*Michael*
Caminaba por los pasillos de la oficina. Mi ánimo era tan oscuro como el traje azul marino que llevaba puesto. Mis pensamientos seguían atrapados en el aburrimiento de la reunión de la que acababa de escapar. No deseaba más que terminar con hoy, volver con mi esposa y asegurarme con mis propios ojos que ella y mis bebés estuvieran bien.
Reggie iba justo detrás de mí, con una perpetua sonrisa de entusiasmo pegada en su rostro. Se parecía a un cachorro de ojos brillantes, ansioso por complacer a su dueño. Cuando me alcanzó, prácticamente saltaba a mi lado.
—Hey jefe —dijo sin aliento—. ¡No vas a creer la noticia que acabo de recibir!
Incliné mi cabeza y levanté una ceja, gesto que le indicó que continuara. Hesitó un momento, su sonrisa vaciló, antes de volver a ponerla y avanzar con ímpetu.
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