Después de entrar al salón, el lápiz dejó su mochila con movimientos lentos. Con cuidado se sentó y su mirada pronto se posó en la ventana, donde las nubes se deslizaban suavemente por el cielo. La brisa que entraba por la ventana abierta parecía arrastrarla con ellas, como si flotara en aquel mar azul. Por un momento, su mente se acurrucó en la tranquilidad que las nubes le ofrecían.
La calma se rompió con el sonido de un tacón muy parecido al de verónica. Entrando por la puerta principal, su cuerpo inmóvil por las familiares pisadas, pero cuando la fuente del tacón dijo una frase, el cuerpo de lapiz se tranquilizó al recordar una figura familiar.
—¡Hola, lápiz! —dijo Pariz con una sonrisa radiante, su voz cargada de una calidez inesperada.
Lapiz desvió la mirada, descubriendo que no había visto de inmediato a Pariz. Sus ojos volvieron a las nubes mientras pensaba: "Esa sonrisa... tan falsa." Sus labios se apretaron un momento, y luego, con una frialdad deliberada, levantó la mano en un saludo, sin siquiera girarse por completo hacia Pariz.
El entusiasmo en la expresión de Pariz se desvaneció por un instante, reemplazado por una mirada de confusión que intentó esconder. Su sonrisa se mantuvo, aunque más tenue, mientras decidía no insistir. Caminó hacia su asiento con pasos tranquilos, como si nada hubiera pasado, aunque el eco del recibo de Lápiz permanecía en su mente.
Por su parte, el lápiz soltó un leve suspiro, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado mientras sus dedos tamborileaban distraídos sobre el borde de su escritorio. "Es lo mejor" , pensó, tratando de convencerse. Sus ojos volvieron a la ventana, que ahora parecían deslizarse más lentamente.
Mientras las observaba, comenzó a buscarles formas con cierta nostalgia. Sus pupilas se dilataron al encontrar una nube que parecía tener la forma de un moño. Apretando su falda, un rayo de emoción cruzó su rostro por un breve instante, transportandola de regreso a sus recuerdos.
Yo, antes de venir a City Close y entrar a la preparatoria My Fly, estaba en City Radiant, estudiando en la secundaria My Cry.
El recuerdo se dibujó nítido en su mente, como si fuera ayer. Era su primer día en la prestigiosa secundaria, un edificio imponente con paredes de ladrillo rojo cubiertas de enredaderas verdes que relucían bajo el sol de la mañana. El aire olía a césped recién cortado mezclado con el aroma dulzón de las flores que adornaban los jardines. Los alumnos, uniformados con blazers azul marino y corbatas perfectamente anudadas, se movían en pequeños grupos, hablando en un murmullo constante que llenaba el ambiente de una extraña mezcla de emoción y nerviosismo.
Aunque no había nacido en City Radiant, mi madre siempre había soñado con que estudiara en esa escuela. Lápiz grabado cómo su madre la miraba con orgullo aquel primer día, ajustándole el moño de su uniforme mientras decía:
—muy bien hija, esta nueva etapa desafiara tus conocimientos tu debes poder
Al principio, todo parecía prometedor. Las aulas eran amplias y luminosas, con grandes ventanas que dejaban entrar la luz natural y ofrecían vistas a un extenso campo de deportes. Los profesores parecían amables, y los alumnos, aunque distantes, eran buenos. Lápiz aún podía sentir la emoción que la invadió al sentarse en su pupitre nuevo, con el olor a madera y libros recién forrados llenando su sentido.
Mientras estaba sentada en su pupitre, ajustando los libros en su escritorio, Lápiz sintió un toque ligero en su espalda. Se giró lentamente, encontrándose con un niño que tenía el rostro borroso en su recuerdo, como si el tiempo hubiera difuminado sus rasgos. Sin embargo, lo que no había olvidado era la calidez en su sonrisa y el tono amable con el que habló:
—Hola, niña nueva. ¿Me prestas una goma?
El corazón de Lápiz dio un pequeño brinco ante la amabilidad inesperada. Sacó de su bolso una pequeña goma rosa con aroma a fresa. Mientras el niño la tomaba, su sonrisa se amplió, y en la mente de Lápiz surgió un pensamiento que le llenó de esperanza: "Un nuevo amigo".
La escena cambió rápidamente en su memoria, como si alguien hubiera arrancado una página de un libro para mostrar otra completamente distinta. Ahora estaba en el patio de la escuela, un lugar oscuro y sombrío, donde las sombras de los edificios parecían reforzar la frialdad del momento. Un grupo de niños la rodeaba, risas crueles llenando el aire. Lápiz estaba en el suelo, con sus rodillas raspadas y sus manos temblorosas mientras se limpiaba la cara con los nudillos.
El agua fría golpeaba su rostro, rociada desde una botella que uno de los niños sostenía sobre ella. Cada gota que caía parecía arrastrar no solo el sudor de su piel, sino también los últimos vestigios de su dignidad. Cuando la botella se vació, uno de los niños la lanzó despreocupadamente, golpeándola en la cabeza.
Lápiz levantó el rostro, sus ojos llenos de lágrimas y una mezcla de confusión y desesperación. Con la voz rota por los sollozos, preguntó:
—¿Por qué hacen esto?
Las risas del grupo se estallaron de nuevo, resonando como un eco cruel en el patio. Uno de los niños, con una sonrisa burlona y malicia en su voz, respondió:
—Porque somos amigos, y esto es divertido.
Esa palabra, amigos , perforó el corazón de Lápiz como una daga. En su mente, aquella cálida sonrisa del primer día se superponía con la mueca cruel de los niños que ahora la humillaban. Las lágrimas corrían libremente por sus mejillas mientras apretaba los puños, su pequeño cuerpo temblando tanto por el frío como por el dolor que la invasión. En ese instante, el concepto de amistad quedó para ella manchado, su mirada se oscurecía como dándole su clásica mirada que absorbía sus emociones.
No quería pensar que no merezco nada, ni siquiera un amigo. Pero el mundo me lo repitió, una y otra vez, hasta que esas palabras se convirtieron en mi verdad. Es por eso que "es mejor así".
Su mirada se levantó del trance, regresando a la clase, acomodando su rostro en su puño con minutos antes de que comience la clase.
capitulo 17 lo bello de la soledad parte 2