Después de un tiempo, acostada pensando en qué era lo que podría decirme Brent, decidí levantarme para ir al trabajo. Por suerte, hoy nada más tenía que trabajar por cuatro horas, debido a que sólo tenía que arreglar a dos personas y luego podría irme.
Terminé de peinarme, unté un poco de perfume e un mis manos y lo puse en mi cuerpo. Me miré una última vez al espejo para comprobar que no tuviera rastro de haber estado dormida.
Tenía puesto unos pantalones de mezclilla, una camisa con largas mangas, converse, y una cola de caballo. Sí, nada elegante. Sabía que iba a terminar ensuciando toda mi ropa, por esa razón vestía así, y sólo usaba buena ropa para cuando habían eventos.
Abrí la puerta de mi habitación, tomé las llaves de mi Scoopy—que ahora servía—, mi bolsa y mi teléfono.
Cuando salí de la habitación, no vi ni escuché a nadie en el departamento, por lo que pude suponer que el chico—que probablemente me odiaba ahora—, no estaba.
Seguro se iba a encontrar con la chica con la que hablaba hace un par de horas atrás, que por cierto, estaba muy enojado. No sabía si era por mí o por la chica, o por las dos, pero lo estaba.
Supongo que ya no habrá oportunidad de arreglar las cosas porque el lo dejó muy claro: va a ser un hijo de puta conmigo.
Bueno, ¿y por qué tiene que importarme? ¡Él sé lo pierde! Ni que me muriera por hablarle.
Sólo un poquito.
—Buenos días —saludé al de seguridad, una vez que llegué a la empresa. Él sólo asintió.
Maleducados. Cuando decía "buenos días" nadie me contestaba. Cuando no lo hacía, hasta los pájaros esperaban mi respuesta. Después la que no tiene educación, la que tiene malos padres, es uno. Así no se puede con el mundo.
—¡Hola, Chris!
Giré mi cabeza en la dirección donde se escuchaba mi nombre. —Hola, Sam.—Sonreí.
Sam era mi compañero—y mejor amigo—, de trabajo. Era con el que más empatizaba allí y él que me hacia hablar siempre.
—Llegas temprano, orprendiéndome como siempre. —Le lancé una sonrisa. —Ven conmigo, Greg me dijo que te mostrara a los que vas a arreglar.
—Señor Harrison—corregí.
—Es lo mismo, Chris—Me abrazó de lado mientras me guiaba a mi puesto de trabajo.
—Es tu...tu jefe.
—Lo que sea. —Hizo ademán con las manos.
Sam era simpático. Es guapo, amable, encantador, y buen amigo. Sin embargo, él tenía novia, así que no había ninguna posibilidad de tenerlo para mí, partiendo del hecho de que me veía como su hermana, y yo a él también. Por lo tanto, nada de pensamientos romanticos contra mi propio hermano.
—Buenas, chicos, ella va a ser la chica que les cambiará su vida por un par de horas, no le hagan hablar mucho y trátenla bien porque estaré muy pendiente. —Me presentó.
—Hola, chicos—saludé—, soy...soy Christine.
—Hola, Christine —dijeron los dos al unísono.
—¿Estará bien si te dejo?—susurró Sam en mi oído.
—Sí, Sam.—Viré los ojos. Él rió.
Sam salió de la habitación dejándome con los dos atractivos chicos.
—Bue...no, ¿quién quiere ser el primero?
Yo trabajaba para una empresa de modelaje. Había estudiado diseño de moda, y aunque no ejercía mi profesión totalmente, tenía algo que ver, que era maquillar y vestir a los modelos para la presentación que hacían antes de la "gran" pasarela.
Cualquiera que trabajara en esto, pensará que es el paraíso, debido a que estaré viendo chicos de toda clase, y en todos los sentidos, pero en estos momentos, lo único que quería hacer, era salir con un modelo. ¿Por qué? Ya tenía experiencia. Y no precisamente una buena.
Luego de haber terminado de arreglar a los dos chicos que les tocaba presentar, decidí ir a buscar a Sam, que no tenía muy buena cara por cierto.
—¿Pasa algo?—Pregunté curiosa.
—¿Qué? Nada.—Se le notaba el nerviosismo.
—Sam, dime qué pasa.
—Alguien decidió hacer una visita. —Miró hacia otro lado.
—¿Qui...quién?—Giré mi cabeza a lo que sea que Sam estaba mirando. Inmediatamente, él me abrazó de manera protectora.
—¿Qué haces aquí?—Preguntó con la mandíbula apretada.
—Tengo un contrato aquí, ¿lo olvidas? —Respondió, antes de poner su atención en mí.
Santo, esto no podría ser peor.
—Hola, Christine. —Sonrió—. Qué alegría verte.
—Hola... Hola, Calvin. —Él sonrió aún más y Sam sólo le fulminó con la mirada.
—Puedes seguir con tu camino—habló Sam.
—Estoy en él, amigo.
Sam me soltó y tomó a Calvin de la camisa. —No te atrevas...
—Sam...—le interrumpí—. No... No vale la pena. Por favor
Él pareció pensárselo y al final accedió. Yo di un sonoro suspiro.
—Siempre tienes a quién te defienda. Muy lindo—soltó Calvin con sarcasmo.
—Vamos, no...no le hagas caso. —Halé a Sam del brazo hasta que ya estábamos fuera del edificio.
—Cada vez que lo veo, quiero hacerlo pedazos. Cada vez que te veo, también—Soltó con rabia.
—¿Quieres...quieres decir que te recuerdo a él?—Pregunté.
Él suspiró. —No, Chris, es sólo que...
Mi mente se aclaró lo más rápido posible.
—Ya lo comprendo. Ya...ya lo hago. —Las lágrimas estaban a punto de salir.
—Chris. —Sam me abrazó —. Lo siento. No quise decir eso, pequeña. Lo siento. Lo siento.
—No. Nunca...nunca volveré a ser normal, Sam. Nunca —dije llorando en su pecho.
—No digas eso. No lo digas. Por favor.
—Yo...yo... Me odio tanto, Sam.
Él se separó bruscamente de mí. —Jamás vuelvas a decir eso delante de mí o no te hablaré más, ¿entiendes, Christine? Tú eres fuerte y vas a salir de esta. Le vas a demostrar a ese desgraciado que tú eres la cosa más perfecta en este mundo junto con mi novia, ¿de acuerdo?
No pude evitar reír por lo último que dijo. Él limpió mis lágrimas al ver que sonreí.
—Gracias.
—No me agradezcas. Vamos, te llevaré a tu casa.—Le detuve.
—No tienes qué... Traje mi Scoopy.
—No me importa. Te llevaré.
Sin dejarme protestar de nuevo, fuimos hasta el parqueadero donde estaba su auto. Tenía que dejar la Scoopy en la empresa por hoy.
—Oí que el campeonato será aquí este año—dijo Sam, una vez que arrancó el auto.
—Sí. —Hice una mueca.
—¿Qué pasa? ¿No irás a ninguna carrera?
—Pensaba, eh, ir mañana al entrenamiento...
—Pero...
—Norah quiere que me quede con ella.
Él también era amigo de Norah y ella era una de las que estuvo allí para mí y con la quién solía vivir.
Sé que dije que las únicas personas que tenía en la ciudad era a Norah y Brent, pero era porque Sam siempre está viajando con la empresa, debido a que él se encarga de organizar los eventos y todo ese tipo de cosas, así que no lo tengo mucho tiempo conmigo. Sin embargo, es una pieza fundamental en mi vida.
—¿Quieres que vayamos a una carrera juntos?—Preguntó.
—No quiero ser un mal...mal trío—confesé.
—Sabes que no lo eres. A Emily le caes bien y sé que no tendrá problema. Aunque, podríamos ir los dos, a ella no es que le guste mucho ese tipo de cosas.
—No...no hace falta, Sam. Puedo ir con, eh, con Brent.
—Christine...
—Calvin tiene razón. Siempre...siempre que vienes estás protegiéndome, sé ciudad de mí misma.
—Calvin nunca ha tenido razón. Y lo sabes, Christine Moore. Lo sabes. —Me miró con tono de advertencia.
—Quizá sí... —susurré.
Cambió de tema. —Que te parece si no lo ves desde ese punto. ¿Qué tal si lo ves de la mejor manera?
—¿Cuál?
—Siempre estoy viajando, Chris. Quiero pasar tiempo con mi mejor amiga, con mi hermana menor. ¿Por qué no me lo permites? —Hizo un puchero.
—Porque crees que...que soy frágil...
—No es así como te veo. ¿Por dónde cojo ahora?
—Sí lo es. Tienes lástima—dije—. Cruza a la derecha.
—Me voy a enojar tanto contigo que no sé si pueda regalarte a Woods.
Reí fuertemente.
—Vale. Me ganaste—dije quitándome el cinturón de seguridad—. Te veo mañana, Sam.
—¿No vas a invitarme a pasar?—Preguntó escéptico.
Había olvidado por completo decirle a Sam lo que había pasado con el departamento. Es que, por obvias razones lo había estado esquivando. Sam era muy sobre-protector conmigo y lo que menos quería era que tuviese un encuentro con el cara bonita.
—Es tarde. —Me encogí de hombros.
—¿Qué está pasando, Christine? —Me rasqué la nuca sin responder nada. —Oh, señorita, me estás ocultando algo y quiero saber qué es—advirtió.
—Estoy viviendo con...con alguien.
—¿Con quién?
Le conté todo lo que había pasado hasta ahora. Obviamente omití ciertas partes. Tales como los "favores", las "reglas" y el mal trato que había recibido por parte del niño bonito.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Era fin de semana. —Me encogí de hombros.
—Bueno, definitivamente no estamos en la era de los dinosaurios, hay teléfonos, Chris. Pude haber ayudado con la mudanza, pude haber conseguido un lugar más seguro para ti y...
—Sam—le interrumpí—, no me regañes. Por...por favor. Sólo quería hacer las cosas por mí misma está vez. Sin ti o Norah ayudándome siempre.
Él suspiró.
—Prometo que no voy a entrometerme más si me prometes no ocultarme nada.
—Lo...lo prometo. —Sonreí.
—Vale. —Me dio un abrazo de lado.
—Mañana paso por ti.
—¿Por qué? —Pregunté confusa.
-Para llevarte a donde Norah.
—No hace falta. Puedo ir en mi... Oh, ya.
Asentí una vez que recordé que la Scoopy la había dejado en la empresa y no iba a tomar—por ningún motivo—, el autobús.
—Te veo mañana, Chris.
—Adiós. —Sonreí.
Salí del auto y me dispuse a entrar al edificio.
Sin duda, había extrañado muchísimo a Sam. No sé qué iba a pasar cuando se fuera de nuevo. Aunque me trate como a una niña pequeña, lo quería, porque sabía que significaba mucho para él. Norah, y él, estuvieron conmigo cuando ocurrió lo de Calvin. Calvin era mi novio, era todo lo que yo quería en ese entonces, era la persona en quién más confiaba y mi razón de seguir adelante. Hasta hace poco...
No podía creer que él estuviera aquí, sabía que tenía encontrármelo alguna vez, pero no tan pronto. No tan reciente; no cuando la herida estaba fresca. De algo estaba muy segura, y era que Calvin regresó por un motivo.
Porque todos lo tenemos.
Las risas me sacaron de mis pensamientos, una vez que entré al departamento. Alguien estaba en living acompañado. Puedo suponer que es Ryan porque no abría nadie más, pero, ¿quién era la otra persona?
Me asomé a lo que era "mi territorio" para ver quién era la persona que estaba invadiendo lo mío.
Cuando entro, lo primero que veo es al cara bonita corriendo, intentado atrapar a una chica-muy bonita, por cierto-, mientas que ella corría riendo.
—Avril, cariño, por favor —decía Ryan, un poco cansado.
—Vamos, ¿acaso le tienes miedo?
—Avril, ya...
Se detuvo en cuanto me vio en la puerta viendo su espectáculo.
—¿Es ella? —señaló Avril en cuanto me vio.
—Hola, Christine —Ryan la ignoró—, quiero decirte que...
—¿Qué le vas a decir, Ryan?-Interrumpió la chica—. Tú no tienes por qué darle ninguna explicación.
Me quedé estupefacta cuando la chica dijo eso. Bueno, literalmente, a mi no me importa lo que ellos estuvieran haciendo, yo sólo quiero saber por qué irrespetó los lugares acordados. Sí hubiese sido yo, estuviera enojado conmigo como lo estaba esta mañana.
—Calla, Avril. Estoy hablando con ella, ¿qué no ves?
—¿Y tú no ves que ella es muda? Pierdes tu tiempo, Ryan.
Muda.
Una sola palabra.
—¡Cállate, Avril! —gritó Ryan, tanto, que me sobresalté yo también.
Realmente en ese momento no me estaba sintiendo bien. Hace nada había tenido un reencuentro con mi ex novio y ahora, una desconocida me llamaba muda, delante de un chico que parecía saber lo que estaba pasando conmigo.
—Christine, ¿estás bien? —Preguntó Ryan con más calma.
—Es...estoy, eh, bien —dije por fin.
—Anda, me he equivocado. No es muda. Es tartamuda —corrigió la chica sin remordimiento alguno.
Ryan tomó a la chica fuertemente del brazo.
—Una palabra más Avril, y ni creas que durarás un segundo más aquí.
Yo sólo le respondí con una mueca. Ya había tenido suficiente por hoy, y no quería más. Estaba agotada tanto física, como emocionalmente. Sólo quería dormir y si es caso, no despertar por al menos un milenio, donde nadie me conociera y pudiera armar una vida nueva.
Dicen por ahí que si quieres algo con muchas ganas, quizá se te vuelva realidad, así que iba a ir a intentarlo ahora.
Me di la vuelta para irme a mi habitación. Pude escuchar a Ryan llamarme, pero le ignoré. Sé que estaba apenado por como la chica me trató, pude verlo en sus ojos, pero yo ya estaba tan cansada como para tomarlo en cuenta.
No sabía quién era esa chica, ni qué quería, ni por qué le caí tan mal desde el principio, pero sabía que se quedaría hoy por el comentario que hizo el cara bonita. Aunque si tomo en cuenta lo que dijo esta mañana, esa debe ser la chica con la que estaba hablando. Así qué deben tener alguna clase de afecto.
Cuando entré a mi habitación, lo primero que hice fue acostarme, cerrar mis ojos, y dejar que centenas de lágrimas salieran. Necesitaba ser fuerte. Necesitaba quererme a mí misma, necesitaba motivarme. Tenía que aceptarme.
¿Cómo lograba eso? ¿Cómo lo lograba cuando la mitad de las personas se encargaban de ayudarte a levantar, y la otra mitad tenían de especialidad destruirte? ¿Cómo puedes ser fuerte y a la vez no dejar que los comentarios te afecten? ¿Como puedes pasar por alto cuando te hieren? Creo que eso sólo lo sabe el que lo siente. Porque nadie más comprenderá tu dolor hasta que les pase igual.
Desperté por el sonido del celular sonando fuertemente. Dormida, lo tomé y contesté.
—¡Christine! ¡¿Dónde estás?! Brent está esperando.
¿Brent? ¡Mierda! ¡Sam iba a venir hoy!
—Voy...voy en camino. No...no puedo hablar ahora, Norah. Hay...hay tráfico. —Colgué antes de que pudiera decir algo.
Me levanté bruscamente de la cama y corrí hacía al baño a darme una ducha rápida. Mierda, ¿cómo pude permitir que esto pasara? Sam debe estar queriendo asesinarme.
Comencé a cepillarme los dientes tan rápido, que pensé que iba a tener una hemorragia bucal.
Salí del baño, y empecé a buscar lo primero que encontrara en mi desordenado armario. Dije que lo arreglaría, siempre digo lo mismo. Pero es que siempre voy tarde a todo y no me da tiempo de nada.
La próxima será diferente. Lo prometo.
Cuando estaba poniendo mis converse blancos, tocaron la puerta. Me levanté saltando de un sólo pie, mientras acomodaba mi zapato, y abrí para ver quién tocaba.
—Hola.
—Hola—respondí un poco sorprendida.
—¿Cómo amaneces? —Preguntó rascándose la nuca.
—Bien.
—¿Segura? —Preguntó escéptico.
—¿Qué...qué quieres, Ryan? —Cambié el tema.
—Bueno... Hice un poco más de desayuno extra y me preguntaba...
—No—le interrumpí—. No tengo tiempo.
Pero si me gustaría, guapo.
—¿Por qué?
—Eh, me están esperando.
—¿Es el chico que está en portería?
—¿Está en portería? Mierda. Me... Me tengo que ir.
Cerré la puerta de mi habitación con llave, y lo dejé allí de pie. Bueno, al menos sabrá lo que se siente ser dejado tirado. Aunque no era mi intención. Sam era muy estricto en ese tipo de cosas y sé que iba a regañarme por hacerlo esperar.
—Lo siento. Me...me quedé dormida... Yo... Yo...
—Tranquila. Está bien. Tranquila. —Me abrazó.
Sentí que podía estar en paz ahora.
—¿Cómo te sientes hoy?
Santo, ¿no se cansaban de decirme la misma pregunta? Porque yo estaba agotada de responder lo mismo.
—Bien, Sam. Muy bien.
Claro, dije "muy bien" para variar. Ya saben, la rutina cansa.
Llegamos al auto que estaba afuera del edificio, Sam me abrió la puerta y yo entré.
Cuando Sam estaba arrancando el auto, vi tres siluetas conocidas saliendo del edificio. Una no le encontraba la lógica del por qué estaba allí, la otra me miraba con furia y la última, sólo con curiosidad y arrepentimiento.
—Le dije a, a Norah que ya iba en camino-hablé.
—Y apenas estabas despertando, ¿no es así?-Preguntó divertido.
—Le colgué el teléfono.
—¿Sabes las consecuencias que puede traer colgarle a una embarazada, no?
Reí.
—Bueno, para eso te traje.
—Me siento utilizado. —Puso su mano en su pecho para hacerlo más dramático.
—Es lo mejor. No quiero que pienses que me aproveché de ti.
Rió.
—Eres tremenda, Christine. —Hice una mueca.
—¿Pensaste en él? —dijo después de unos segundos.
—Te mentiría si te dijera que no.
Y de todos modos le estaba mientiendo, pero no quería hablar de Ryan ni de su acompañante en estos momentos. Quizá cuando el tema no esté tan reciente, pueda hablarlo abiertamente con él.
—Sabes que puedes contar conmigo.
—Lo tengo muy claro—afirmé.
—Cuando te llamé desde portería, el de seguridad, ni si quiera quería hacerlo.
—¿Por qué? —Pregunté confusa.
—No sé. Por lo mismo te digo. Quisiera una respuesta tuya.
—Yo tampoco lo sé. —Me encogí de hombros.
Cuando llegamos, Sam, después de haberle rogado cincuenta mil veces, accedió a bajarse conmigo. No quería enfrentar sola a Norah. Había estado en sus tres últimos embarazos y no era nada amable. Quizá la cuarta era la vencida, pero no quería arriesgarme.
Tocamos el timbre, lo cual no duraron ni un segundo en abrir la puerta.
—Caramba, Christine, pensé que llegarías para el mundial.
—Lo siento. Había tráfico —Me disculpé con Brent.
—Creo que ya voy diez minutos de retraso.
—No...no hacia falta que me esperaras.
—Hola, Sam. Tiempo sin verte-Saludó Brent.
—Lo mismo digo, hermano. ¿Y Norah?
—Está en la habitación odiándome.
—¿Porque te vas? —Pregunté.
—No. Por hacerle un bebé —bromeó.
—Creo que iré a verla, para que puedan hablar —señaló Sam.
Brent y yo asentimos.
—Sentémonos —sugirió.
No sé pero ya estaba comenzando a ponerme nerviosa. ¿Qué quería hablar conmigo?
—No vas a creer lo que descubrí, Christine. —Me miraba con brillos en los ojos.
Bueno, definitivamente de Norah no era, porque ya sabían el sexo del bebé; era una niña.
—¿Qué? —Pregunté expectante.
—¿Cómo se llama el chico con el que vives? —Preguntó.
¿Qué tenía que ver con él?
—¿Qué...?
—Como se llama, Christine —me interrumpió.
—Eh, se llama, eh, Ryan. —Su sonrisa se hizo aún más grande.
¿Qué le pasaba?
—¿Ryan, qué?