volverse hacia la siguiente joven. "Y por último, tú, dime tu nombre."

"Aika... Yimura Aika," dijo la última, esforzándose por mantener la compostura mientras la miraba directamente a los ojos.

La matriarca Arashi esbozó una sonrisa fugaz al escuchar los nombres, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Sus pasos resonaron en el suelo del vestíbulo mientras caminaba alrededor de las jóvenes, observándolas detenidamente. La atmósfera era densa y cargada de nerviosismo; cada una de las jóvenes trataba de mantener la compostura, conscientes de que cualquier error podría tener graves consecuencias.

"Yamamoto, Fujimoto, Suzuki, Watanabe, Yimura..." murmuró la matriarca, como si estuviera evaluando el valor de cada nombre. "Jóvenes de diversos distritos, cada una con su propia historia, y ahora todas convergiendo aquí. Qué interesante."

De repente, se detuvo frente a Aika, mirándola fijamente. "Yimura, ¿verdad? Cuéntame, ¿cómo llegaste aquí? ¿Qué te trajo a mi club?"

Aika tragó saliva, consciente de que cualquier vacilación podría ser vista como una señal de debilidad. "Mi familia... me vendió para saldar sus deudas, matriarca," mintió, manteniendo la mirada fija en la de la matriarca.

Reina Arashi sonrió, aunque había algo siniestro en sus ojos. "Una historia tan antigua como el tiempo mismo," dijo, antes de volver su atención hacia Mizuki y Takeshi, que observaban la escena desde una distancia segura.

"Estas jóvenes parecen tener potencial," declaró la matriarca, mirando a Takeshi. "Pero no me fío solo de las apariencias. Mizuki, asegúrate de que pasen por una evaluación completa. No quiero sorpresas desagradables."

"Como desee, matriarca," respondió Mizuki con una leve inclinación de cabeza.

"Ahora," continuó la matriarca, "me retiro a mi habitación para descansar. Espero que todo esté en orden para la próxima fase de nuestra operación." Con un último vistazo a las jóvenes, se dio la vuelta y salió del vestíbulo, sus pasos resonando en el silencio tenso que dejó atrás.

Las jóvenes intercambiaron miradas nerviosas, sabiendo que su destino estaba en manos de aquellos que las rodeaban. Aika sintió un nudo en el estómago, consciente de que su papel en esta misión era crucial y peligroso. Mientras Mizuki se acercaba para llevarlas a la siguiente etapa, Aika no podía dejar de pensar en Kaito y en el incierto futuro que les aguardaba en las oscuras y corruptas calles de Neo-Tokyo.

Mizuki llevó a las jóvenes de vuelta al vestuario del club, donde el ambiente se sentía opresivo y cargado de nerviosismo. Las luces frías iluminaban las paredes recubiertas de espejos, reflejando las expresiones ansiosas de las jóvenes. Cada una de ellas comenzó a devolver las prendas lujosas que habían utilizado para la presentación ante la matriarca, sus movimientos eran mecánicos, como si trataran de mantener la mente alejada de lo que acababan de experimentar.

Mizuki las observaba con una mirada fría y calculadora. "Ahora síganme," ordenó con una voz que no admitía objeciones. "Y recuerden, no pregunten absolutamente nada. Cualquier acto de insubordinación no solo tendrá consecuencias para ustedes, sino también para sus familias. Cada una de ustedes firmó un contrato, y deben ser conscientes de lo que eso implica."

Las palabras de Mizuki resonaron en el aire, infundiendo miedo y recordándoles a las jóvenes la gravedad de su situación. Aika sintió un nudo en el estómago mientras seguía a Mizuki, sus pensamientos volvían a Kaito y a la misión que tenía que cumplir. Las otras chicas, Lin, Hana, Riko, y Nao, caminaban en silencio, sus rostros reflejaban la misma mezcla de miedo y resignación.

El grupo avanzó por un largo y estrecho pasillo, iluminado apenas por luces tenues que arrojaban sombras inquietantes en las paredes. La atmósfera era sofocante, y cada paso que daban parecía arrastrarlas más hacia un abismo de incertidumbre y peligro. Mizuki no dijo nada más mientras las guiaba, pero su presencia era suficiente para mantenerlas en un estado constante de alerta.

Finalmente, llegaron a una puerta de metal pesado, diferente a las demás puertas del club. Mizuki la abrió con una llave que llevaba en un collar alrededor de su cuello y las condujo a otra de las numerosas habitaciones del club Edén. El lugar era más sombrío y austero que el vestuario, con paredes grises y un mobiliario escaso. En el centro de la habitación, había una mesa de metal con correas, lo que aumentó aún más la sensación de inquietud entre las jóvenes.

"Esta es la primera fase de su evaluación," dijo Mizuki, su voz cortante como un bisturí. "Aquí se determinará si tienen lo necesario para cumplir con los requisitos de la matriarca. Recuerden que la cooperación es esencial. No quiero escuchar ninguna queja ni pregunta. Solo obedezcan y sigan las instrucciones que les dé."

Las chicas intercambiaron miradas nerviosas, pero nadie se atrevió a decir nada. La tensión en la habitación era palpable, y todas sabían que cualquier error podría costarles más que solo su propia seguridad. Mientras Mizuki comenzaba a preparar la evaluación, Aika se recordó a sí misma que debía mantenerse fuerte y enfocada en su objetivo. Sabía que el camino hacia la libertad y la justicia era peligroso, pero estaba dispuesta a enfrentarlo, sin importar el costo.

Mizuki dirigió a Hana hacia el centro de la habitación, donde una silla metálica parecía esperar con una especie de mudo desafío. "Siéntate", le ordenó, su voz implacable y fría. Hana, con el rostro pálido y las manos temblorosas, obedeció, sentándose lentamente, como si temiera que la silla misma fuera a devorarla.

Mizuki, sin perder tiempo, sacó de uno de los cajones de la mesa una serie de fotografías. Las imágenes estaban algo dañadas, con bordes desgastados y colores desvaídos, como si hubieran sido manoseadas repetidamente con propósito siniestro. "Dime, Hana, ¿estás preparada?", preguntó Mizuki, una sonrisa torcida asomándose en sus labios. "Elige una de las fotos."

Hana, al ver las imágenes, se quedó petrificada. Sus ojos se abrieron de par en par y su rostro se tornó de un pálido mortal. Las fotos mostraban rostros de mujeres jóvenes, todas con expresiones de miedo y desesperación, capturadas en un momento de agonía. Hana comenzó a hiperventilar, luchando por contener el impulso de vomitar. Con manos temblorosas, finalmente eligió una foto, sus lágrimas silenciosas caían sobre el papel descolorido.

"Ahora es tu turno, Lin. Elige una de las fotos", dijo Mizuki, señalando la siguiente en la fila. Lin, con una expresión de estoicismo forzado, se adelantó. Su mano se movió rápidamente, casi con desesperación, como si quisiera terminar con la agonía lo antes posible. Su decisión rápida sorprendió a Mizuki, que levantó una ceja en señal de interés.

"Riko, tú eres la siguiente." Mizuki hizo una pausa y sacó dos fotografías más del montón, dejándolas a un lado. Riko, confundida y asustada, se acercó. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos antes incluso de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo. Con una mano temblorosa, eligió una de las imágenes restantes, sus lágrimas cayendo sobre el suelo frío de la habitación.

"Nao, es tu turno. Elige la que más prefieras", dijo Mizuki, con una mirada pensativa, su mente ya anticipando la elección que Aika tendría que hacer. Nao, pálida y con el corazón latiendo a mil por hora, miró las fotografías restantes con desesperación en sus ojos. Lentamente, eligió una, su rostro reflejando una mezcla de miedo y resignación.

Finalmente, llegó el turno de Aika. "Aika, ¿estás preparada?", dijo Mizuki, con una sonrisa retorcida y una presencia ominosa que parecía llenar la habitación con una sensación de peligro inminente. Pero antes de que Aika pudiera avanzar hacia el centro de la habitación, Mizuki la detuvo. "Espera, antes de que elijas, te daré dos opciones."

"A. Elegir a una de ellas; la que elijas quedará liberada."

"B. Aceptarás el destino que a cada una de ustedes se les ha otorgado y cancelarás esta evaluación."

"Tic-tac, Aika. El tiempo es oro y, como sabrás, el sindicato odia desperdiciar el dinero", añadió Mizuki, colocándose frente a la puerta de salida, su mirada fija en Aika, esperando su decisión. En ese momento, Aika vio claramente el contenido de las fotos: eran los rostros de cada una de las jóvenes, incluida ella misma. Sus mentes y cuerpos eran ahora mercancías, y la gravedad de su elección pesaba sobre sus hombros como una losa.

Disculpen la demora y el retraso del capítulo, decidí no estrenarlo la semana anterior debido a que no me había sentido cómodo con el desarrollo, aunque solo tuve que dar unos retoques y al fin ya está.

Esperen con ansias el próximo capítulo :)

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